¿Pendencieros por Jesús? Recordando la necesidad de corregir en amor y con misericordia

A diferencia de muchos que contienden en las redes sociales, los profetas y Jesús lloraban por los perdidos más de lo que los reprendían. ¿Qué estamos reflejando en nuestras interacciones en línea?
Foto: Envato Elements

En las redes sociales, se está volviendo un tema recurrente: ciertas figuras pasan una excesiva cantidad de tiempo discutiendo, provocando peleas, insultando a otros cristianos o burlándose de otros con un sarcasmo mordaz o memes tontos. En resumen, siendo pendencieros.

Y cuando son reprendidos, citan a los profetas bíblicos, las palabras severas de Pablo a los herejes, o incluso el ejemplo de Jesús sobre la limpieza del templo como defensa para el pugilismo constante. Ellos afirman que están “contendiendo por la fe”. Tal vez sus motivaciones detrás de estos esfuerzos son buenas, y estoy seguro de que eso es verdad en algunos. Pero creo que no soy el único que piensa que los frutos no lo son y el espíritu tampoco, pues ciertamente la Biblia nos manda, como mucho –si no es que más– a hablar la verdad en amor, no a derribar, no ser pendencieros; y a que nuestro hablar sea con gracia y no como si “la gente debe recibir su merecido”.

En cualquier caso, ¿qué debemos pensar del apoyo bíblico de esta clase de conducta online? Aquí hay algunas meditaciones.

En redes sociales, algunas personas destacan por generar conflictos, insultar a otros cristianos o usar sarcasmo y memes mordaces. / Foto: Unplash

1. Los profetas también lloraban y suplicaban

Esto es algo que falta en muchísimos de los profetas online: lágrimas.

Haciendo a un lado la realidad de la vocación bíblica de los mensajeros ungidos de Dios, que no tiene nada que ver con los expertos autonombrados en redes sociales, ciertamente podemos aprender de ellos –y en muchos lugares de la Escritura– que sí existe un lugar dentro de la iglesia para una reprensión pastoral, un testimonio profético y llamados valientes al arrepentimiento.

Pero este es solamente uno de los aspectos del ministerio profético. El muchacho que se la pasa todo el día, todos los días, buscando gente con quien pelear, de quien mofarse, o a quien usar para promocionarse y alabarse él mismo, no se parece en nada al ministerio profético bíblico. En cambio, se parece más a aquel que se da a la tarea farisaica de ser quisquilloso, condenar y de “tender trampas” para pillar a la gente en supuestos errores o traspiés.

¿Dónde están las lágrimas? ¿Dónde están las súplicas por los objetos de su desdén? Sabemos que están airados y tienen firmeza en cuanto a sus convicciones. Lo que nos encantaría ver es un corazón tierno para la gente, incluyendo a los que aparentemente son sus hermanos.

La persona que pasa sus días buscando conflictos, burlándose o promoviendo su propia imagen no refleja el verdadero ministerio profético bíblico. / Foto: Studio Roman

2. Pablo no era un cristiano dado a los insultos

Al igual que los profetas del Antiguo Testamento que le antecedieron, Pablo dijo algunas palabras duras tanto para los hermanos como para los paganos. Él les dijo a los judaizantes que se castraran (Ga 5:12). Él confrontó a Pedro cara a cara (Ga 2:11 y ss.). Él no fue nada tímido para contender por la fe y esa fue una faceta principal en su ministerio apostólico.

Con todo, no consideró estas instancias como una defensa para participar en un tiroteo de palabras severas, como algunos hacen hoy en día online. Por lo general, el tono del ministerio de Pablo para con los perdidos y la iglesia fue el de un pastoreo gentil, amoroso y paternal, no pendenciero. Era evidente que a él le importaban aquellas personas con quienes interactuaba, y las reprensiones severas fueron casos excepcionales durante el curso normal de su ministerio, no al revés.

Así que, a menos que encontremos una carta completa que contenga una directriz tras otra de palabras hirientes y de sarcasmo, les digo que no; el flujo constante de sus publicaciones online para atacar a los cristianos que están equivocados no se parece a una carta paulina.

El flujo constante de publicaciones online de quienes atacan a otros cristianos por estar equivocados según su propio criterio, no se parece a una carta paulina. / Foto: Jhon Montaña

3. No somos Jesús

He visto el meme. Es posible que tú también. Es la representación de un artista sobre Cristo limpiando el templo con unas grandes letras blancas en mayúsculas que dicen: “La próxima vez que alguien te diga que debes ser como Cristo, recuérdales que volcar las mesas es una verdadera opción”. Existe una cantidad de variaciones de este meme por ahí y se comparte textualmente a menudo en defensa de la conducta severa de alguien y de su hablar nada edificante hacia los creyentes. La idea es que, ya que Jesús volcó las mesas y sacó a los cambistas del templo (¡con un látigo!), las palabras hirientes no son tan malas después de todo.

Pero el hecho es que, en primer lugar, la limpieza del templo no era lo que Jesús hacía todos los días. Bueno, si hablamos espiritualmente, tal vez sí lo hizo a diario. Pero los evangelios únicamente lo muestran usando ese látigo dos veces, como mucho. No era que lo tenía junto a la cama y se levantaba cada día buscando a quienes dárselo. La Escritura no dice: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo les daré el mayor latigazo de sus vidas”.

No. Al igual que los profetas, Jesús lloraba por Sus compatriotas mucho más de lo que los maldecía pública y verbalmente. Él anhelaba que vieran Su gloria, y el curso normal de Su ministerio fue pastoral: cuidando a los humildes y a los enfermos, enseñándoles con confianza y contándoles parábolas, hablándoles palabras de gracia y no de condenación (pues ya el mundo estaba condenado).

Por si fuera poco, citar la limpieza del templo es una curiosa defensa del trato severo a los demás. Para empezar, hermanos, ustedes no son Jesús. Ya sé que Él es nuestro ejemplo moral y nosotros debemos parecernos a Él. Pero hay cosas que Cristo hizo y nosotros no podemos ni debemos replicar. Él murió por los pecados del mundo, y ni ustedes ni yo podemos hacer eso. Él sanó a los enfermos, y ni ustedes ni yo podemos hacerlo. Ninguno de nosotros puede “ser Jesús”. ¡Jesús fue Jesús justamente por esa razón! Y Su limpieza del templo no fue un acontecimiento único, un hecho apocalíptico; la limpieza del templo en el contexto de Su ministerio y la ruptura del reino fue un acto de juicio mesiánico.

Al igual que los profetas, Jesús lloraba por Sus compatriotas mucho más de lo que los maldecía pública y verbalmente. / Foto: Lightstock

El engaño de nuestros corazones

¿No es posible –o probable– que por el engaño de nuestros propios corazones, seamos más severos de lo que debemos ser? ¿No es posible –o probable– que de hecho, lo que creemos que es la conducta cristiana no esté impactando a muchos al no favorecer el genuino aroma de Cristo? ¿Es posible que no estemos contendiendo por la fe, sino que más bien, nos estemos comportando como odiosos y pendencieros? 

Si estamos firmes, tengamos cuidado de no caer, y recordemos que la Biblia nos dice muchísimo acerca del peligro de la lengua y del veneno de la ira como para que tomemos este tema a la ligera. Pablo dice: “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan” (Ef 4:29). Termino con las palabras de Salomón: “Panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos” (Pro 16:24).

Jared Wilson

Jared C. Wilson es el Director de Content Strategy para Midwestern Seminary, editor en jefe de For The Church y autor de más de diez libros, entre ellos Gospel Wakefulness, The Pastor’s Justification y The Prodigal Church.

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