Verdaderos adoradores: anhelando lo que a Dios le importa

En este extracto de Verdaderos adoradores, publicado por Poiema, se nos invita a reflexionar sobre la adoración congregacional.
Foto: Pedro Lima

¿Y si no puedo cantar?

No poder cantar puede definirse de diversas maneras. Algunas personas tienen condiciones físicas que les impiden producir sonidos musicales, ya sea laringitis o algo más grave. Otros no tienen formación musical y les cuesta seguir cualquier cosa que no sea melodías y ritmos sencillos. Algunas veces los cantos están en un tono que es demasiado agudo o demasiado grave. Quizás desconocemos la canción. Y algunas personas simplemente no tienen oído musical. Por todas esas razones y más, las personas no pueden cantar.

Dios nos dice que cantemos y “alabemos al Señor con el corazón” (Ef 5:19). Las personas escuchan lo que cantamos con nuestras voces, pero Dios escucha lo que cantamos con nuestros corazones. Eso quiere decir que antes de todo debes asegurarte de que tu corazón esté enfocado en la misericordia que Dios nos ha mostrado en Cristo. Eso es lo primero que se necesita para cantar. Luego debemos enfocarnos en la verdad de las palabras que estemos cantando y en lo que significan para nuestra vida. Si no puedes cantar por algún impedimento físico, anímate al escuchar a los que te rodean.

¿Y si no tengo ganas de cantar?

A veces llegamos a la reunión del domingo y lo último que queremos hacer es cantar. Quizás te pasaste la noche cuidando de tu bebé porque estaba enfermo, o notaste una inflamación extraña en tu tiroides, o estás teniendo dificultades en tu matrimonio. A lo mejor llevas años lidiando con dolores intensos. A veces las únicas emociones que quieres expresar son enojo, temor, indiferencia o desaliento. ¿Entonces qué?

Dios nos dio el canto no solo para que expresemos nuestras emociones sino también para que les hablemos a ellas. Mientras David tocaba su lira con destreza, el espíritu atormentado de Saúl se calmaba (1S 16:23). Job describió la música de la flauta como portadora de alegría; posteriormente dijo que reflejaba tristeza (Job 21:12; 30:31). Después de reconocer que se sentía distante de Dios, David escribió:

Canto salmos al Señor. ¡El Señor ha sido bueno conmigo! (Sal 13:6).

En Mateo 11:17 Jesús habla de música que hacía que la gente quisiera danzar o llorar. Cuando realmente cantamos, aumentamos el efecto que la letra puede tener sobre nuestras almas.

Dios nos dio el canto no solo para que expresemos nuestras emociones sino también para que les hablemos a ellas. Cuando realmente cantamos, aumentamos el efecto que la letra puede tener sobre nuestras almas. / Foto: Pixabay

Jonathan Edwards, en su clásico Los afectos religiosos, habla sobre esto: “El deber de cantar alabanzas a Dios parece no tener otro propósito que el de animar y expresar afectos religiosos. Solo hay una razón por la que nos dirigimos a Dios en verso y canto más que en prosa, y es esta: la poesía y el canto tienden a estimular nuestros afectos”.

Estos “afectos” que él menciona no se refieren a la emoción momentánea que sentimos al escuchar un ritmo que nos guste o una progresión armónica que nos parezca interesante. Son afectos religiosos, lo que significa que estamos interactuando con Dios y Su verdad de tal manera que influye y afecta nuestras palabras, pensamientos y decisiones. Cantar letras que son bíblicamente sanas y que están centradas en el evangelio puede profundizar nuestro amor por Dios.

No siempre seremos conmovidos de la misma forma ni con la misma intensidad cada vez que cantemos. Puede que haya ocasiones en las que no sintamos nada. Pero la respuesta no es dejar de cantar. Clamar a Dios por gracia para sentir un profundo afecto hacia Él es una señal de que nuestra adoración es verdadera. Y sin duda es más provechoso que rechinar nuestros dientes y aceptar esa condición como algo normal.

Cantar podría ser el medio que Dios use para tocar nuestros corazones y llevarnos nuevamente a la fe. El salmista canta en la noche a la vez que clama:

¿Por qué te desanimas, alma mía? ¿Por qué te inquietas dentro de mí? (Sal 42:5, 11, RVC).

Por la gracia de Dios y en el tiempo de Dios, los cantos de lamento, confesión y anhelo dan lugar a cantos de agradecimiento, esperanza y fe a medida que logramos ver a Dios con más claridad y entender mejor Su amor por nosotros en Cristo.

A veces no queremos cantar porque nos preocupa lo que otros piensen de nuestras voces. El punto no es que seas una distracción, pero cantar con entusiasmo por causa de Su grandeza le da más gloria a Dios que cuando te reprimes por causa de tu temor a lo que piense la persona que tienes a tu lado. Si no tienes oído musical, quizás sea conveniente que te contengas un poco. Pero no del todo.

Por la gracia de Dios y en el tiempo de Dios, los cantos de lamento, confesión y anhelo dan lugar a cantos de agradecimiento, esperanza y fe. / Foto: Pexels

¿Qué pasa si me siento como un hipócrita cuando canto?

Si alguna vez te has sentido como un hipócrita cuando cantas con otros creyentes, no estás solo. ¿Quién no se ha sentido fuera de lugar alguna vez en medio de una congregación que canta? Todos los demás se ven tan bien, tan felices, tan sinceros, tan piadosos. En cambio, tú estás haciendo un repaso mental de esa semana y pensando en las veces que fuiste incapaz de controlar tu enojo, en las imágenes pornográficas que viste o en las mañanas que preferiste ir a Facebook en vez de a tu Biblia.

Recuerdo que un domingo por la mañana iba en el carro con mi hijo Devon, en ese entonces un adolescente, y tuvimos uno de nuestros típicos conflictos. Después de llegar, luché contra la idea de que era una vergüenza como cristiano. Pero mientras cantábamos, Dios en Su gracia me recordó que estaba basando Su aceptación en mi conducta. Me sentía mal por haber pecado contra mi hijo, y con razón, pero eso no debía llevarme a olvidar el perdón que Dios ya me otorgó a través de la obra consumada de Cristo en la cruz.

Cuando sentimos convicción de pecado y respondemos confesándolo a Dios y descansando en lo que Cristo ha hecho, ¡tenemos motivos para cantar! Eso no es ser hipócrita, es vivir el evangelio. Los verdaderos hipócritas no luchan con su pecado. Se entregan a su pecado mientras tratan de parecer virtuosos en público. Tienen la intención de engañar.

También podemos ser tentados a sentirnos hipócritas cuando entonamos cantos que expresan un compromiso o una devoción que va más allá de lo que consideramos creíble o necesario. “En todo lo que hago, te honro a Ti”, “Te adoro con todo mi corazón”, “No anhelo a nadie más” y frases similares nos pueden parecer vacías cuando sabemos que no son absolutamente ciertas para nosotros.

Cuando sentimos convicción de pecado y respondemos confesándolo a Dios y descansando en lo que Cristo ha hecho, ¡tenemos motivos para cantar! / Foto: Gift Habeshaw

El libro de los Salmos contiene numerosas expresiones de compromiso que suenan exageradas, y algunas hasta suenan hipócritas. Por ejemplo, Asaf declaró:

¿A quién tengo en el cielo sino a Ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra (Sal 73:25).

David afirmó con audacia:

Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán (Sal 34:1).

¿En serio? Excepto cuando vio a Betsabé. (Otras expresiones de fidelidad y deseo se encuentran en Sal 16:2; 52:9; 75:9; 119:33.) En realidad, las expresiones sinceras pueden ayudarnos a alinear nuestros corazones con lo que Dios ha hecho en nosotros a través del evangelio. Somos una nueva creación y hemos dejado los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero (1Ts 1:9). Recordamos nuestra necesidad de la gracia de Dios y que Él es fiel a Sus promesas. En A Guide to Prayer [Una guía para la oración], Isaac Watts afirmó:

Cuando se trata de entregar nuestras almas a Dios y de comprometernos a ser Suyos por siempre, nunca podremos ser demasiado repetitivos ni demasiado solemnes… nos comprometemos a amarle sobre todas las cosas, a temerle, a esperar en Él, a caminar en Sus caminos en santa obediencia y a esperar por Su misericordia hasta la vida eterna.

¡Amén!

Esos son los beneficios. He aquí dos preocupaciones.

En primer lugar, si cantamos palabras de compromiso mientras participamos de algún pecado del cual no nos hemos arrepentido, con la esperanza de impresionar a otros o de “engañar” a Dios a través de nuestra espiritualidad, nos estamos engañando. Entonar cantos de adoración no “neutraliza” la desobediencia. Si esa es nuestra perspectiva, entonces somos unos hipócritas. Pero Jesús vino por los hipócritas también. Pueden venir a los pies de la cruz y encontrar perdón por su hipocresía y gracia para cambiar. Pueden experimentar el fruto del arrepentimiento que les permitirá expresar su devoción con alegría y con fe.

En segundo lugar, las expresiones de compromiso deberían combinarse regularmente con peticiones por Su gracia para poder cumplirlas. De otra manera podríamos pensar que nuestra lucha contra el pecado ya terminó. No es así, y no lo será hasta que veamos a Jesús cara a cara. Pero podemos estar seguros de que Dios ha escrito Su ley en nuestros corazones (Jer 31:33) y que nuestro amor por Él es algo que Él mismo ha producido en nosotros a través del evangelio. Así que, con profunda gratitud y asombro, podemos cantar: “¡Aleluya! ¡Mi vida es Cristo! ¡Aleluya! ¡Jesús es mi todo!”.


Libro: Verdaderos adoradores

Autor: Bob Kauflin

Páginas: 114 – 121

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Bob Kauflin

Bob Kauflin sirve como Director de Sovereign Grace Music para Sovereign Grace Ministries. Sus labores principales incluyen el equipar a pastores y músicos en la teología y práctica de la adoración congregacional, y supervisar los álbumes producidos por Sovereign Grace Music. Actualmente está participando en la plantación de una iglesia en Louisville, Kentucky, dirigida por CJ Mahaney. Está casado con Julie y tienen seis hijos.

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