¿Un cristiano que vive sin tener en cuenta a Dios?

Necesitamos reformarnos todo el tiempo, no solo en cuanto a la doctrina, sino también, en cuanto a la práctica de nuestra fe.
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“Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” (Jer. 17:9).

Las flores son hermosas, pero desde el momento en que están en un florero sobre la mesa del comedor ya empezaron a morir. Necesitan estar conectadas a sus raíces para mantener su vida. Y como nos gustan las flores bellas, y más si no tenemos que reemplazarlas cuando se marchitan, las hacemos de plástico. Artificiales. Al verlas día tras día, nos acostumbramos a ellas, y hasta pensamos que son bellas flores reales. Pero no lo son. Si eso pensamos, estamos engañados. La Biblia nos habla de que un experto en engaños es nuestro propio corazón. Puede estar engañándonos de muchas maneras. Incluso ahora mismo. Tanto para un extremo donde nos acusa constantemente de nuestro pecado, como para el otro extremo donde nos justifica por nuestras acciones “buenas o cristianas”. En ocasiones, podemos caer en una especie de engaño espiritual al sentir que somos buenos cristianos, hombres y mujeres piadosos, por el solo hecho de que apartamos un tiempo en la mañana para leer la Biblia y orar. Nos sentimos realizados, marcamos como “completada” la tarea de mi “tiempo devocional” de hoy. Y pasamos a otra cosa. O por el hecho de que cada domingo nos congregamos en la iglesia local. Ya cumplimos con Dios y podemos irnos en paz para el resto de la semana. Ambas son cosas buenas, pero cumplir lo externo de un acto es la mitad del camino nada más. Y luego de esto, muchos pensamos: somos buenos cristianos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Viviendo sin tener en cuenta a Dios

La cuestión es que, si luego de estas cosas me desconecto a mí mismo del “modo devocional” para vivir como cualquier otra persona sin Dios –sea en mi trabajo, con mi familia, en la calle, etc.– no estoy siendo más que un impío. La impiedad es no tener en cuenta a Dios. Y muchos cristianos podemos caer en una impiedad práctica, aunque podamos recitar de memoria el credo apostólico y los cánones de Dort. Jerry Bridges, un teólogo cristiano, se refiere a esto en su libro Pecados Respetables: “La impiedad puede definirse como un estilo de vida que no toma en cuenta a Dios, ni su voluntad, ni su gloria, ni la dependencia de él… Dios es totalmente irrelevante en su vida”. Y continúa luego diciendo sobre los cristianos en particular: “Lo triste de esto es que muchos creyentes también tendemos a vivir sin pensar en Dios. Quizá leemos nuestra Biblia y oramos un par de minutos al empezar cada día, pero cuando salimos a nuestras actividades diarias, vivimos básicamente como si Dios no existiera”. Por eso creo firmemente que nuestro corazón tiene esa capacidad innata de engañarnos, de ponernos en un modo offline de nuestra devoción a Dios. Se espera, bíblicamente, de los cristianos, que todo lo que hagamos lo hagamos teniendo en cuenta principalmente al Señor (Col. 3:17). Pero si yo no estoy consciente de su presencia a lo largo de mi día tendré la tentación y la inclinación a vivir sin tenerle en cuenta en mis decisiones, en mis pensamientos, en mis reacciones a todo lo que acontezca. Es bueno recordar que Dios no es el mago de la lámpara que se va cuando termino de pedir mis deseos. Él está con nosotros, todo el tiempo, en todo lugar. Todos queremos ser como ese “árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera” (ver Salmo 1), pero no recordamos que el versículo anterior dice: “En la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche”. Si nosotros no estamos aprendiendo a disfrutar a Dios por medio de su Palabra, en todo momento, y en todo lugar, ¿por qué luego estamos pretendiendo ser hombres y mujeres piadosos? Es engañoso, ¿verdad?

Necesitamos un cambio

Debemos asumir un compromiso diario: luchar para estar conscientes de la presencia de Dios con nosotros, estar anhelando llevar cada circunstancia a Dios en oración, meditar en la Palabra de Dios en todo momento y para cada decisión o circunstancia. ¿O acaso estamos afanados por todo como los que no tienen a Dios? Es triste reconocerlo, pero cada uno de los cristianos tenemos esta lucha diaria. La pregunta no es si ya lo hemos superado, más bien debemos preguntarnos: ¿estamos luchando por esto?, ¿estamos conscientes de nuestra constante dependencia de Dios?, ¿estamos conscientes de que nuestro corazón es engañoso? El rey David dijo: “¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos” (Sal. 19:12).

Necesitamos una reforma

Necesitamos reformarnos todo el tiempo, no solo en cuanto a la doctrina, sino también, en cuanto a la práctica de nuestra fe. Viviendo la doctrina que afirmamos y profesamos creer. Viviendo la doctrina que compartimos en las redes sociales y que defendemos fervientemente. Que no se quede en un servidor de Internet. En cambio, que vivamos no amoldándonos a lo que nos rodea, y perseverando de manera real y diaria en la Palabra de Dios, que es lámpara a nuestros pies y luz para nuestro diario caminar. Leyendo, meditando, orando y viviendo la Palabra. Hagamos nuestra la oración del salmista: “¡Ojalá mis caminos sean afirmados para guardar tus estatutos!” (Sal. 119:5). ¿Fallamos? Hay gracia. Hay perdón. Dios es fiel y justo. ¿Queremos cambiar? Hay gracia y poder del Espíritu Santo para hacerlo. Busquemos que esto se haga real y palpable en nuestras vidas.

Enrique Oriolo

Enrique es co-fundador de Soldados de Jesucristo, actualmente sirve como misionero y pastor ordenado en la Iglesia Bíblica de City Bell, en Argentina. Está casado con Tamara y es padre de dos hijas, Luz y Paz.

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