¿Qué está más cerca del centro de tu vida como cristiano: lo que estás haciendo por Dios, o lo que Dios ya ha hecho por ti a través de Jesucristo? ¿Cuál fundamenta más profundamente tu identidad, afecta con más frecuencia a tu estado de ánimo, despierta más tus pasiones?
Tu respuesta a estas preguntas determinará profundamente la estabilidad, tenacidad, felicidad, audacia y humildad de tu experiencia cristiana. Jesús quiere proporcionarte fundamentos para un gozo inquebrantable.
Regreso gozoso
Hay un momento en el Evangelio de Lucas, en el que 72 de los discípulos de Jesús regresan de un viaje ministerial. Han estado curando enfermos, expulsando demonios y proclamando la llegada del reino. Ahora están de regreso, rebosantes de entusiasmo. Y dicen:
Señor, hasta los demonios se nos sujetan en Tu nombre (Lc 10:17).
Como deja claro el resto del Evangelio de Lucas, los demonios son poderosos seres espirituales que se oponen a Jesús. Por eso, es sorprendente que se sometan a los seguidores de Jesús en el nombre de Jesús. Imagina descubrir que un león feroz y desbocado obedece mansamente tus órdenes verbales. Te asombrarías.
Mejor de lo que crees
Jesús no aplaca el entusiasmo de los discípulos que regresan. De hecho, Su primera respuesta es informarles de que las cosas son incluso mejores de lo que piensan.
Les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc 10:18).
En otras palabras, no son solo los demonios los que se someten a Jesús, sino también su líder. El ministerio de Jesús y Sus seguidores paraliza la influencia de Satanás. La muerte de Jesús priva a Satanás de todo fundamento para acusar a los pecadores ante Dios. La resurrección de Jesús derrota a la muerte misma. La caída de Satanás es inevitable.
Y eso no es todo. Jesús continúa:
Miren, les he dado autoridad para pisotear sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo, y nada les hará daño (Lc 10:19).
Jesús no solo ha dado a Sus seguidores autoridad para obtener una victoria decisiva sobre sus enemigos espirituales (simbolizados por serpientes y escorpiones); también les garantiza que nada, absolutamente nada, les hará daño. No quiere decir que nunca enfermarán, sufrirán, serán perseguidos o morirán (Lc 6:27-29; 9:23-24). Sino que promete mantenerlos a salvo de todo ataque espiritual mientras confíen en Él.
En esencia, Jesús dice a Sus gozosos seguidores: “Lo que está ocurriendo es mejor de lo que imaginan. Mi victoria es más amplia de lo que imaginan. Estás más a salvo y más seguro de lo que crees”.
Gozo bien fundamentado
Llegados a este punto, podríamos esperar que Jesús llamara a Sus discípulos a alegrarse no solo por el sometimiento de los demonios (como ya están haciendo), sino también por el papel que están desempeñando en la derrota del propio Satanás. Pero Jesús no hace eso. De hecho, comienza diciéndoles que no se alegren del sometimiento de los demonios.
Sin embargo, no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan (Lc 10:20).
Jesús no está diciendo que su ministerio carezca de importancia. No está diciendo que nunca debamos alegrarnos cuando el ministerio va bien, el apóstol Pablo hizo exactamente eso (Ro 16:19; 2Co 7:9). Sino que nos llama a arraigar nuestro gozo en algo más profundo que lo que Dios hace a través de nosotros. Nos lleva a ese lugar más profundo en una breve frase:
…sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos (Lc 10:20).
He aquí una base sólida para un gozo duradero. Aquí hay un fundamento más firme que los mayores éxitos espirituales posibles, un terreno de gozo más estable que incluso las asombrosas victorias de los primeros seguidores de Jesús. Estamos salvados. Dios lo hizo.
Escrito por Dios
Cuando entro en el gimnasio de nuestro colegio local para votar en las primarias o en las elecciones generales, me acerco a una mesa frente a las cabinas de votación. Una voluntaria sentada detrás de la mesa me pregunta mi nombre y luego comprueba si estoy registrado en su lista. Solo si mi nombre está ahí puedo votar.
Siempre que nuestra familia sube a un avión, me quedo con nuestros billetes incluso después de habernos acomodado en nuestros asientos. ¿Por qué? Porque si alguien sube después de nosotros y reclama los mismos asientos, quiero poder demostrar que nos pertenecen. Nuestros nombres están en la lista.
Votar y volar son pequeños privilegios. Cuánto mejor es tener tu nombre registrado en la lista del censo del cielo. Jesús dice que los nombres del pueblo de Dios ya están escritos, lo que significa que nuestro futuro eterno con Dios está garantizado. Observa también que Jesús dice que los nombres de los discípulos “están escritos”. Es un verbo pasivo, lo que muchos teólogos llaman pasiva divina. Ningún ser humano, por dotado, amable, consumado, impresionante, educado que sea, puede escribir su propio nombre en el cielo. Solo Dios lo hace. Imagina que Dios escribe tu nombre.
Hace algunos años, recibí notas manuscritas del editor de un proyecto de escritura en el que estaba trabajando. El editor era J. I. Packer (1926-2020). Atesoraba esas notas. Pero he aquí algo infinitamente mejor: Dios mismo ha registrado en el cielo el nombre de cada seguidor de Jesús. Nos conoce personalmente. Nos guardará eternamente. Nuestro futuro con él está garantizado.
Fuera del vaivén del desempeño
Las enseñanzas de Jesús nos ahorran penas y nos ofrecen gracia. Cuando arraigamos nuestro gozo en el éxito del ministerio, es probable que experimentemos lo que un amigo mío llama el “vaivén del desempeño”: sentirnos bien con nosotros mismos cuando nuestro ministerio florece visiblemente, pero inseguros e inadecuados cuando no es así. Ese sube y baja de un día (o de una hora) a otro, dejándonos mareados, desorientados, inestables e infelices (créeme, he pasado algún tiempo en él).
Podemos montarnos en este sube y baja aun cuando reconozcamos que, en última instancia, es Dios quien da el éxito al ministerio. Después de todo, los discípulos reconocieron que los demonios estaban sujetos a ellos en el nombre de Jesús, pero aún así, Jesús los hizo ver fuera del ministerio para mirar la base de su gozo.
Además de ponernos en el vaivén del desempeño, arraigar nuestro gozo en el éxito del ministerio puede crear distancia entre nosotros y nuestros amigos del ministerio al tentarnos a comparar logros, lo que nos lleva a sentimientos de insuficiencia o superioridad (o ambos). Como un rascacielos construido sobre suelo inestable, todo puede parecer bien por un tiempo, pero ese edificio eventualmente comenzará a inclinarse.
A través del éxito y del fracaso
Jesús ofrece a Sus discípulos una base sólida que sostendrá su gozo a pesar del éxito espectacular o del aparente fracaso. Imagina poder alegrarte en el peor día de tu ministerio y permanecer humilde en el mejor. Jesús nos da eso. Nos invita a experimentar el gozo de nuestra salvación, la alegría que brota de lo que Dios ya ha hecho por nosotros.
Debido a que este fundamento es obra de Dios, no depende de nosotros. Porque es la obra ya realizada de Dios, no depende de nuestras victorias o fracasos futuros. Además, nos une a todos los demás cristianos porque, independientemente de nuestra inteligencia, logros, productividad o educación, el fundamento común de nuestro gozo más profundo es el mismo: la obra salvadora de Dios por nosotros a través de Cristo.
Entonces, ¿qué está más cerca del centro de tu experiencia cristiana: lo que estás haciendo por Dios, o lo que Dios ya ha hecho por ti a través de Jesucristo? Jesús mismo nos invita a permanecer juntos en el terreno del gozo inquebrantable que Él ofrece.
Artículo publicado originalmente en Desiring God.