Dinero, ofrendas y la iglesia

Hay que tener mucho cuidado al tratar estas cosas en la iglesia. El dinero y la religión es una mezcla potencialmente explosiva. Los principios, reglas y límites deben estar claramente delineados.

Teniendo en cuenta que la Biblia dice que el amor al dinero es la raíz de toda clase de males (1Ti 6:10), ¿deberíamos prohibir completamente a la iglesia cristiana cualquier referencia al “vil metal”? Creo que no, aunque la historia de la iglesia ha demostrado que la alerta de la Biblia es verdadera. Muchos de los problemas ocurridos con pastores, predicadores y misioneros, que traen divisiones y escándalos tienen que ver con el dinero. Quien no recuerda los escándalos financieros involucrando algunos famosos evangelistas en distintas épocas, que incluso tenían programas de televisión y eran mundialmente conocidos. ¿O más recientemente, en mi país (Brasil), las denuncias que han surgido involucrando a líderes evangélicos? Pero eso no es todo. Un enfoque erróneo sobre el dinero también acaba causando problemas en la propia concepción de lo que es la iglesia y de lo que es un cristiano. Puesto que toda iglesia mueve dinero de los miembros para sus fines apropiados, siempre aparecen problemas relacionados con el uso correcto de estos recursos y los derechos que ellos dan a quien contribuye. La cuestión es tan seria que algunas iglesias decidieron no tener pastores remunerados, como es la Congregación Cristiana en Brasil, fundada en 1910 por Luis Francescon, en Paraná, al sur de Brasil. Cada pastor debe tener un empleo, del cual obtiene su sustento. Otras iglesias buscan hacer el levantamiento de las ofrendas de los miembros de la forma más discreta posible, siempre dejando claro que son contribuciones voluntarias, que no traen otro beneficio al donante sino el placer de contribuir. Quisiera resaltar algunos puntos que creo están claramente expuestos en la Biblia, en cuanto a esto, buscando un equilibrio en este asunto tan delicado.

  1. Todo lo que existe pertenece a Dios. Él es el Señor de todo y de todos. Nuestros recursos no son nuestros. Ni los de la iglesia. Somos administradores de los bienes que Dios nos ha confiado.
  2. El dinero en sí no es bueno ni malo, dependerá del uso que hagamos de él y de nuestra actitud hacia él. Podemos usar el dinero o ser utilizados por él. Podemos usar el dinero para vivir, o vivir para el dinero. El dinero, cuando es bien empleado, se convierte en bendición para la vida de muchos.
  3. La iglesia de Cristo, al estar en este mundo, tiene gastos con edificios, personal, impuestos, salarios, obra misionera y obra social. Para cumplir estos compromisos, ella busca recursos entre sus miembros. Todos los que participan en una iglesia deben contribuir generosamente al mantenimiento de la misma, no por obligación, sino por entender la tarea y la naturaleza de la iglesia.
  4. Toda contribución a la iglesia es voluntaria. Ella debe ser hecha con amor y generosidad. Quien contribuye a la iglesia debe hacerlo sin esperar nada a cambio, ni favores divinos y ni privilegios humanos. El Señor Jesús dijo que nuestra mano derecha no debe saber lo que hace la izquierda, cuando se trata de dar y contribuir.
  5. La contribución a la iglesia debe ser vista como un acto del culto que prestamos a Dios. Dar a la iglesia no es lo mismo que pagar una mensualidad o la prestación de tu automóvil o de tu casa. Por este motivo, muchas iglesias separan un momento en el culto donde los creyentes dejan sus contribuciones ante el Señor. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios entregaba sus contribuciones en medio de ceremonias religiosas cuidadosamente planificadas para destacar la soberanía de Dios sobre todas las cosas y nuestro deber de servirlo, incluso con nuestros bienes.
  6. Nuestras contribuciones a la iglesia no compran beneficios de parte de Dios. Es verdad que Dios prometió bendecir y recompensar a los que ofrecen con corazón alegre, pero esta bendición es gratuita y no debe ser vista como “comprada” por dinero. Esto sería una grave ofensa ante Dios. Simón, el mago, pensó que podía comprar con dinero el don del Espíritu Santo, pero fue rechazado radicalmente por el apóstol Pedro.

Conclusión Hay que tener mucho cuidado al tratar estas cosas en la iglesia. El dinero y la religión es una mezcla potencialmente explosiva. Los principios, reglas y límites deben estar claramente delineados. Los medios de gracia, el bautismo y la Santa Cena, son ofrecidos libremente por la iglesia a todos los verdaderos cristianos, sin que para esto se consulte la lista de los contribuyentes y de los no contribuyentes, si es que la misma existe. Servicios pastorales como funerales, visitas, etc., están disponibles gratuitamente a todos los que lo deseen. La iglesia sobrevive de ofrendas voluntarias, que nada piden a cambio. Y sin pedir nada a cambio, la iglesia también ministra los sacramentos y el cuidado por las almas. El Señor Jesús dijo a los apóstoles (y, por lo tanto, a todos los pastores): “De gracia recibieron, den de gracia” (Mt 10:8). Él se refería al evangelio, que debía ser impartido al pueblo gratuitamente.

Augustus Nicodemus Lopes

Es un ministro presbiteriano, teólogo, profesor, conferenciante internacional y autor de éxito. Augustus tiene una licenciatura en teología en el Seminario Presbiteriano del Norte en Recife, Brasil, una Maestría en Teología en Nuevo Testamento de la Universidad Reformada de Potchefstroom, Sudáfrica, y un doctorado en interpretación bíblica en el Seminario Teológico de Westminster en Filadelfia. Él es también un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Recife.

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