Podemos planificar malvadamente bien, pero hay una mejor forma

Mientras haces tus planes para otro año o temporada, arrodíllate bajo la meticulosa y omnipresente soberanía de Dios.
Foto: Envato Elements

En la época del año, cuando las hojas empiezan a cambiar de color y los horarios normales emergen y florecen de nuevo, a menudo nos detenemos a hacer planes para los meses venideros. La lentitud y los ritmos irregulares del verano dan paso a los latidos constantes del trabajo, la escuela y la vida eclesiástica. Este cambio de estación presenta una encrucijada en la que es natural detenerse y revisar qué, por qué, cómo y con qué frecuencia hacemos todo lo que hacemos.

Y es bueno planificar. “Los proyectos del diligente”, nos dice Dios mismo, “ciertamente son ventaja” (Pro 21:5). Nos manda estudiar la hormiga:

Ve, mira la hormiga, perezoso, 

Observa sus caminos, y sé sabio.

La cual sin tener jefe, 

Ni oficial ni señor, 

Prepara en el verano su alimento 

Y recoge en la cosecha su sustento (Pro 6:6-8).

En otras palabras, planifica y trabaja con antelación, como cualquier persona sabia.

Y, sin embargo, nuestra planificación, incluso siendo cuidadosa e intencionada, puede ser tranquilamente perversa. Puede parecer que lo tenemos todo pensado y organizado, pero en realidad nuestros planes son insensatos y ofensivos. Escucha la advertencia del apóstol Santiago:

Oigan ahora, ustedes que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia”. Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, debieran decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Stg 4:13-15).

La biblia nos llama a planificar y trabajar con antelación, como cualquier persona sabia. / Foto: Envato Elements

Planes buenos y malos

En esta parte de su carta, Santiago se enfrenta a los hombres aparentemente exitosos de su época. En los versículos siguientes, continúa diciendo: “¡Oigan ahora, ricos! Lloren y aúllen por las miserias que vienen sobre ustedes… Han vivido lujosamente sobre la tierra, y han llevado una vida de placer desenfrenado” (Stg 5:1, 5). Pero antes de llegar a su codicia y autogratificación, desenmascara su arrogancia. Su éxito les ha hecho creer que conocen y controlan su futuro.

Oigan ahora, ustedes que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia” (Stg 4:13).

¿Qué hacen mal estos hombres? Están presumiendo saber dónde harán negocios, y cuánto tiempo prosperará su negocio allí, y cuánta ganancia obtendrán en el proceso. Después de todo, ya han hecho todo esto antes, probablemente docenas de veces, por lo que se han acostumbrado cómodamente al éxito, tan cómodamente que han empezado a presumir del éxito.

Sin embargo, antes de burlarnos de ellos, deberíamos preguntarnos con qué frecuencia caemos en tentaciones similares. Puede que no viajemos para comerciar en mercados extranjeros, pero todos podemos empezar a suponer que Dios hará esto o aquello ―en nuestro trabajo, en nuestro matrimonio o en la crianza de los hijos, en nuestro ministerio― y caer en una especie de piloto automático espiritual. Santiago presiona sobre esa tendencia al piloto automático hasta que vemos el impulso como lo que realmente es.

Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora se jactan en su arrogancia. Toda jactancia semejante es mala (Stg 4:15-16).

Santiago califica de malvada esta clase de planificación. Aunque tuvieran razón acerca de lo que sucedería, sus planes estaban equivocados, terriblemente equivocados.

La Epístola de Santiago enfrenta a los hombres aparentemente exitosos de su época.

Tres remedios para la arrogancia

Santiago no se limita a confrontar a estos hombres arrogantes con su arrogancia; también aplica lo que sabe de Dios para invitarlos a los caminos y planes de la humildad. Y lo que comparte, en solo un puñado de frases, habla tan alto a nuestras tentaciones de presunción como lo hizo a los de su tiempo. Recuerda a estos hombres lo que no saben (y no pueden saber), lo que no pueden hacer o controlar con sus propias fuerzas, y (más sutilmente) lo único que siempre pueden hacer cuando se dispongan a planificar otra temporada de trabajo, vida o ministerio; de hecho, lo único que deben hacer.

Lo que no sabes

Una vez más, comienza diciendo: “Oigan ahora, ustedes que dicen: ‘Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia’. Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana” (Stg 4:13-14). Crees que sabes adónde te diriges, cuánto tiempo pasarás allí y cuánto dinero ganarás, pero no sabes nada, al menos no con la certeza que sientes ahora. Puedes planificar y prepararte todo lo que quieras, pero la realidad puede apartarse drásticamente de lo que has imaginado.

La empresa puede quebrar, o Dios puede cuadruplicar de repente tus previsiones. La familia podría crecer inesperadamente, o podría ocurrir una tragedia impensable. Tu ministerio personal podría experimentar una sequía prolongada a pesar de la intencionalidad y el esfuerzo ―o podrías ver frutos que nunca antes habías visto. No puedes garantizar, y mucho menos controlar, lo que sucederá este otoño, o este año fiscal, o dentro de cinco años. No lo sabes― ¿lo sabes?

Teniendo en cuenta lo fácil y sutilmente que se nos hincha el orgullo a todos, es profundamente bueno, espiritual y eternamente bueno, que nos recuerden lo mucho que no sabemos.

Ante el orgullo, es crucial recordar cuán poco conocemos sobre el futuro. / Foto: Unsplash

Lo que no puedes controlar

Además de no saber todo lo que no sabemos, no podemos hacer ni controlar tanto como tendemos a pensar. Santiago nos hace reflexionar en el versículo siguiente: “Ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.  (Stg 4:14). Estos “exitosos” hombres de negocios miraban su historial y sus informes de beneficios y llegaban a conclusiones horribles. En lugar de ver la mano soberana y generosa de Dios, pensaban más en sí mismos. En lugar de caer de rodillas en asombrada gratitud, se pararon un poco más altos, admirando la fuerza y el ingenio que veían en el espejo.

¿Cómo es tu vida? ¿Eres capaz de escuchar el corazón pastoral que se esconde tras tanta franqueza? “Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Stg 4:14). ¿Y qué puede hacer un vapor? En un día especialmente caluroso, un vapor puede refrescarnos por un momento, si es que dura tanto. Pero no hace casi nada. Comparados con la mente y el poder infinitos de Dios, no podemos hacer nada.

Una forma que tiene Dios de protegernos de la arrogancia es recordarnos nuestra insignificancia. Todo lo que ahora nos parece tan grande, importante e impresionante en nuestras vidas terrenales se desvanecerá y desaparecerá rápidamente. No somos más que una diminuta ráfaga de humedad, que se evaporará casi de inmediato. Dios, en cambio, sabe todo lo que hay que saber, y todo lo puede. Él inventó el vapor, el trabajo y a nosotros.

No podemos hacer ni controlar tanto como tendemos a pensar. / Foto: Envato Elements

Lo que siempre puedes hacer

No sabemos todo lo que creemos saber sobre el futuro, y no podemos controlar todo lo que pretendemos controlar, así que ¿podemos hacer algo ahora en lo que respecta a los próximos meses y años? ¿Es inútil que intentemos planificar el futuro? No, escucha cómo Santiago les guía para que abandonen la arrogancia y hagan planes que glorifiquen a Dios:

Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Stg 4:15).

No les dice que dejen de planificar. Les dice que dejen de planificar sin tener en cuenta a Dios. Dejen de planificar sin hacer referencia a la parte más importante. Positivamente, haz tus planes ―todos tus planes― bajo Dios. La forma más obvia de hacerlo es orar.

Es simple y sin embargo sobrenatural. Es sencillo y a la vez tan contracultural. Mientras haces tus planes para otro año o temporada, arrodíllate bajo la meticulosa y omnipresente soberanía de Dios. Recuerda que no irás a ninguna parte ni lograrás nada a menos que Él quiera. No vivirás si Él no quiere. ¿Hay algún hábito en tu vida que diga que crees eso? ¿Aún ondea esa bandera sobre todo lo que quieres hacer este año?

La Biblia no nos prohíbe planificar, sino que nos advierte de hacerlo sin tener en cuenta a Dios. / Foto: Envato Elements

Pasividad perversa

Santiago da una última nota (aparentemente extraña) en este párrafo sobre la planificación impía: “A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado” (Stg 4:17). ¿Qué relación tiene esto con los versículos que acabamos de leer? Después de decirles lo que deben dejar de hacer, vuelve aquí y termina con un versículo sobre los peligros de la pasividad.

Teniendo en cuenta lo que ya hemos visto, parece que lo primero que hay que hacer es reconocer a Dios en todo lo que hacemos, y no solo reconocer Su soberanía sobre nuestras vidas, sino buscar activamente Su ayuda y guía en ellas. La oración no es un reconocimiento pasivo de Dios. La oración es cualquier cosa menos pasiva. A través de la oración, invitamos activa y persistentemente al Dios soberano a hacer lo que ha dicho que hará. Y muy a menudo (¿puedes creerlo?) Él elige realizar esos planes infinitos y eternos mediante nuestras oraciones pequeñas, modestas y secretas.

Sin embargo, este versículo trata de algo más que la oración (tan gloriosa y poderosa como es la oración). Cuando Santiago dice: “Aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace”, se refiere a todo tipo de inactividad pecaminosa. Ya nos ha advertido sobre un tipo malvado de proactividad: hacer planes e intentar trabajar sin confiar en Dios. Ahora nos advierte sobre una pasividad malvada: conocer las cosas difíciles que Dios nos ha llamado a hacer y, sin embargo, negarnos a hacerlas.

La fe sincera en la soberanía de Dios sobre todo no conduce a la retirada o a la inacción. No, este tipo de fe enciende una vida con propósito, convicción y determinación. Entonces, ¿qué cosa difícil te ha llamado Dios a hacer este año? ¿En qué aspectos te sientes tentado a rehuir una obediencia más plena y costosa hacia Él, en tu trabajo (o estudios), en la iglesia local, en la evangelización y el discipulado, en el matrimonio y la paternidad? Resuélvete ahora a hacer las cosas correctas que sabes que debes hacer, y hazlas ―a cada paso― en dependencia de Dios en oración.


Publicado originalmente en Desiring God.

Marshall Segal

Marshall Segal

Marshall Segal es un escritor y editor para desiringGod.org. Es graduado del Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa tiene un hijo y viven en Minneapolis.

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