El hogar, un ministerio que impacta

Este tiempo de pandemia, en el que cada una de nosotras tuvimos que hacer algunos ajustes en nuestra vida, escuché más de un comentario de creyentes y no creyentes de lo cansadas, agobiadas, estresadas, desanimadas y aburridas que se sentían al tener qué hacer tantas cosas en el hogar. Algunas mujeres que antes contaban con ayuda en casa cesaron de tenerla, otras que tuvieron que trabajar desde su hogar, y otras que estaban acostumbradas a pasar 5 horas diarias o menos con su marido e hijos, ahora tenían que estar 24/7 con ellos. El resultado de todos estos cambios, sin lugar a duda, puede resultar abrumador. El 2020 fue un año de muchos cambios, pruebas e incertidumbres; pero como lo sabemos, las pruebas revelan lo que hay verdaderamente en nuestro corazón. Las pruebas de este año no han sido la excepción. Es el pecado y las mentiras de este mundo las que nos han hecho pensar una vez más que nuestra satisfacción está en contra del diseño que Dios ha preparado para nosotras. Satanás ha hablado una mentira y la mujer la ha creído. Hemos creído que cuidar nuestro hogar es una carga pesada y no un ministerio maravilloso encomendado por Dios y para la bendición de nuestra familia. Satanás ha ofrecido su bocado de mentira y la mujer lo ha comido. Pero es un momento de detenernos y recordar que nuestra familia y hogar es nuestra responsabilidad principal. Después de nuestra comunión con el Señor, edificar nuestro hogar es la prioridad. Quisiera comparar nuestro llamado con el del apóstol Pablo, el Señor le llamó a predicar a los gentiles. Pablo era un judío conocedor de la ley y con un amor profundo por su pueblo (Hch. 22:3; Fil 3:4-6). Desde la perspectiva humana, podríamos pensar que lo ideal habría sido que se dedicara por completo predicar a los judíos, sin embargo, el Señor lo llamó a los gentiles. Pablo no se negó en hacerlo y cumplió con su llamado a cabalidad. Aunque también tuvo oportunidad de ministrar a los judíos nunca dejó a un lado su prioridad: los gentiles. Así que, como Pablo, podemos tener otros ministerios en los que apoyemos y sirvamos, pero nuestra prioridad debe estar en nuestro hogar, y en cuanto suplamos esto, podemos apoyar otras responsabilidades. En esta ocasión quisiera compartir contigo algunos principios que pueden ayudar a reenfocar tu ministerio en el hogar.

El hogar es tu ministerio principal, no lo deseches

¿Qué haces en la iglesia? ¿Cuál es el ministerio que vas a apoyar? Estas son preguntas que recibo comúnmente, especialmente en este tiempo que mi esposo y yo estamos planeando ir a Cali Colombia, para plantar una nueva iglesia. Mi respuesta siempre ha sido: Mi ministerio principal será mi hogar. Cuidar de mi esposo que ahora tendrá más ocupaciones y necesitará más mi ayuda. Atender a mi hijo de tres años y enseñarle el camino de salvación día a día. Nada de eso va a cambiar para mí. Algunas veces siento un sin sabor en la respuesta, y tal vez caras de sorpresa, ya que esperarían que respondiese algo como: “seré la líder de mujeres”, “seré la líder del ministerio de niños”, “entrenaré a otras mujeres en cómo interpretar la Biblia”. Déjenme aclarar algo, con esto no estoy diciendo que no deseo estar involucrada en todo el ministerio de la iglesia, solo estoy reconociendo que mi hogar es también un ministerio y no solo eso, sino mi ministerio principal. Además, debo reconocer la etapa de la vida en la que me encuentro, mi esposo es un plantador de iglesias y necesita mucho apoyo de mi parte y además de eso tengo un hijo pequeño que demanda mucho tiempo de mí. Es muy probable, si Dios así lo permite, que en unos años cuando la iglesia esté más establecida y mi hijo esté fuera de casa, que mi ministerio fuera de casa sea mayor, sin embargo, en esta etapa de mi vida, sé que eso no es lo que Dios está demandando de mí. Cuando estamos en el hogar, tendemos a discriminar este llamado y no catalogarlo como un ministerio. Creemos que el ministerio solo tiene que ver con lo que hacemos “en la iglesia”, sin embargo, es un error verlo de esta manera. En una oportunidad le preguntaron a la esposa de un reconocido pastor, que, si a ella le gustaban las misiones, y su respuesta fue: “Claro que sí, ¡me encantan! de hecho tengo 4 misioneros en casa”, sus hijos eran su campo misionero, y esto no le avergonzaba, sino que al contrario recibió con gozo este llamado en el hogar. Hacer ministerio en casa es discipular, animar, exhortar, disciplinar, enseñar, ayudar, servir, abrazar a nuestros hijos. Es enseñarles que cuando pecamos, pedimos perdón, y luego viene la reconciliación y el gozo. Hacemos lo que cualquier ministerio en la iglesia debe hacer, con la diferencia de que lo hacemos para nuestros más amados, cumpliendo el mandato del Señor. Una y otra vez en la Palabra de Dios vemos la urgencia de este llamado, en Tito 2:4 Pablo instruye a Tito sobre la importancia que las mujeres sean hacendosas en el hogar, amadoras de sus maridos y sus hijos y Proverbios 14:1 dice que la mujer tiene la capacidad de edificar o derribar su hogar. Quisiera que tuvieses en cuenta esto para que reconozcas la importancia de este ministerio de cuidar de tu hogar. Esto requerirá tiempo, entrenamiento, esfuerzo, pero recuerda es algo en gran estima delante del Señor.

El hogar es un ministerio que requiere diligencia, no lo desprecies

¿Qué hace tu mama? ¿En qué trabajas? La respuesta típica: “ella no trabaja” o, “yo no trabajo”, está tan despreciada la labor de ser ama de casa, que a muchas personas les cuesta pensar que es un trabajo. Sin embargo, lees proverbios 31 y no crees que aquella mujer no fuera una trabajadora esforzada. Esta confusión es una muestra de cómo depreciamos este llamado del Señor y, por lo tanto, no nos esforzamos como deberíamos. El trabajo en el hogar requiere diligencia, esfuerzo, sabiduría y planeación. No es un trabajo fácil, no es un trabajo que requiera poco esfuerzo, por el contrario, es una tarea ardua. Adecuar el ambiente propicio para que tu esposo y tus hijos puedan sentirse más cerca a Cristo, y que ellos puedan ver su hogar como un refugio en medio de la hostilidad que vivimos en este mundo, no es tarea sencilla. La crianza de tus hijos es demandante y requiere de tiempo y preparación. Cuando van creciendo debes conocer de múltiples temas para poder responder a aquellas preguntas que se les ocurren a los niños y que pueden ser determinantes para su fe. Así que no solo eres madre, sino que te vuelves una investigadora profesional de temas varios para proteger la mente de tus hijos y tener las mejores respuestas que los lleven al Señor. Este es solo un ejemplo de las múltiples facetas que enfrentas al ser madre.

El hogar es un ministerio que trae gozo, no los subestimes

He hablado de que el trabajo en el hogar demanda esfuerzo, compromiso y diligencia. Pero una recompensa que trae el trabajo en el hogar es un gozo incalculable. Cuando tu esposo llega a casa y siente tranquilidad, paz y te agradece por todo lo que haces en casa; cuando ves la pequeña sonrisa de tus hijos diciéndote “gracias mami”, cuando te das cuenta que no hay nadie más sobre esta tierra que conoce a tu esposo y tus hijos más que tú, cuando gastas el tiempo en hablar del Señor y ves a tu hijo tratando de orar con escasas palabras que un pequeño puede decir, cuando ves el legado que estás dejando y ves el fruto de aquel esfuerzo. Y, finalmente, cuando termines tu carrera y El Señor te diga “buena sierva fiel, en lo poco has sido fiel en lo mucho te pondré”. No podría existir mayor fuente de gozo que esta: Cumplir la voluntad del Señor. Hermanas las animo a que seamos fieles a este llamado. Un llamado que en algunas ocasiones duele y puede cansarnos, pero que al final cuando terminemos esta carrera podemos gozarnos de haber amado lo que Dios ama, y cuidar de lo que El Señor nos pide que cuidemos. Quiero animarte y dejarte un versículo que ha sido de mucha ayuda en mi vida, especialmente cuando estoy agotada en medio de todas estas tareas: “Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos” (Gal 6:9).

Juliana de Armel

Juliana de Armel, es una hija de Dios salvada por gracia. Esposa de Santiago Armel quien es pastor de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali. También es madre de un hijo llamado Santiago. Junto a su familia vivió por varios años en Los Angeles, California, tiempo en el cual fueron entrenados en Grace Community Church para luego ser enviados como misioneros a plantar una iglesia en la ciudad de Cali, Colombia.

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