El sermón más viejo de todos

¿Hay evidencia más grande de Dios que la creación misma? Los cielos cuentan su gloria y el firmamento anuncia las obras de sus manos. (Salmos 19:1)
El sermón más viejo de todos

El hombre sabio lee el libro del mundo y el libro de la Palabra como dos volúmenes de la misma obra y piensa respecto a ellos: «Mi Padre escribió los dos»”, Charles Haddon Spurgeon.

Dios ha sido el creador de todo cuanto existe. Así como al ver una pintura tenemos implícitamente en ella la existencia de un pintor, de la misma manera, Dios nos ha dejado un lienzo extendido de horizonte a horizonte que anuncia a cada instante su existencia y su deidad.

Es un testimonio a toda lengua y nación, porque no tiene un lenguaje asociado, y a la vez nos narra la historia de la creación. Cuando el día comienza, la luz del sol ilumina todo lo creado desde praderas, montañas, cascadas y hermosos valles hasta las aves que surcan el aire en las alturas. Y una suave transición, cuando el día se va y la noche despierta el brillo de las estrellas distantes comienza su sinfonía silenciosa.

Dios ha dejado un mensaje revelado en la creación. Esto se conoce como: Revelación general.

Este mensaje pone a todos los hombres en la misma condición pecaminosa ante Dios, ¿En qué sentido? En que nadie tiene excusa de saberse ignorante de su existencia:

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad. Pero lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa. Romanos 1:18-20.

La Biblia muestra al hombre que niega la existencia de Dios cómo un necio, sin vueltas, sin exagerar. (Salmos 14:1)

¿Alguna vez perdiste algo y lo buscaste por horas para darte cuenta que estaba enfrente tuyo? Uno se golpea la frente con la palma de la mano y dice: “¡que tonto fuí!”. El hombre necio ve todo el tiempo la creación de Dios, “oye” a cada instante de su vida el sermón mudo de todo lo creado y en su dureza sigue diciendo: “No hay Dios”. Y así cómo el no creer en la ley de la gravedad no te exime de estar sujeto a ella, así mismo, el no creer en la existencia de Dios no te hace libre de Él. Dios es justo y dará el pago en retribución por el pecado (Éxodo 34:7). Estamos todos en la misma condición de culpables ante Dios por causa del sermón que no se detiene: La revelación general. ¿Pero es suficiente? ¿puede salvarme el reconocer que existe Dios como creador?

La respuesta es: no. No puede salvarme el simple hecho de creer en Dios, de afirmar su existencia. La Biblia dice que “también los demonios creen, y tiemblan.” (Santiago 2:19). Necesitamos más que la revelación general para ser salvos, necesitamos una revelación especial. Y gloria a Dios que la hay: La Biblia.

El salmo 19 no nos deja simplemente con el sermón de la creación, sino que lo completa con el sermón de las Escrituras, ellas nos revelan el plan de Dios en cuanto a la salvación del hombre. El versículo 7 dice: “La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma”, es la ley del Señor, el consejo del Señor, la que puede producir en nosotros la sanación de nuestras almas pecadoras. La Reina Valera 1960 lo traduce como: “que convierte el alma”, no hay otra cosa que pueda producir en nosotros la obra maravillosa de la salvación sino es la revelación especial del evangelio.

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. (Hebreos 1:1-2)

 
Unos versículos antes de hablar de la revelación general en el primer capítulo de Romanos tenemos una breve definición pero sustancial de lo que es el evangelio en las palabras del Apóstol Pablo:
 

Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del Judío primeramente y también del Griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. (Romanos 1:16-17)

 
El poder de Dios para salvarnos no radica en lo que conocemos acerca de Él al ver la creación sino en el mensaje del evangelio:
 

 Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo (el Mesías) murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que se apareció a Cefas (Pedro) y después a los doce. (1 Corintios 15:3)

Esto es necesario creer para ser salvos: primeramente, que somos pecadores, al no dar gloria ni gracias al Dios que nos creó sino que por mucho tiempo en nuestro pecado estuvimos ocultando esa realidad, pero al vernos tal cómo somos ante Dios por medio de su revelación especial reconocemos nuestra necesidad de ser salvados de tal condición nefasta que solo nos llevará al castigo eterno y justo por nuestro pecado; segundo, que Dios proveyó un camino de salvación para librarnos de su ira justa por el pecado, y ese camino es la muerte sustitutoria de Jesucristo en la cruz, muriendo por nosotros, para pagar la paga de nuestro pecado (Romanos 5:6); tercero, que si yo pongo mi fe y confianza en ese sacrificio sustitutorio y redentor, arrepintiéndome de mi vida de pecado, es suficiente ante Dios para saldar mi deuda, limpiarme de toda maldad, y darme vida eterna por medio de su Hijo.

El sermón general de la creación debe venir acompañado del sermón especial de las Escrituras, sin ellas -cómo le dijo Pablo a su hijo Timoteo- no podemos ser sabios para la salvación que es en Cristo Jesús:

Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (apto), equipado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:15-17)

Enrique Oriolo

Enrique es co-fundador de Soldados de Jesucristo, actualmente sirve como misionero y pastor ordenado en la Iglesia Bíblica de City Bell, en Argentina. Está casado con Tamara y es padre de dos hijas, Luz y Paz.

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.