Mónica de Hipona: ¿qué podemos aprender de la madre de Agustín?

Detrás de Agustín de Hipona, estaba la fidelidad y la oración de su piadosa madre: Mónica de Hipona. ¿Qué podemos aprender de ella?
Foto: Jhon Montaña

Agustín (354 – 430), conocido como “el doctor de la gracia”, fue un pastor que dejó un legado importante para muchas generaciones de cristianos. Más de diez siglos más tarde, hombres como Martín Lutero y Juan Calvino serían bendecidos con sus enseñanzas. Pero Agustín mismo fue poderosamente influenciado por una persona anterior: su madre. Mónica de Hipona (332 – 387) le enseñó a su hijo el camino de salvación por medio de Jesucristo.

No obstante, esta influencia estaba en conflicto con otra. El padre de Agustín, que era inconverso, marcó los primeros años del joven, llevándolo a negar a Cristo y abandonar toda la instrucción que había recibido sobre Cristo. Agustín estaba muerto en sus delitos y pecados, caminando según los ideales de este mundo y viviendo conforme a las pasiones de su carne, pero Dios, en Su gracia, decidió darle vida eterna a través de la enseñanza de su piadosa madre. Al igual que en nuestra propia historia, Él fue el protagonista, pero usó a alguien más para convencer a este hombre.

En este artículo quiero resaltar algunas de las características de Mónica, una madre que comprendió que el ministerio más importante que tenía era impactar su hogar. El ejemplo de esta mujer, quien vivió hace más de 1600 años, aún es un modelo a seguir y nos anima a ministrar en nuestra familia, pues, sin saberlo, podemos bendecir a millones de personas. Revisemos tres breves rasgos de la fe de Mónica de Hipona.

Escultura de Mónica de Hipona en París, Francia. / Artista: Louis Noël.

1. Obedecía sometiéndose a la soberanía de Dios

Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas,
Y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado (Job 42:2).

Mónica estaba casada con Patricio, un hombre inconverso que tenía un carácter temperamental y que estaba enfocado en las cosas de este mundo. A pesar de esto, ella fue ejemplo de una mujer que amaba a Dios, pues reconoció que era la embajadora de Cristo más cercana para él. Ella sufrió decepciones e infidelidades; sin embargo, esto no fue un tropiezo para su fe, y mucho menos para su obediencia. Confiaba en la soberanía del Señor en todas las áreas de su vida. Se esforzó para enseñarles a sus hijos acerca de Dios y ser un ejemplo de una cristiana piadosa.

Ya que Agustín era un joven muy inteligente, su padre decidió enviarlo a Cartago a estudiar, pues esta era una ciudad que podría darle un mejor estatus académico y social. Esta idea destrozó a Mónica; ella sabía que ese lugar estaba lleno de pecado y libertinaje. La prioridad de su esposo era completamente diferente a la suya: mientras que ella quería que Agustín estuviese más cerca de Dios, él anhelaba que el muchacho fuera reconocido académicamente. Con todo, no hay ninguna evidencia de que ella haya querido controlar o manipular la situación, sino que se sujetó a su marido.

Uno de los mandamientos que más nos genera dudas a las mujeres es la sujeción a nuestro esposo. Hermanas me preguntan: “¿Hasta qué punto nos debemos sujetar?”, especialmente cuando sus maridos toman decisiones poco sabias. Sin embargo, esta ordenanza solo tiene un condicional: no nos debemos sujetar cuando lo que nos piden implica pecar. Recordemos que la obediencia siempre trae bendición, aunque a veces no podamos verla. Sé que muchas cristianas están casadas con incrédulos, quienes tienen prioridades diferentes para su matrimonio e hijos. Aunque esto es doloroso, podemos ver el ejemplo de Mónica, quien decidió obedecer al Señor descansando en Su soberanía.

2. Oraba confiando en el poder de Dios

Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios (Fil 4:6). 

Mónica oró por su hijo cuando lo tuvo en casa y mucho más cuando se fue. Ella decidió sujetarse a su esposo, pero eso no le impedía orar intensamente por Agustín. Acudió a quien sí podía cambiar el rumbo de esta historia, al Señor omnipotente: clamó incansablemente y sin cesar por la salvación de su esposo e hijo.

Agustín, quien presenció la gran devoción de Mónica, escribió en sus Confesiones que en algún momento él estaba muy enfermo y su madre no lo sabía, pero él agradecía las plegarias de ella. ¡Estaba seguro de que no dejaba de orar por él!

Agustín, conocido como “el doctor de la gracia”, fue poderosamente influenciado por su madre. / Escultura de Agustín, por Antoine Etex.

3. Valoraba más la eternidad

Su esposo se sorprendía de la bondad de Mónica hacia él. A pesar de su terrible temperamento, él veía en ella algo que no había experimentado en ningún otro lugar fuera de su hogar. Un poco antes de su muerte, Patricio fue salvo por la gracia de Dios. El testimonio de la vida de su esposa fue la herramienta que el Señor usó para que él quisiera escuchar el evangelio.

Sus oraciones no eran para que su esposo cambiara y fuera más cariñoso, amable, atento y fiel; su enfoque siempre fue su salvación. Ella no estaba esperando una mejor vida en el presente, sino que tenía la mirada puesta en la eternidad y anhelaba que su familia gozara de Cristo por los siglos de los siglos. Soportó todos los sufrimientos por amor a Cristo y a su marido. Ella anhelaba ver a Patricio confesando a Cristo como su salvador y su petición le fue concedida.

Agustín escribió al respecto en una oración:

[Ella] puso gran cuidado en ganarle para ti, proponiéndole y explicándole Tu ser y perfecciones, no tanto con sus palabras como con sus costumbres, por las cuales la hicisteis tan hermosa y amable a su marido, que al mismo tiempo le causaba respeto y admiración… Pero ella toleró de tal suerte las injurias de sus infidelidades, que jamás tuvo por esto la menor desazón con su marido, porque esperaba que Tu misericordia había de concederle primeramente la fe y después la castidad conyugal. [1]

Ella también tuvo una perspectiva correcta de la vida de Agustín, quien estaba en un buen momento de su preparación académica. Mónica no se deslumbraba con los aparentes éxitos de su hijo, pues sabía que todo en este mundo era basura comparado con conocer a Cristo (Fil 3:7). ¡Sus ojos no estaban puestos en la tierra, sino en la eternidad!

Lastimosamente, los afanes de este mundo y la vanagloria de la vida nos desenfocan de lo que realmente importa. Muchas esposas y madres dedican sus esfuerzos a que su esposo e hijos sean los mejores académicos, deportistas y empresarios, dejando a un lado lo más importante: su eternidad. En el mundo esto es normal, pero es importante que la iglesia tenga un enfoque distinto. Incluso hermanas solteras buscan hombres que solo se caracterizan por sus ideales y logros mundanos, y no por su piedad.

Cierro con esta oración de Agustín:

…mi madre, tu sierva fiel, lloró por mí más de lo que suelen todas las madres llorar los funerales corpóreos de sus hijos. Ella lloraba por mi muerte espiritual con la fe que tú le habías dado y tú escuchaste su clamor. [2]


[1] Agustin. Confesiones De San Agustín. Libros en Red 2007.

[2] Agustin. Confesiones De San Agustín. Libros en Red 2007. Radiant, Fifty remarkable woman in Church History, Richard M Hannula.

Juliana de Armel

Juliana de Armel, es una hija de Dios salvada por gracia. Esposa de Santiago Armel quien es pastor de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali. También es madre de un hijo llamado Santiago. Junto a su familia vivió por varios años en Los Angeles, California, tiempo en el cual fueron entrenados en Grace Community Church para luego ser enviados como misioneros a plantar una iglesia en la ciudad de Cali, Colombia.

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