Esta es la primera parte de una serie de dos artículos acerca de la rendición de cuentas. Mientras en este artículo cubrimos el «por qué» de la rendición de cuentas, en el próximo consideraremos el «cómo».
Esta es una frase que puede provocar diferentes emociones. Algunos tienen temor de ella; creen que otra persona va a entrometerse en sus vidas y probablemente, va a desagradarle lo que descubrirá. Otros creen que es algo bueno; ¿por qué no querer que alguien camine a nuestro lado mientras transitamos por nuestra vida cristiana? A otros les gusta la teoría de esta frase, pero no la práctica. Muchas personas visitan nuestra iglesia en Niddrie durante unas pocas semanas y a menudo en sus visitas, comentan: “Desearía ser parte de esta clase de comunidad y tener esta rendición de cuentas”. Sin embargo y con frecuencia, después de que estas mismas personas han vuelto para quedarse, comentan luego de algunos meses, “¿Por qué esta gente no me deja en paz? ¡Ya no quiero tener que hablar de problemas del corazón!”.
Si has estado involucrado en este tipo de relación de rendición de cuentas, estoy segura de que te has encontrado con estas actitudes, o es posible que tú mismo las hayas tenido. Entonces, ¿por qué molestarse? ¿Por qué molestarse con las complicaciones de reunirse regularmente con alguien? ¿Por qué la gente debería contarte sus secretos más profundos y más oscuros? ¿Por qué molestarse cuando la mayoría de las veces, la gente ni siquiera aparece, no viene preparada o tampoco escucha lo que tienes para decirle? Al fin de cuentas, todos los cristianos tienen una Biblia y al Espíritu Santo morando en ellos y, ¿acaso eso no es suficiente? Y nuestra relación con Dios, ¿no es acaso algo privado?
Espero que al finalizar esta serie sepas las respuestas a estas preguntas y tengas un mayor entendimiento de la importancia de la rendición de cuentas. Creo que la mejor manera de analizarlo es haciendo algunas preguntas sencillas: ¿Por qué debemos rendir cuentas? ¿Cómo es una relación de rendición de cuentas?
¿Por qué debemos rendir cuentas?
Si buscas en una concordancia de la Biblia, no encontrarás la frase rendición de cuentas. Pero en la Escritura encontrarás principios y ejemplos de relaciones de discipulado. Creo que el lugar más obvio para empezar es con el mismo Jesús. Él escogió doce discípulos que tenían que seguirle durante su ministerio terrenal. Comían juntos, viajaban juntos, dormían juntos y eran instruidos por el Señor (Jn. 12:16; Mr. 3:7, 20 y Mr. 6:1, 30-32). Jesús era intencional con estos hombres; él invirtió tiempo, energía y esfuerzo en ellos. Estoy segura de que no era un grupo de hombres fáciles de amar: ellos discutían entre sí, intentaban ser el “mejor” de Jesús, y eran lentos para entender lo que él les enseñaba. Uno de ellos era súper impulsivo, otro lo traicionó por un poco de dinero, otro dudó de lo que Jesús decía ser. ¡Yo no hubiera sido tan paciente con ellos como Cristo lo fue! Y puesto que los amaba, él continuó haciendo su vida junto a ellos. Qué ejemplo para nosotros, que con frecuencia queremos tirar la toalla después de haber sido defraudados por primera vez.
O piensa en el apóstol Pablo. Él es famoso por sus escritos, sus viajes misioneros y la plantación de iglesias. Pero él también tuvo hombres en su vida en quienes invirtió. Piensa en Timoteo y en Tito. Al comienzo de las cartas a estos hombres, Pablo los llama “mi verdadero hijo” y “mi hijo amado”. Esto nos muestra que él tenía un amor y un interés genuino por estos jóvenes; él era el padre espiritual de ellos (Fil. 2:22). Pablo pasó tiempo con ambos hombres, enseñándoles el evangelio y siendo un modelo de una vida piadosa para ellos, a fin de que fueran enviados para hacer lo mismo en diferentes lugares. En definitiva, este debería ser nuestro objetivo en nuestras relaciones de rendición de cuentas: deberíamos desear ver a la gente crecer y luego, formarlos para que tengan esa misma relación con otra persona. Debería haber un efecto dominó.
Muchos versículos nos hablan de “unos a otros” en todos los escritos de Pablo. Hay versículos que nos dicen que tenemos que ser afectuosos unos con otros (Ro. 12:10), amarnos unos a otros (Ro. 13:8; 1 P. 1:22; 3:8; 1 Jn. 3:11, 23; 4:7, 11 y 12), vivir en armonía unos con otros (Ro. 12:16), instruirnos unos a otros (Ro. 15:14), animarnos unos a otros (2 Co. 13:11; 1 Ts. 4:18; 5:11; y He. 3:13), estimularnos unos a otros (He. 10:24), amonestarnos unos a otros (Col. 3:16) y confesar nuestros pecados unos con otros (Stg. 5:16).
Pero para los propósitos de este artículo, pensé que deberíamos concentrarnos en Tito 2:1-11. Haz una pausa y léelo.
Ahora, toma un minuto y piensa en uno o dos cristianos que han sido de influencia en tu vida, gente que conoces verdaderamente. Probablemente, todos hemos pensado en al menos una persona. La razón para hacer esto es ilustrar que la vida cristiana es un asunto de comunidad. Ninguna persona ha sido responsable de ayudarme o hacerme crecer. Todos debemos ser responsables de levantarnos y hablar de aquellos que han sido de influencia en nuestro andar cristiano. Si ese no es el caso, entonces puedes estar casi seguro de que no estás creciendo como creyente más allá de tu propia espiritualidad y de tus opiniones. Tarde o temprano nos vamos a meter en problemas si creemos que podemos vivir esta vida por nuestra propia cuenta. Podemos endurecer nuestros corazones o podemos deambular de una herejía teológica a otra de cualquier blog dudoso y de cualquier enseñanza moderna que surja. Independientemente de lo que pensemos de nuestra iglesia local, nos necesitamos unos a otros. Esa es la conclusión. Necesitamos gente que nos desafíe y nos anime. Necesitamos gente que nos levante. De esto se trata el pasaje de Tito: de Pablo alertando a un joven pastor a proteger a su gente de los falsos maestros que buscan hacerle daño al rebaño.
Mira lo que dice Tito 1:11: “A quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras con su falsa enseñanza”. Ahora mira 1:13: “repréndelos severamente para que sean sanos en la fe”. Tito 1 finaliza con esta lista de pecados de los falsos maestros. No solo los conocemos por sus enseñanzas, sino también por los frutos de sus vidas. Y cuando entramos al capítulo 2, vemos a Pablo alertando a Tito en los primeros versículos diciendo: “Tú, sin embargo, debes ser diferente”.
¿Cómo debe ser diferente él, y cómo debemos también serlo nosotros mientras aguardamos la esperanza bienaventurada, la aparición de nuestro Señor Jesús? Tú y Tito deben escuchar lo que dicen los versículos del 1 al 11 mientras esperamos al versículo 2:13 para que se convierta en una realidad en nuestras vidas. Así que, tomemos algunos principios de estos versículos.
Tito 2:1
Las palabras claves aquí son “sana doctrina”. Esto se traduce literalmente como “enseñanza saludable”. Si queremos crecer físicamente, debemos cuidarnos de lo que comemos y bebemos. No podemos comer comida chatarra sin esperar tener consecuencias. Lo mismo es cierto para nuestras almas. Si no nos cuidamos de aquello a lo que nos exponemos y digerimos, esto surtirá un efecto en nosotros espiritualmente. Si leemos y escuchamos chatarra, el resultado será una vida de chatarra. Pablo quiere que Tito “hable lo que es apropiado”. La doctrina saludable debe ser la base para el verdadero discipulado en el cuerpo de Cristo.
Esto se aplica tanto para las mujeres como para los hombres. Con frecuencia, las mujeres piensan que no deben preocuparse por la doctrina pues eso es para que la resuelvan los hombres. Las mujeres necesitamos amar y cuidar a los demás. Pero en realidad, eso es una total tontería. No estamos amando ni cuidando bien de los demás si no les enseñamos una doctrina bíblica sólida. Pablo aquí no está hablando de la enseñanza al frente de la iglesia, sino de nuestro hablar diario. Él habla de las situaciones normales en las que Tito se encuentra como joven pastor y en las que nos encontramos nosotros cuando nos comprometemos con los demás.
A Tito se lo anima a hablar diariamente con una doctrina saludable en la vida de los demás. Por eso, él debe estudiar doctrina, no solo en aras del conocimiento, sino en aras del discipulado. Después de todo, si nuestra lectura y nuestro conocimiento no se ponen en práctica, ¿de qué nos sirve? Es allí cuando el conocimiento empieza a inflarnos. Pero si evitamos estudiar la Biblia y aprender algunas de sus doctrinas difíciles, ¿qué útiles podemos ser? Este también es un grave peligro. Si no tenemos un acercamiento saludable a la doctrina, entonces no podremos enseñar nada provechoso a nadie. Ten en cuenta que en el versículo 7, Pablo le advierte a Tito que la doctrina no es algo que solamente se debe aprender y enseñar, sino que también es algo que se debe modelar.
Este es el “porqué” de la rendición de cuentas. En la segunda parte, veremos el “cómo”: cómo debe ser una relación de rendición de cuentas y algunos consejos para ayudarte a llevarla a cabo de manera fluida.
Artículo original de 20Schemes | Traducido por Natalia Armando