Una de las contribuciones de la Reforma es un claro entendimiento de que la justicia es imputada a nosotros. Aquí pensamos en Juan Calvino, ya que él representa una comprensión clara de esta doctrina. La justicia no puede venir de nosotros mismos, ya que incluso nuestras mejores obras todavía están estropeadas por el pecado.[1] Nuestras obras no pueden traernos a una correcta posición ante Dios, ya que él exige la perfección, y todos nos quedamos cortos en muchos aspectos. Aquellos que están bien ante Dios, entonces, son perdonados de sus pecados, lo que significa que sus pecados ya no son contados contra ellos o imputados a ellos.[2] Esta es otra forma de decir que la justificación es forense. Se deduce, entonces, que la justificación, de acuerdo con Calvino, no quiere decir que estamos hechos justos, sino que somos contados como justos; los creyentes no son transformados en justificación, sino perdonados.[3] La justificación es extrínseca en lugar de intrínseca, para que los justificados tengan una nueva posición ante Dios. Nuestra justificación, entonces, es perfecta desde el principio. Los creyentes no se justifican más a medida que progresan en la santidad, porque la justificación no significa renovación interior sino la declaración de Dios de que uno es absuelto y no culpable ante él. Incluso después de nuestra conversión, nuestra fe permanece imperfecta. Calvino apela a 1 Corintios 13:12 donde Pablo dice que nuestra fe es incompleta y parcial en esta vida.[4] En otras palabras, el pecado sigue acosando a los creyentes. La continua presencia del pecado indica que la justicia tiene que ser forense, porque ninguno puede afirmar que es recto ante Dios mientras todavía está manchado con el pecado.[5] Del mismo modo, la fe no puede contar para nuestra justicia, ya que no es perfecta ni constante, y por lo tanto necesitamos que la justicia sea imputada a nosotros para estar seguros de que estamos bien con Dios.[6] Confiar en nuestras obras aflige nuestra conciencia ya que todos fracasamos, y así los creyentes deben confiar en Cristo para disfrutar de la paz con Dios.[7] Calvino enseña que no tendremos paz y descanso a menos que seamos «del todo justos delante de él».[8] Y esta justicia es, de hecho, nuestra por imputación. Podemos ver, entonces, por qué la imputación es tan importante en la teología de Calvino, porque nuestra seguridad descansa sobre la verdad de que la justicia de Cristo es imputada a los creyentes. Los creyentes no encuentran la justicia en sí mismos, sino que son justos porque la justicia de Cristo es contada a su favor.[9] Calvino lo expresa de esta manera: «Por lo tanto, explicamos la justificación simplemente como la aceptación con la que Dios nos recibe en su favor como hombres justos. Y decimos que consiste en la remisión del pecado y la imputación de la justicia de Cristo».[10] Una persona «no es justa en sí misma, sino porque la justicia de Cristo se le comunica por imputación».[11] En la interpretación de Calvino de Romanos 5:19, que habla de que los creyentes han sido hechos justos a causa de la obediencia de Cristo, él dice: «qué otra cosa es esto sino la de guardar nuestra justicia en la obediencia de Cristo, porque la obediencia de Cristo nos es contada como si fuese nuestra».[12] Para Calvino, «la imputación sólo es posible por nuestra unión con Cristo y porque en ese mismo momento somos miembros de su cuerpo».[13] Por lo tanto, los creyentes son considerados justos como aquellos que pertenecen a Jesucristo, como aquellos que están injertados en él.[14] El papel crucial que la unión con Cristo desempeña en la imputación se expresa a menudo en Calvino.[15] «Ustedes ven que la justicia no está en nosotros, sino en Cristo, que la poseemos sólo porque somos partícipes en Cristo».[16] Calvino resume bien la doctrina protestante de la imputación, una doctrina que sigue siendo una gran consolación y fortaleza para los creyentes y para los herederos de la Reforma.
Nota del editor: Este artículo es parte de la Revista 9Marcas publicada por el ministerio 9Marks. Puedes adquirir la Revista impresa . También puedes descargarla gratuitamente directamente del sitio en internet es.9marks.org. Este ensayo es una ligera revisión del material que se encuentra en Thomas R. Schreiner, Faith Alone: The Doctrine of Justification [Solo la fe: la doctrina de la justificación] (Grand Rapids: Zondervan, 2015), pp. 59-60. Usado con permiso. Este artículo fue traducido por Renso Bello. [1] Institutes [Institución], III.xiii.9. [2] Institutes [Institución], III.xi.22. [3] Institutes [Institución], III.xi.6. [4] Institutes [Institución], III.ii.20. [5] Institutes [Institución], III.xi.21. [6] Institutes [Institución], III.xiii.10. [7] Institutes [Institución], II.xiii.3. [8] Institutes [Institución], III.xi.11. [9] A Reformation Debate: John Calvin and Jacopo Sadoleto, [Un debate de la Reforma: Juan Calvino y Jacopo Sadoleto], ed. John C. Olin (Grand Rapids: Baker, 1966), 67. [10] Institutes [Institución], III.xi.2. [11] Institutes [Institución], III.xi.23. [12] Institutes [Institución], III.xi.23. [13] Ver Wendel, Calvin [Calvino], 256-258; Helm, Calvin [Calvino], 76; McGrath, Iustitia Dei, 2:37-38. [14] Institutes [Institución], III.xi.10. [15] Ver Gaffin, “Justification and Union with Christ” [«La justificación y la unión Cristo»], 252-254, 258-269. Craig B. Carpenter, “A Question of Union with Christ? Calvin and Trent on Justification” [«¿Una pregunta sobre la unión con Cristo? Calvino y Trento sobre la justificación»] WTJ 64 (2002) 363-386. [16] Institutes [Institución], III.xi.23.