“Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo. Recuerden lo que les dije: me voy, pero volveré a ustedes” (Jn 14:27–28a). En medio de situaciones que parecen insoportables, he dicho: ¡ya regresa Señor!, pero es una forma de escapismo porque no quiero lidiar con la obediencia que Dios me pide cada día. Es más fácil excusarnos en pensar que no siempre podemos estar en completo estado de paz, porque alguien o algo “me quitó o robó mi paz”. Esto enseña el mundo, que “tener paz” es ausencia de problemas, que tú decides no dejar que te roben o molesten. ¡Cuán equivocado está el mundo! La verdadera paz nos es dada en fe en la Persona de Cristo cuando nos reconcilió con Dios a causa de nuestro pecado. Personalmente, el tráfico es una prueba constante en mí, de que las cosas más pequeñas causan reacciones que denotan lo grande que está ocurriendo en mi corazón. Precisamente mientras estaba en el tráfico, pensé en estos pasajes. El Espíritu Santo confrontó mi corazón al meditar en las razones por las que no mostramos el fruto de paz. Algunas veces es control, otras veces es enojo, otras más son angustia, pero todas proceden del temor.
Entonces, ¿Por qué tememos?
Las circunstancias. Jesús llama a Pedro a seguirle en medio de lo imposible para él, Pedro acepta, pero duda y teme. “Al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” (Mt 14:31). Las circunstancias no son el problema, Dios las usa para perfeccionarnos, no hay nada que temer porque estamos en y con Cristo. Falta de conocer más a Dios. Los discípulos están creciendo en conocer al Mesías, y en tribulación les prueba cuando temen: “Y les contestó: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”, Mat 8:26. “Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aún los vientos y el mar le obedecen?” (v.27). Necesitamos conocer más del Señor para admirarlo más por Quién es, para no temer lo que en Su soberanía permite a nuestro alrededor. Por momentos de escasez. Jesús dice a sus discípulos: “Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará El mucho más por ustedes, hombres de poca fe? “Por tanto, no se preocupen, diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿qué beberemos?’ o ‘¿con qué nos vestiremos? Porque los Gentiles (los paganos) buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su Reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas” (Mt. 6:30–34). Por angustia, miedo a la muerte. “No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy” (Jn 14:1–3). Son las palabras de Jesús a sus discípulos, son Sus palabras para ti y para mí en nuestro hoy, pero también ese dolor nos llama a la esperanza viva que Él regresará y viviremos EN paz eternamente. Mientras tanto, somos llamadas mostrar el fruto de Paz que mora en nosotras, por fe.
Cristo ya venció
Entonces, ¿observaste el común denominador de los pasajes arriba mencionados? “Hombres de poca fe”. El temor se alimenta de la incredulidad, la fe se alimenta del temor a Dios y el resultado es vivir en Cristo Quien es nuestra Paz, para mostrar Su fruto en obediencia diariamente. Si bien la fe es un don de Dios (Ef. 2:9), nosotras lo ejercitamos leyendo Su Palabra, orando y descansando en la obra de Cristo, en cada circunstancia hasta que Él asiente esas verdades en nuestro corazón. No se trata de sentimientos, y ciertamente no se trata de nosotras. Fe es confiar en Él, y solo confías en Quien conoces. No solo es información, es convicción en la obra de Cristo hoy, y para siempre. Cristo ya venció para vivir nuestro hoy y mañana. Este no es nuestro mundo, pero mientras vivamos aquí tendremos aflicciones, por eso Jesús dijo a estos discípulos y a nosotras: “¡Confíen Yo he vencido al mundo!” (Jn 16:33). Si Él venció, nosotras con Él (Rom 8:28-39). Cristo venció para libertarnos de todo temor que no sea a Él. Si Él es poderoso para hacerte Suya, también es Fiel para sostenerte cuando tienes temor para redirigirte a Él. Jesús no abandonó a sus discípulos en los tres años de Su ministerio, sino que continuamente les recordaba qué les sucedería, por qué y cómo debían responder. Pero no los dejaría solos, el Espíritu Santo vendría a morar en ellos, y cuándo sucedió, entendieron y su fe se afirmó. Sucede igual con nosotras. Desde que somos Sus discípulas estamos siendo moldeadas por Él en medio de un mundo que grita a la satisfacción de nuestro yo. Hoy tenemos Su Palabra que nos advierte, nos dice como responder a Él para vivir en paz. Podemos confiar que Él nos sostiene, nos conforta y hace crecer a Su semejanza. Solo cuando atesoramos esto, podemos sentir el sabor dulce de ser afligidas para ser como Él (Fil. 1:27), y vivir en paz. ¡Cristo ha vencido! ¡Ten paz! ¡Él regresará! Hoy ve y camina sin temor por fe.