La confrontación: ¿odio o amor según la Biblia?

Todos hemos experimentado la frustración de descubrir que no siempre conseguimos decir las cosas de la mejor manera.
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Se ha vuelto común que cristianos acusen de falta de amor a otros que toman posiciones firmes en cuestiones éticas, doctrinales y prácticas. La discusión, la confrontación y la exposición de las posiciones de otros se consideran falta de amor. Pero ¿es posible corregir a nuestros hermanos sin apartarnos del mandamiento de amar? Es más, ¿es posible amar a otros creyentes sin corregirlos?

Este artículo explora la relación entre el amor bíblico y la confrontación. A través de ejemplos en la Escritura veremos cómo la verdad y el amor, lejos de estar en conflicto, se complementan en la vida del creyente.

El amor y el llamado a luchar por la verdad

Sin duda, se cometen muchos errores al corregir a otros. Es posible que en el calor de un debate se digan palabras que podrían haber sido expresadas de otro modo. La sabiduría radica en conocer “el tiempo y el modo” de decir las cosas (Ec 8:5). Todos hemos experimentado la frustración de descubrir que no siempre conseguimos expresarnos de la mejor manera.

Sin embargo, no puedo aceptar que sea falta de amor confrontar a hermanos que entendemos que no están caminando en la verdad, así como Pablo confrontó a Pedro cuando este dejó de andar de acuerdo con la verdad del evangelio (Ga 2:11). Muchos dirán que esa actitud es arrogante y que nadie es dueño de la verdad. Otros, sin embargo, entenderán que es parte del llamado bíblico examinar todas las cosas, retener lo bueno y rechazar lo que es falso, equivocado o injusto.

Considerar el desacuerdo con el error de alguien como falta de amor es desconocer la naturaleza del amor bíblico. El amor y la verdad caminan juntos. El profeta Oseas reclamó que no había ni amor ni verdad entre los habitantes de la tierra en su época (Os 4:1). Pablo pidió a los efesios que siguieran la verdad en amor (Ef 4:15) y denunció ante los tesalonicenses a quienes no recibían el amor de la verdad para ser salvos (2Ts 2:10). Pedro afirma que la obediencia a la verdad purifica el alma y lleva al amor no fingido (1P 1:22). Juan desea que la verdad y el amor del Padre estén con sus lectores (2Jn 3).

La verdad y el amor, lejos de estar en conflicto, se complementan en la vida del creyente. / Foto: Lightstock

Querer que la verdad predomine no puede confundirse con falta de amor hacia quienes enseñan el error. La mención del amor resuena en el corazón de los creyentes, pero lo que sale de los labios no garantiza espiritualidad ni verdad; algunos se jactan de amar, pero no llevan una vida recta ante Dios. Justamente, el profeta Ezequiel condenó esa tendencia a hablar de amor y tener otras intenciones en el interior: “Hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia” (Ez 33:31, RV60). 

A veces, el énfasis en el amor puede ser una excusa para encubrir una conducta inmoral o irregular ante Dios. Pablo criticó a los creyentes de Corinto porque se jactaban de ser una iglesia espiritual y amorosa, pero toleraban inmoralidades entre ellos: “Ustedes se han vuelto arrogantes en lugar de haberse entristecido, para que el que de entre ustedes ha cometido esta acción fuera expulsado de en medio de ustedes! […] La jactancia de ustedes no es buena” (1Co 5:2, 6). Se trataba de un joven “incluido” en la iglesia que… ¡se acostaba con su madrastra!

El ejemplo del apóstol Juan 

El discurso de algunas iglesias que hoy toleran conductas irregulares en sus miembros es similar: se presentan como amorosas, que no condenan ni excluyen a nadie. Sin embargo, el apóstol Juan nos demuestra que la falta de confrontación no es otra cosa que falta de amor.

Nadie en la Biblia habló más del amor que el apóstol Juan, conocido como el “apóstol del amor”. Él decía que amaba a los creyentes “en la verdad” (2Jn 1; 3Jn 1), porque ellos andaban en la verdad. “Verdad” en las cartas de Juan tiene un componente teológico y doctrinal; tiene que ver con el evangelio en su plenitud. Juan ama a sus lectores porque, junto con él, conocen la verdad y andan en ella. La verdad es la base del verdadero amor cristiano. Amamos a los hermanos porque compartimos la misma verdad sobre Dios y Cristo.

El apóstol Juan nos demuestra que la falta de confrontación no es otra cosa que falta de amor. / Foto: Jhon Montaña

Sin embargo, esto es lo que el apóstol del amor dijo contra los maestros y líderes que se habían desviado de la verdad:

  • “Ellos salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron, a fin de que se manifestara que no todos son de nosotros” (1Jn 2:19).

  • “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1Jn 2:22).

  • “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo” (1Jn 3:8).

  • “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano” (1Jn 3:10).

  • “Y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios. Este es el espíritu del anticristo, el cual ustedes han oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1Jn 4:3).

  • “Pues muchos engañadores han salido por el mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el engañador y el anticristo” (2Jn 1:7).

¿Podríamos acusar a Juan de falta de amor por la firmeza con que se opone al error teológico? El amor que exigen algunos cristianos sentimentales termina convirtiéndose en la postura de quienes no tienen convicciones. El amor bíblico disciplina, corrige, reprende y dice la verdad. Y cuando se encuentra ante el error, acompañado de arrepentimiento y contrición, perdona, olvida, tolera y soporta.

El Señor Jesús, al perdonar a la mujer adúltera, añadió: “Vete y no peques más”. El amor perdona, pero también exige rectitud. El Señor pidió al Padre que perdonara a Sus verdugos, que no sabían lo que hacían. Sin embargo, durante la semana que precedió a Su martirio, no dejó de censurarlos, llamándolos hipócritas, raza de víboras e hijos del infierno. Esta separación entre amor y verdad, realizada por algunos cristianos, convierte al amor en un mero sentimentalismo vacío.

El amor bíblico disciplina, corrige, reprende y dice la verdad. / Foto: Unsplash

Amor genuino

Concluimos, entonces, afirmando que la confrontación en el amor no es un signo de dureza, sino de verdadero compromiso con la verdad de Dios. El amor bíblico no puede separarse de la verdad, ni puede permitirse diluirse en un sentimentalismo que ignora el pecado. La corrección, cuando se hace con sabiduría y humildad, es una expresión genuina de amor, tal como lo vemos en los ejemplos de Pablo, Juan y del mismo Señor Jesús. 

La verdadera comunión entre los creyentes se edifica sobre la base de la verdad y el amor, que no son opuestos, sino que se complementan y fortalecen mutuamente en la vida cristiana. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a seguir Su ejemplo: amar a nuestros hermanos lo suficiente como para guiarlos en la verdad, corrigiendo con gracia y luchando por su santidad.

Augustus Nicodemus Lopes

Es un ministro presbiteriano, teólogo, profesor, conferenciante internacional y autor de éxito. Augustus tiene una licenciatura en teología en el Seminario Presbiteriano del Norte en Recife, Brasil, una Maestría en Teología en Nuevo Testamento de la Universidad Reformada de Potchefstroom, Sudáfrica, y un doctorado en interpretación bíblica en el Seminario Teológico de Westminster en Filadelfia. Él es también un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Recife.

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