¿Por qué la cruz es necesaria para nuestra salvación?

Muchos de nosotros no comprendemos las implicaciones de la cruz, o simplemente creemos en ella porque es parte del paquete de ser cristianos.
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Muchos de nosotros no comprendemos las implicaciones de la cruz, o simplemente creemos en ella porque es parte del paquete de ser cristianos. Sin embargo, pensar en la cruz irremediablemente nos lleva a la Persona crucificada en ella, y por ello es de suma importancia que meditemos en la necesidad de la cruz para nuestra salvación. La cruz tuvo un costo. Un libro que me ayudó en este asunto y que te recomiendo leer es “La cruz de Cristo”, de John Stott. A partir de mi lectura y meditación en él, quiero compartirte lo que aprendí acerca de la necesidad de la cruz para nuestra salvación. Además, mientras estamos creciendo a la imagen de Cristo, la cruz sigue siendo un elemento crucial, el cual moldea nuestra forma de vivir.

Hacia la cruz

Crecí en un hogar cristiano evangélico donde se hablaba mucho de aceptar a Jesús en tu corazón para el perdón de los pecados y ser cristiano, muchas veces, sin el conocimiento completo del evangelio. Debido a esto, casi toda mi niñez y adolescencia, la cruz no era más un símbolo para mí, solo un concepto que se relacionaba con ser cristiano. Muchas personas, al igual que yo, veían la cruz casi como un amuleto en sus cadenas de oro o en sus casas, sin realmente entender todo lo que implica el hecho de la muerte de Jesús en una cruz. Por eso el mundo no lo comprende, se burla, la desprecia, o bien, solo la ve como una insignia romántica, porque quienes debemos pregonar sobre ella, no la comprendemos. Ahora bien, la cruz sí es un símbolo para los cristianos con un mensaje poderoso detrás de ese único y maravilloso acto: la salvación. Dios se acerca al hombre para abrir sus ojos a su propia realidad espiritual de estar muerto en sus delitos y pecados; el hombre no puede pagar por ellos ante un Dios Santo y Justo y tener una relación de paz eterna con Él (Ro 6:23; 5:1-10).

Lo central de la cruz

Entonces Dios encarnado se hizo hombre, Jesucristo, quien vino a cumplir la vida obediente que yo no podía, a morir la muerte que yo debía, y a resucitar como esperanza de que estaré con Él eternamente. Por Cristo soy adoptado, soy amado, soy escogido, llamado a las riquezas de Su gloria inmerecidamente, Su Gracia en acción hacia mí, al no darme lo que realmente merecía  ̶ condenación eterna ̶  me proporciona de Su gracia para salvarme por fe en Su obra. Comprender esto irremediablemente te lleva a exclamar ¡soy pecador! ¡perdóname Señor! Luego puedes admirar y humildemente reconocer todos Sus atributos, Su grandeza, Su poder, Su majestad, aún más, admirar que nos pudo haber exterminado y borrado de la faz de la tierra, pero Dios que es grande en misericordia, decidió perdonar nuestras transgresiones, nuestros pecados por medio de Su Hijo Jesucristo, y determinó que Él muriera clavado en una cruz como respuesta a ello. ¿Como podríamos creer que la cruz no es significativa? Cristo fue nuestro sustituto para dar Su vida en esa cruz y derramar Su sangre por nuestros pecados. La ira de Dios por nuestros pecados (Jn 3:36) fue satisfecha en Su Hijo Jesucristo cuando como Cordero Inmolado, perfecto y sin mancha, fue muerto en lugar de los pecadores que Dios escogió para santificación, para ser Su Pueblo (Lev 17:11). Nuestra deuda de pecado fue pagada. Si quitamos la cruz no hay ofrenda perfecta de salvación que valga, no podríamos haber sido reconciliados con Dios, sin cruz no hay perdón por los pecados y estamos en deuda con Dios.  Sin la expiación, la ira de Dios sigue sobre nosotros, y sin la justicia divina no seríamos justificados eternamente delante de Dios. En la cruz se revela cuánto Dios odia el pecado, así como, la gran magnitud de Su Santidad, como el autor del libro lo describe: “el problema del perdón está constituido por el inevitable choque entre la perfección divina y la rebelión humana, entre Dios como es Él y nosotros como somos nosotros”. [1] La cruz es central en el cristianismo bíblico; sin cruz no hay cristianismo, así como, sin resurrección no hay garantía de una salvación tan preciosa, que no es por nuestras obras, esfuerzos o conocimiento elevado, es por gracia y misericordia mostrada en esa cruz (1 Co 15:14).

La victoria de la cruz

Entonces, habiendo expuesto sobre cómo la cruz es la base de nuestra salvación y, de cómo la cruz es nuestra, podemos alabar su victoria. La misericordia de Dios me llevó y me siguen llevando a doblar rodillas por el arrepentimiento de mis pecados, puesto que la victoria de Cristo en la cruz, es mía también (Col 2:15; Ro 8:37). ¿Crees en Cristo? ¡Es tuya también! Su victoria sobre el pecado que me tenía ciego y siendo esclavo a mi maldad, me llama a recordarlo cada día, cada mes, cada año para vivir para Él. Ni la muerte, ni mi carne, ni Satanás me esclavizan. ¡Soy libre de mis propias imposiciones morales, del señorío de mis ídolos, de mi control y estándar! ¡De mí mismo! Es eso por lo que no podemos dejar de agradecer al Señor una salvación tan preciosa y debemos caer postrados ante Su amor. La cruz es nuestra victoria por siempre y en ella nos gloriamos. Es necesario recordarlo así en la cotidianidad de nuestra vida, la que debe girar alrededor de la cruz, porque ciertamente estamos unidos a Él por Su sangre (2 Co 5:17). De lo contrario, nuestra vida girará en torno a nosotros, ese orgullo que tenemos se levantará creyendo que todo lo que hacemos es de acuerdo con nuestros méritos.

Vivir bajo la cruz

Ahora podemos vivir bajo esa cruz, bajo ese plan de redención de Dios mismo para vivir unidos a una comunidad de creyentes que celebra la unidad, el amor, el servicio, el apoyo y ayuda en Él. No buscaremos estándares egoístas propios, sino el que la Palabra dice por medio de la revelación de Cristo en ella. No buscaremos imitar a nadie humano, sino a Cristo; Su Espíritu nos ha sido dado para esto (Fil 2:12-13). Podemos vivir como Sus discípulos, negándonos a nosotros mismos, conociendo a Dios más, y amando a nuestros enemigos para ser conocidos como hijos de Dios y que el mundo vea nuestras obras para que le glorifiquen (Mt 5:44; 5:16). Dios nos libertó de la esclavitud del pecado a través de la cruz, en ella nos volvió Sus siervos ¡henos aquí! Ese pecado se torna odioso para nosotros, no aguatamos tener el corazón lleno de odio, enojo y falta de perdón. La necesidad de reconciliación con otros, es una necesidad que el Espíritu Santo nos convence cada día. Amar, servir, aun a quienes no nos aman, es parte de esa nueva naturaleza que Dios forma en nosotros, es lo que nos hace semejantes a Cristo. Doy gracias a Dios por la cruz, porque en ella ya no vivo yo, sino Cristo en mí. Esa cruz fue mi camino a Dios porque mi Señor fue clavado allí por mi pecado, y Su resurrección es mía para un día ver los agujeros en Sus manos y pies a causa de los clavos que yo merecía, pero que Él recibió por mí. Ese día solo podré decir: “gracias por la cruz, gracias por Jesús”. [1] Página 100

Sergio Cano

Sergio Cano es esposo de Susana tienen tres hijos, Susana María, Sergio Alejandro y Daniela. Vive en la ciudad de Guatemala. Es diácono de iglesia Reforma, donde juntos sirven en discipulado a matrimonios e individualmente. Tiene un diplomado en consejería bíblica con la Organización Hope for the Heart.

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