Casi todos los cristianos creen que Dios es bueno, pero parece que muchos no creen que Él sea amable. ¿Realmente importa si creemos que Dios es feliz? Sí, importa más de lo que alguna vez ha importado, o alguna vez importará. Sobre esto depende, por ejemplo, si podemos creer o no las promesas de Dios, como las que se encuentran en Romanos 8. Si Dios no es feliz, entonces Él no puede ser nuestra fuente de felicidad. Él no puede darnos lo que Él no tiene. Un Dios infeliz nunca valoraría la felicidad de sus criaturas. Y no tendríamos ninguna razón para creer que disfrutaremos de la felicidad eterna en su presencia. Agustín, Tomás de Aquino y Blaise Pascal dijeron que todas las personas buscan la felicidad, y que solo Dios es la fuente última de la felicidad. Si Él cumplirá su promesa de concedernos la felicidad eterna, Dios no solo debe ser feliz, sino también excesivamente feliz, con una felicidad que se derrama en la creación en general y en los creados a Su imagen en particular. Porque seguramente ningún ser «que en la mayor parte es infeliz» es capaz de dispensar y mantener la felicidad en cualquier forma profunda y duradera. Pablo dice que las buenas nuevas que traemos al mundo son «el glorioso evangelio del Dios bendito» (1 Timoteo 1:11). Al final de la misma carta, tal vez para alentar a Timoteo que está lidiando con innumerables problemas en las iglesias que podrían hacerlo infeliz, Pablo habla del regreso de Cristo y dice: «La cual manifestará a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de reyes y Señor de señores» (1 Timoteo 6:15). En el mensaje que hablamos a nuestras iglesias y al mundo, ¿retratamos a Dios como feliz? Sino socavamos seriamente las buenas nuevas de la obra redentora de Cristo. De hecho, si Dios no es feliz ¡las «buenas nuevas» de vivir con Él por toda la eternidad no serían buenas noticias! La felicidad de Dios es una parte esencial del evangelio, y la promesa de la felicidad eterna depende de la felicidad de Dios. Que te digan que puedes tener una relación eterna con un ser infeliz es una mala noticia, ¡no una buena noticia! ¿Cuánto tiempo habrá antes que un Dios infeliz se canse de nosotros y decida sacar a relucir nuestras ofensas pasadas o nos resiente por la sangre derramada que le costó? La aniquilación seguramente sería mejor que vivir con un ser omnipotente cuyo estado de ánimo mañana puede transformarse en infelicidad, con consecuencias depresivas y aterradoras (ETERNAMENTE aterradoras) para Sus criaturas. Pero eso no es lo que las Escrituras retratan. Considera Mateo 25:23: «“Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en (o comparte) el gozo de tu señor.” Descubriendo el amor de Dios «Ven y comparte (o «entra en») el gozo de tu señor.» Es una declaración profunda. No es «Tráeme tu felicidad» o «Ven al cielo donde encontrarás cosas que te harán feliz». Más bien, Dios esencialmente dice aquí, “Ven a una felicidad que precedió el comienzo de los tiempos, un deleite entre Padre, Hijo y Espíritu Santo el uno para con el otro, que ahora te extendemos. Esta es NUESTRA felicidad, y felizmente te invitamos a compartirla con nosotros. Lo hemos hecho a un costo insondable, en la sangre derramada de Dios Todopoderoso, porque sabíamos desde el principio que la recompensa de nuestra felicidad eterna y la tuya en nosotros valdría la pena. Por lo tanto, los sufrimientos de este tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que te revelaremos y tú nunca dejes de revelarla” . “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2).