Una edificadora del hogar, ama a su esposo

«que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos» (Tito 2:4a).

Un gran número de mujeres casadas están convencidas de que aman correctamente a sus maridos, así que una instrucción como la que se encuentra en Tito 2:4 parece irrelevante para muchas, pues asumen que esta instrucción no tiene que ver nada con ellas. Sin embargo, el Dios altísimo, en Su gran sabiduría dice que las mujeres más jóvenes en la congregación deben ser instruidas en cuanto a cómo amar a sus maridos. Es fácil pensar en nuestra mente que amamos a nuestro cónyuge porque tenemos sentimientos favorables hacia él, sin embargo, el amor bíblico va mucho más allá de un sentimentalismo pasajero y demanda de nosotras un amor sacrificial, la clase de amor bíblico en el cual todas debemos seguir creciendo día a día. El pastor John MacArthur dice sobre esto: «El primer mandato es sencillo e inequívoco: las mujeres jóvenes, que en este contexto se refiere a esposas jóvenes, deben amar a sus esposos. No hay condiciones ni excepciones. No solo es cuestión de que amar a los esposos sea una virtud, sino que no amarlos es un pecado».[1] Es fuerte porque esto nos muestra que realmente la única opción que tenemos, si queremos ser obedientes al Señor, es amar a nuestro esposo de la manera adecuada y si no lo hacemos vamos a estar pecando. Así que la pregunta inmediata que seguramente tienen ustedes es: ¿Cómo puedo amar a mi marido de una manera bíblica? Quisiera hoy compartir con ustedes 3 formas prácticas para amar a nuestro marido de una manera que agrade a Dios:

Conoce bien a tu esposo.

Debemos estudiar a nuestro esposo. Cada uno es diferente y el Señor en su sabiduría le ha dado a cada hombre casado su ayuda idónea, y es ella la que debe buscar la forma de amar mejor a su propio marido. Un buen inicio sería preguntarse: ¿Cómo es que mi esposo prefiere que yo le muestre mi afecto?, ¿De qué formas practicas él se siente más amado? ¿Cuáles son sus preferencias? ¿Cuáles son sus luchas, sus pasatiempos o su comida preferida? Es con todo este conocimiento que podremos servir de manera más adecuada a nuestro marido. No encontrarás una norma genérica, más bien debes ser la ayuda adecuada para él, y esto se podrá manifestar de múltiples maneras según el esposo que Dios te ha concedido. Deberíamos usar todo este conocimiento para adecuar todo nuestro hogar para mostrarle ese amor y afecto al líder del hogar. Nuestro anhelo debe ser que se sienta con gozo al llegar a casa. Esto me recuerda uno de los consejos que recibí de una mujer anciana en mi iglesia, la cual me dijo que es valioso estar preguntando a nuestro marido: ¿Cómo puedo amarte mejor? ¿Cómo podría ayudarte esta semana? ¿Cuáles son tus prioridades y como podría yo ayudarte a cumplirlas? Siempre y cuando las demandas de nuestro esposo no sean pecaminosas, nuestra actitud debería ser la de satisfacerlas y proveer un ambiente en casa para que nuestro esposo pueda cumplir sus objetivos.

Anímale a asumir el rol que el Señor le ha dado

Seguir confiadamente los roles que el Señor nos ha dado resultará en bendicion, pues es como Dios ha diseñado el matrimonio. Hay mujeres que no quieren abrazar su rol ni tampoco quieren que su esposo sea el líder del hogar. Después de la caída (Gén. 3) podemos ver que nuestro deseo es el de no ser lideradas por ellos sino ser nosotras las líderes. Deseamos tener ese control y esta rebeldía algunas veces se manifiesta de manera activa o pasiva. Debemos animar a nuestro esposo a que tome el liderazgo del hogar, mostrándole confianza en sus decisiones. Esta confianza no está basada en que sus decisiones son siempre perfectas, sino más bien en que confiamos en que el Dios soberano bendice un hogar que sigue el modelo bíblico. Por su puesto será más sencillo sujetarse a un hombre sabio y piadoso, pero tu llamado como mujer de Dios es sujetarte a tu esposo de manera mansa. He escuchado mujeres que tratan de «animar» a su esposo para cumplir su rol de maneras inadecuadas, repitiéndoles una y otra vez que ellos deben ser sabios, que tienen que ser los que toman las decisiones. No obstante, esta no es la mejor manera, por el contrario, puedes enfocarte en orar por él periódicamente, consultarle acerca de diferentes decisiones en el hogar y sujetarse a sus decisiones sin reproches.

Animarlos a obedecer al Señor

Las mujeres inevitablemente influiremos a nuestro esposo, pues estamos cerca de ellos. Compartimos tiempo, hablamos y somos una familia, así que, en nuestro rol como ayuda, tenemos dos opciones: somos un instrumento del Señor para que nuestro esposo cumpla los mandamientos de Dios, o somos un instrumento del diablo para que a ellos les sea difícil obedecer a Dios. Sabemos que la responsabilidad de obedecer al Señor es de cada uno, así que no somos responsables de la desobediencia de nuestro esposo, pero sí podemos hacer que sea más fácil para ellos obedecer. Quisiera darte un ejemplo: Si tú eres una mujer irritable, poco amorosa, amargada y esperas a tu esposo en la puerta siempre con una queja o con reclamo, estarás siendo de tropiezo para que él te ame como el Señor demanda. Por su puesto él tiene que amarte, porque es un mandato del Señor y esto es independiente de lo que nosotras hagamos; sin embargo, nosotras podemos ser ayuda a nuestros esposos para que puedan cumplir fácilmente este mandamiento. En conclusión, una mujer que quiere amar mejor a su esposo será una mujer que se dedica a conocerlo y servirlo de mejor manera, lo anima a cumplir su rol como líder, y no es piedra de tropiezo para el en la obediencia que Dios le demanda.


[1] John MacArthur, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, vol. 5, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2012), 102.

Juliana de Armel

Juliana de Armel, es una hija de Dios salvada por gracia. Esposa de Santiago Armel quien es pastor de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali. También es madre de un hijo llamado Santiago. Junto a su familia vivió por varios años en Los Angeles, California, tiempo en el cual fueron entrenados en Grace Community Church para luego ser enviados como misioneros a plantar una iglesia en la ciudad de Cali, Colombia.

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