Es sorprendente la cantidad de cosas que las iglesias no necesitan. Las iglesias, por ejemplo, no necesitan un pastor a tiempo completo. He visto congregaciones sanas y efectivas lideradas por pastores bivocacionales llenos de energía. Las iglesias tampoco necesitan poseer un edificio bonito. Me he reunido con cristianos chinos en una casa desbaratada y con pastores africanos en un pabellón abierto, donde la lluvia golpeaba tan fuerte el techo de metal que a veces era difícil escuchar.
Las iglesias no necesitan órganos, pilas bautismales o ese pequeño letrero en la pared que anuncia los himnos que se cantarán en el servicio. Tampoco necesitan baterías, guitarras eléctricas, mesas de sonido, gráficos en la pared frontal o un sitio web. Me atrevo a decir: ni siquiera necesitan servir café.
Las iglesias no necesitan personal de apoyo administrativo ni un conserje. No necesitan una guardería o un ministerio infantil dinámico. Claro, todas estas cosas pueden ser de gran ventaja para la causa de Cristo. Pero, en todo el mundo, hay iglesias que prosperan sin ellas.
Lo que toda buena iglesia necesita
Sin embargo, una iglesia saludable y fructífera no puede prescindir de algunas cosas preciosas si su gente desea ser la congregación que Dios quiere que sea.
Por encima de todo, una iglesia debe conocer, atesorar, celebrar y proclamar al Dios Trino. Sin esto, una iglesia dejará de ser una iglesia, salvo en nombre. Por eso, cuando recientemente prediqué en el servicio de ordenación de un querido amigo, lo exhorté, en representación de nuestra congregación, a centrarse en Dios en su futuro ministerio entre nosotros.
Lo que las iglesias y los pastores necesitan, más que cualquier otra cosa, es una visión grandiosa de un Dios grandioso, un Dios de amor magnífico y gracia abundante. Efesios 3:14-21 nos da ese tipo de visión. Así que, esta puede ser una exhortación y una oración no solo para un pastor en una congregación, sino para cada pastor en cada iglesia. La he escrito de esa manera, como una carta de una iglesia para su nuevo pastor.

Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le ruego que Él les conceda a ustedes, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder por Su Espíritu en el hombre interior; de manera que Cristo habite por la fe en sus corazones. También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén (Ef 3:14–21).
Querido pastor,
Nos alegra que Dios te haya llamado a pastorear nuestra congregación. Te amamos, respetamos y oramos por ti. Sabemos que eres humano como nosotros. No necesitamos que seas un ministro perfecto, porque todos somos ministrados por un Dios perfecto. La ferviente oración del apóstol Pablo en Efesios 3:14-21 por aquellos a quienes pastoreaba expresa algunos de los anhelos que sentimos por ti mientras nos pastoreas, así que aquí tienes tres peticiones sinceras para tu ministerio.

Por favor, depende de Dios
Como tu familia en la iglesia, agradecemos que seas una persona competente. Pero queremos y necesitamos algo mucho más grande y mejor que un pastor competente. Necesitamos un pastor profundamente dependiente de Dios. Pablo modela esta dependencia, porque estos versículos son una oración.
Pablo anhela que ocurra una poderosa obra espiritual entre los cristianos. ¿Cómo sucederá? Sin duda, él está trabajando arduamente para ello; de hecho, dice que está en prisión por el evangelio. Claramente, no es perezoso ni carece de motivación. Sin embargo, es igual de claro que su arduo trabajo se realiza en dependencia de Dios. En su oración, le pide a Dios que haga la obra que tanto anhela ver. Se lo pide porque conoce el tremendo poder de Dios: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros” (Ef 3:20).
Nos mostrarás tu dependencia de Dios siendo un hombre de oración, orando por nosotros como Pablo oraba por sus iglesias, con sensibilidad, conocimiento, alerta, especificidad y una profunda, urgente dependencia. Por favor, no corras en tu propia fuerza. No nos aconsejes desde tu propia sabiduría. No nos prediques tus propias palabras. No nos ames con tu propio amor. Cuando nos visites en el hospital o guies los funerales de aquellos que perdemos, por favor, no nos des tu propio consuelo.
Confía en Dios como la fuente de todo lo bueno en tu ministerio. Por favor, depende de Él.

Por favor, danos a Dios
Anhelamos que Dios no solo sea la fuente de tu ministerio, sino también su esencia. Como tu familia en la iglesia, tenemos muchas necesidades. A veces estamos desanimados, pecamos y nos sentimos solos. Perdemos nuestros empleos, tenemos dificultades financieras, problemas de salud, y desafíos en nuestros matrimonios y con nuestros hijos. Lo que necesitamos, infinitamente más que los consejos más prácticos y útiles, es una visión grande y cautivadora de Dios. Por favor, haz que el objetivo constante de tu ministerio sea darnos a Dios.
El objetivo de la oración de Pablo aparece en Efesios 3:19: “Para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. Amamos esa frase, “la plenitud de Dios”, que se refiere a la totalidad del carácter, la persona y la gloria de Dios. Pablo ora para que los cristianos (cristianos comunes como nosotros, no santos extraordinarios) estén saturados de eso: de la sabiduría, la belleza, la justicia, la misericordia y la ternura de Dios. Esa es la visión de Pablo sobre la madurez cristiana.
Como congregación, deseamos ser cristianos maduros, no bebés espirituales. Así que necesitamos que nos des a Dios. Cada domingo (y cada día entre esos domingos) necesitamos escucharte proclamar una gran visión de un gran Dios. Necesitamos que estés lleno de Dios, para que nos lo transmitas en cada aspecto de tu ministerio entre nosotros: en las sesiones de consejería que diriges, en los libros que recomiendas, en los sermones que predicas, en las relaciones que construyes. Por favor, no nos des nada menos que a Dios mismo.

Por favor, anhela la gloria de Dios
Finalmente, en todo lo que hagas, en todas tus oraciones, predicaciones y liderazgo, anhela la gloria de Dios. El deseo profundo de Pablo se evidencia en Efesios 3:20-21:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
El objetivo supremo de Pablo es dar a conocer el valor de Dios en todas partes y para siempre (“por los siglos de los siglos”). Como tu familia en la iglesia, necesitamos que valores a Dios por encima de todas las cosas, que anheles no hacerte grande a ti mismo, sino a Dios, que muestres el valor de Dios y lo hagas famoso entre quienes aún no han oído de Él, y entre aquellos de nosotros que sí. Por favor, anhela la gloria de Dios.
En Romanos 11:36, Pablo escribe: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén”. Esto expresa el tipo de pastor que anhelamos que seas. Por favor, depende de Dios como la fuente de tu ministerio entre nosotros (“de Él”). Por favor, danos a Dios como la esencia de tu ministerio para nosotros (“por Él”). Por favor, anhela la gloria de Dios como el objetivo supremo de tu ministerio con nosotros (“para Él”). A medida que nos pastoreas, oraremos estas cosas por ti.
Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.