Recuerdo la primera vez que toqué el piano a los 6 años, hace unos 58 años. En la escuela secundaria, estaba en el coro y obtuve un título de piano en la universidad. Después de eso, viajé durante ocho años a tiempo completo con una banda cristiana. Desde que dejé la banda en 1984, serví como pastor de adoración y continué escribiendo y arreglando canciones durante los últimos cuarenta años. iTunes me dice que tengo más de 100 días de música en mi biblioteca que incluyen música pop, clásica, jazz, rock, góspel, rap, folk, country, coral, sinfónica y más. Tal vez puedas decir que la música es una parte importante de mi vida. Y estarías en lo correcto.
El regalo de Dios de la música
La música es un regalo de Dios que puede elevar nuestro espíritu, confortarnos, unirnos en una misión en común, servir como un lugar de refugio en tiempos difíciles, animarnos, expresar lo que hay en nuestros corazones y tocarnos en lo profundo de nuestro ser, a veces más que lo que las palabras pueden decir. Estoy especialmente agradecido por la música en la iglesia. Teniendo en cuenta que no es siempre sublime, no puedo contar las veces en las que cantando con una congregación me sentí profundamente conmovido, incluso hasta el punto de llorar. El Espíritu tiene una forma de hacer sentir su presencia cuando cantamos juntos (Efesios 5:18-19).
Nuestra lucha común
Por mucho que ame la música, me he dado cuenta que es posible confundir sentimientos provocados por la música con sentimientos provocados por la verdad. Hace unos 1600 años atrás, Agustín fue brutalmente honesto sobre esa lucha en sus Confesiones. Reconoció los beneficios de cantar y de escuchar a otros cantar y dijo que incluso podría inspirar sentimientos de devoción en espíritus más débiles. Pero después admitió: «Cuando detecto que el canto en sí mismo es más conmovedor que la verdad que transmite, confieso que es un pecado grave y en esos momentos preferiría no escuchar al cantante». Si un gigante espiritual como Agustín luchó con valorar los sentimientos inducidos por la música más que los espirituales, posiblemente nosotros también luchemos. Pero creo que muchos de nosotros no lo veríamos como un «pecado grave». Quizá deberíamos. Al abordar cómo cantar, Pablo dijo: «Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros» (Colosenses 3:16). No debemos dejar que las experiencias musicales habiten en nosotros en abundancia, ni la creatividad tecnológica, el volumen, la habilidad, la excelencia o la «atmósfera». La palabra de Cristo debe habitar en nosotros en abundancia. La «palabra de Cristo» es el mensaje sobre Él que a menudo llamamos «el evangelio». Es la buena noticia de que Jesucristo se hizo carne para poder llevar nuestros pecados y castigo para justificarnos delante de Dios y traernos a su familia. Se espera que esas verdades habiten en abundancia en nosotros mientras cantamos.
Por qué Jesús es mejor
Sin embargo, si somos honestos, los sonidos musicales pueden fácilmente desplazar la palabra de Cristo hacia los límites de nuestros corazones. Y cuando eso sucede, un regalo se convierte en un ídolo. ¿Cómo saber cuándo ocurre eso? A partir de mi experiencia, estos son algunos indicadores:
- Tendemos a responder emocionalmente más a los arreglos e instrumentos que al contenido.
- Cantar los domingos a veces es aburrido.
- Nos preocupa más cómo nos hacen sentir las canciones que lo que dicen.
- No pensamos mucho en lo que estamos cantando.
- Nos cuesta conectarnos con Dios si no es con música, sobre todo, música que nos gusta.
Si una o más de esas afirmaciones son ciertas para ti, tengo buenas noticias: la música es genial, pero Jesús es mejor. Considere cinco razones porqué.
- El Dador es mejor que cualquier regalo
Una navidad, sorprendí a mi esposa con una gran mesa de comedor. Cuando la vio (nunca olvidaré su respuesta), corrió hacia ella y empezó a abrazarla, acariciarla, besarla y a decir una y otra vez: «Ay, mesa, te amo. Te amo». Solo bromeo. ¡Pero sí hizo eso conmigo! Es tonto atesorar tanto la música hasta el punto de perder de vista a Jesús. Pablo dice que debemos «estimar como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor (Filipenses 3:8). Debemos estimar la música como basura (o peor) en comparación con Jesús. Aun más grandioso que el regalo es conocer y amar al dador.
- El consuelo eterno es mejor que el temporal
¿Quién no ha acudido a su lista de reproducción, artista o canción favoritos para encontrar ánimo en tiempos de dificultad, aflicción o pérdida? Pero la música no es Jesús. Solo Él puede traer consuelo duradero, profundo y que cambia la vida. En 2 Tesalonicenses 2:16-17, Pablo ora así: «Y que nuestro Señor Jesucristo mismo, y Dios nuestro Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia, consuele vuestros corazones y os afirme en toda obra y palabra buena». ¿Quién nos consuela? Jesucristo. ¿De qué manera? Por medio del consuelo eterno y la buena esperanza de gracia. Si cantar o escuchar música de adoración no nos encamina a una relación más clara, profunda y verdadera con Jesús, entonces nos está desencaminando.
- La verdad es mejor que las letras
Las armonías, ritmos, melodías, arreglos, dinámicas, texturas y sonidos de la música pueden inspirarnos y conmovernos. Pueden motivarnos a hacer un mayor esfuerzo o calmarnos en tiempos turbulentos. Pero la música en sí misma no puede articular la asombrosa noticia de que «Por su muerte el Salvador ya mi pecado perdonó». Ni tampoco pueden meras melodías hacernos entender que «sus promesas fieles son; mi alma guardará». En sí misma, la música nunca reemplazará los hechos y las realidades eternas en las que ponemos nuestra fe. A esos solo los encontramos en Jesús, la Palabra viva.
- La unidad real es mejor que los sentimientos de unidad
Cantar a todo pulmón en medio de una multitud es una experiencia poderosa. Todos saben la letra, nadie está distraído y el sentimiento de unidad es abrumador. Pero a diferencia de la música, Jesús es quien nos hace uno y nuestro canto expresa esa unidad que Jesús decisivamente hizo posible en la cruz (Efesios 2:14-15). Y, por cierto, cantar junto a otros creyentes es extremadamente diferente de cantar en un concierto de rock, evento deportivo o una fiesta de karaoke. Si no conocemos la diferencia, probablemente estamos valorando más la música que a Jesús.
- Solo Jesús puede salvar
La música no puede pagar por nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Jesús sí puede. La música no puede levantarnos de entre los muertos. Jesús sí puede. La música no puede derrotar a Satanás. Jesús sí puede. La música no puede llevarnos a la presencia de Dios. Jesús sí puede. La música no puede transformar nuestros corazones. Jesús sí puede. La música no puede restaurar lo que perdimos. Jesús sí puede. La música no puede asegurarnos que disfrutaremos placeres a la diestra de Dios para siempre. Jesús sí puede –y lo ha hecho. Nos tienta ver la música como más grandiosa que Jesús porque no nos hemos dado cuenta cuán grandioso Él realmente es.
Lánzate de lleno
Entonces, ¿qué pasos podemos dar para cultivar un amor por Jesús que sea mayor que nuestro amor por la música? Podríamos centrarnos más intencionalmente en la letra que estamos cantando en lugar del acompañamiento. Cuando nos sintamos desanimados o ansiosos, podemos ahondar en las palabras bíblicas de un salmo antes de ponernos los auriculares. Podemos intentar no escuchar música cuando manejamos y simplemente orar o recitar las Escrituras. Hagamos lo que hagamos, vale la pena luchar. Jonathan Edwards nos anima con estas palabras: Si escogemos a Cristo para que sea nuestro amigo y recompensa, nos recibirá para siempre. Nada opacará nuestro abundante gozo de Él. Los antojos de nuestras almas serán satisfechos a lo sumo. Seremos capaces de lanzarnos de lleno para satisfacer completamente nuestro apetito espiritual con estos placeres santos. Cristo, entonces, nos dirá estas palabras de Cantares 5:1: «Comed, amigos; bebed y embriagaos, oh amados». ¡Y este será nuestro gozo por toda la eternidad! Nunca se terminará esta felicidad y nada nunca interrumpirá nuestro disfrute. No podemos llenarnos demasiado de la gloria de Cristo, ni aun en la eternidad. ¿Estás listo para «lanzarte de lleno» a estar satisfecho en Jesús? Te animo a dejar que la música tome su lugar correcto como el regalo que Dios quiso que sea. Probad y ved que el Señor es bueno (Salmo 34:8), mucho mejor que el mejor de sus regalos.