Ann Hudson: una vida de sufrimiento para la gloria de Dios

En esta oportunidad, quisiera compartir algunos aspectos de la vida de Ann Judson que pueden animarnos a vivir para la gloria de Dios.

Quizás hayas escuchado mencionar a Adoniram Judson, uno de los primeros misioneros en salir de Norte América a otro continente junto con Ann, su esposa. Ambos dejaron sus comodidades para servir y morir por Cristo evangelizando el país de Birmania. En esta oportunidad, quisiera compartir algunos aspectos de la vida de Ann Judson que pueden animarnos a vivir para la gloria de Dios.

  • Ann amó a Dios sobre todas las cosas.

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza” (Mr 12:29-30). Desde que el Señor la salvó, el deseo de Ann fue que todos conocieran el maravilloso evangelio. Así fue como conoció a su esposo, Adoniram, un siervo de Dios que estaba pronto a convertirse en misionero. Él tenía claro su llamado, y al enamorarse de ella, escribió una carta pidiendo permiso a su padre para casarse con ella:  “Ahora, tengo que preguntar si consentiría en separarse de su hija a principios de la próxima primavera para no volver a verla en este mundo. Si consentiría en que ella partiera a un país pagano y se sujetara a las pruebas y sufrimientos de una vida misionera, que se expusiera a los peligros del océano y la influencia fatal del clima del sur de India y a toda clase de carencias, angustias y situaciones degradantes como insultos, persecución y quizás una muerte violenta. ¿Puede consentir a todo esto por Aquel quien dejó Su hogar celestial y murió por ella y por las almas perdidas que perecen? ¿Puede consentir a todo esto con la esperanza de encontrarse pronto con su hija en la gloria, con una corona de justicia iluminada por las aclamaciones de alabanza al Salvador, de los paganos salvados de una condenación y perdición eterna gracias a ella como instrumento del Señor?”. Esta es una manera inusual de pedir la mano, sin embargo, refleja el carácter de Adoniram y de los padres de Ann, que accedieron, dejando esta decisión en manos de su hija. Ann y sus padres amaban al Señor por encima de todo, incluso al precio de separarse y tan solo volver a verse en el cielo. Esta es una gran exhortación hacia nosotras y un recordatorio de que nuestros hijos deben ser entregados para la gloria de Dios y no para nuestro propio beneficio. Ante esta solicitud, Ann escribió en su diario por qué había decidido casarse: “Me regocijo, que estoy en las manos de Dios, que Él está presente en todas partes, y puede protegerme en un lugar, así como en otro… Soy una criatura de Dios, y Él tiene un derecho indudable de hacer conmigo como mejor le parezca. Él tiene mi corazón en Sus manos, y cuando soy llamada a enfrentar el peligro, Él puede inspirarme y capacitarme para confiar en Él”. Amar a Cristo por encima de todas las cosas puede costarnos todo. Puede ser causa de lágrimas, pero Él mismo será nuestro consuelo. Quisiera que como Ann, nosotras podamos amar a Cristo por encima de nuestra propia vida. Aunque no todas tendremos el llamado a las misiones transculturales, el llamado a negarnos a nosotras mismas por amor a Cristo se puede evidenciar día a día, aun sin necesidad de salir de casa. Este es un llamado radical de escoger amar a Dios más que a nosotras mismas.

  • Ann amó más a los demás que a sí misma.

“El segundo es este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento mayor que estos” (Mr 12:31). El amor al Señor la llevó a amar a los demás. Ann escribió en su diario: “Si pudiera ser el medio para convertir una sola alma, valdría la pena gastar todos mis días para lograrlo”. Su vida fue caracterizada por quebrantos de salud. Las condiciones no eran las mejores, sin embargo, no dejó que esto fuese un motivo para regresar a su país. Su amor hacia los perdidos era mayor que su bienestar físico. Una de las situaciones más difíciles fue la pérdida de sus dos hijos: uno de ellos en su vientre y otro a los meses de nacido por enfermedad. Esta situación fue dolorosa, no obstante, Ann siguió su camino como misionera sin murmurar. En su corazón sabía que Él había hecho lo bueno a pesar del dolor. En un discurso para las mujeres de América del Norte dijo lo siguiente respecto a las mujeres en Birmania: “Mis amadas amigas, ¿debemos permitir que mentes como estas permanezcan dormidas, que se marchiten en la ignorancia y el engaño y que busquen a tientas su camino hacia la ruina eterna sin un esfuerzo de nuestra parte para elevar, refinar, y señalar a ese Salvador que ha muerto igualmente por ellas como por nosotros? ¿Deberíamos sentarnos en la indolencia y la comodidad, disfrutar de todos los lujos que nos rodean y que nuestro país tan generosamente brinda, y dejar a seres como estos, de carne y hueso, intelecto y sentimiento, como nosotras, y de nuestro propio sexo? ¿Perecer, hundirse en la miseria eterna? ¡No!… por nuestro deber hacia Dios y nuestros semejantes y por la sangre y los gemidos de aquel que murió en el Calvario…”. ¡Cuan grande era el amor de Ann hacia su prójimo que lo manifestó negándose a sí misma para que otros conocieran a Cristo! Hermanas, ¿amamos más a los demás que a nosotras mismas? Esto puede mostrarse cuando preferimos servir a otros más que nuestra propia comodidad. A veces, en cosas tan sencillas nuestro egoísmo es lo que brota al pensar únicamente en nuestro propio bien en vez de seguir el ejemplo de Cristo, quien dio su vida por muchos. 

  • Ann sufrió, vivió y murió para la gloria de Dios 

Adoniram y Ann sufrieron la guerra entre Birmania e Inglaterra. Él fue encarcelado porque creían que era un espía inglés, y mientras esto sucedía, ella sufría la ausencia de su esposo en medio del embarazo de su tercer bebe. Terminada la guerra, Adoniram tuvo que servir traduciendo el tratado de paz lejos de Ann, y fue en ese tiempo que la salud de ella comenzó a decaer. Próxima a morir sin que su esposo lo supiera, sus últimos días fueron muy difíciles con fiebre y dolor, además de la preocupación de no morir al lado de su esposo y por dejar a su hija sin madre. Sin embargo, no temía a la muerte pues confiaba que su alma se encontraría con Su Salvador. Ann murió a los 37 años sin nadie de su familia a su lado. Después de su muerte, Adoniram pudo reunirse con quienes estuvieron cerca de ella, y todos manifestaban que antes de morir, reflejaba gozo y piedad en su corazón. Después de su muerte, Adoniram escribió: “¡Oh, con cuánta humildad, paciencia, valentía y fortaleza cristiana soportó esos sufrimientos!… Vivió y sufrió mucho por la impiedad de este mundo y fue merecedora de gozar y disfrutar del descanso puro y santo que ha iniciado… Es cierto, ha sido arrancada del corazón quebrantado de su esposo y de su querida bebita, pero la sabiduría y el amor infinito han primado como siempre en la administración de este sufrimiento tan grande. La fe determina que todo está bien. Además, la decisión de fe pronto la eternidad la confirmará”. Hermanas, Ann es un ejemplo para nosotras: decidió vivir para Cristo sin saber qué tipo de aflicciones sufriría. Ella reía del porvenir (Pro 31:25) y decidió confiadamente casarse con un misionero y dejarlo todo para compartir el evangelio. Sufrió para Cristo y hoy, años después de su muerte, es un ejemplo para nosotras. Que valioso sería terminar con las palabras de Ann:“No solo estoy dispuesta a pasar mis días entre los paganos, tratando de iluminarlos, sino que encuentro mucho placer en esta perspectiva. ¡Sí! Estoy completamente dispuesta a renunciar a las comodidades temporales y a vivir una vida de dificultades y pruebas si es la voluntad de Dios… Puedo estar segura y libre de preocupaciones en cualquier orilla ya que Dios está allí».

Juliana de Armel

Juliana de Armel, es una hija de Dios salvada por gracia. Esposa de Santiago Armel quien es pastor de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali. También es madre de un hijo llamado Santiago. Junto a su familia vivió por varios años en Los Angeles, California, tiempo en el cual fueron entrenados en Grace Community Church para luego ser enviados como misioneros a plantar una iglesia en la ciudad de Cali, Colombia.

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