“Merezco más”: el peligro de buscar superioridad a través de los dones espirituales

Los dones son un regalo de Dios para edificar Su iglesia, no un derecho para exigir reconocimiento o privilegios.
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En sus dos epístolas a los Corintios, Pablo le habla a una iglesia muy influenciada por las formas paganas de pensamiento del primer siglo. Corintio era una ciudad con un puerto muy comercial y próspero; un lugar donde llegaban todas las filosofías y religiones del Imperio Romano, lo que generaba todo tipo de mezclas en las creencias. Esta iglesia sufrió muchas dificultades debido a estas confusiones, por lo que Pablo se vio en la necesidad de exhortarlos fuertemente.

Quiero que nos enfoquemos en una de esas dificultades: su entendimiento sobre los dones espirituales estaba permeado por otras creencias. Por ejemplo, al ser influenciados por el platonismo, comenzaron a sobrevalorar dones como el conocimiento y la profecía, y al escuchar el misticismo de cultos órficos y dionisíacos, comenzaron a exaltar el hablar en lenguas. Por esta dificultad, vemos al apóstol haciendo un arduo trabajo para clarificar la importancia de todos los dones (1Co 12-14).

Estoy convencida de que hoy vivimos una experiencia similar: estamos rodeados por diversas ideologías y cosmovisiones, las cuales han afectado nuestro entendimiento bíblico sobre los dones espirituales. Por eso necesitamos recordar la comparación que hizo Pablo entre el cuerpo humano y los dones, demostrando que no había creyentes superiores a otros a causa de sus dones (1Co 12:12-17). Lastimosamente, nosotras mismas podemos creernos con más importancia que nuestros hermanos y hermanas.

Hoy en día estamos rodeados por diversas ideologías y cosmovisiones, las cuales han afectado nuestro entendimiento bíblico sobre los dones espirituales. / Foto: Pexels

Tener dones no nos da el derecho de exigir privilegios

Quiero ofrecer en este artículo una idea simple pero necesaria: el tener dones no nos da derecho a exigir privilegios. Los dones son dados por Dios para la edificación de la iglesia local. En ninguna parte de la Palabra encontramos el derecho a exigir algo por nuestro servicio, mucho menos un rango superior. Simón el mago es un ejemplo de querer dones con un propósito egoísta: ofreció dinero a Pedro para tener el poder el Espíritu y fue severamente reprendido (Hch 8:18-24). 

Los dones son dados por Dios para la edificación de la iglesia local. / Foto: Lightstock

En cambio, enfoquémonos en ser como nuestro Señor Jesucristo, quien vino a servir y no a ser servido. Ya que Él es nuestro ejemplo, debemos imitarlo con una actitud de obediencia y sumisión, y parte de ello es usar nuestros dones sin esperar nada a cambio. Nuestro Señor exhortó a los apóstoles con esta misma idea: 

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha ordenado, digan: “Siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho” (Lc 17:10). 

En ninguna parte de la Palabra encontramos el derecho a exigir algo por nuestro servicio, mucho menos un rango superior. / Foto: Envato Elements

¿Qué es lo que merecían los apóstoles por hacer lo que se les había mandado? ¿Una posición superior o una recompensa especial? Lo único que podían esperar era ser fieles a su llamado; que el Señor les dijera que habían hecho todo lo que debían. Pero nosotras, al igual que los discípulos, queremos tener un lugar especial y elevado sobre los demás. También cuando comenzaron a discutir sobre quién debía ser considerado “el mayor”, Jesús les dijo: 

Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores. Pero no es así con ustedes; antes, el mayor entre ustedes hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre ustedes Yo soy como el que sirve (Lc 22:27).

Entonces, cuando sirvamos al Señor con nuestros dones, no debemos esperar ni exigir nada, ni creernos especiales, pues solo hemos de hacer lo que Él nos ha pedido. Hemos recibido los dones por pura gracia, y cuando los usamos, lo hacemos solo por obediencia y servicio. 

Cuando sirvamos al Señor con nuestros dones, no debemos esperar ni exigir nada, ni creernos especiales, pues solo hemos de hacer lo que Él nos ha pedido. / Foto: Unsplash

El corazón correcto para el servicio

Así, necesitamos revisar constantemente que no haya en nuestro corazón un deseo de tener ser superiores, sino solo un anhelo de servir fielmente. Para saber si nuestro corazón está en el lugar adecuado, podemos hacernos dos preguntas de diagnóstico:

  • ¿A quién quiero agradar con mis dones? La Palabra dice al respecto: “[Obedezcan] no para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad de Dios” (Ef 6:6). Revisemos si cristo es a quien buscamos agradar.

  • ¿Cuál es mi actitud al servir al Señor? Si tendemos a deleitarnos mucho en nosotras mismas, sigamos el ejemplo del salmista: “Me deleito en hacer Tu voluntad, Dios mío; Tu ley está dentro de mi corazón” (Sal 40:8).
necesitamos revisar constantemente que no haya en nuestro corazón un deseo de tener ser superiores, sino solo un anhelo de servir fielmente. / Foto: Pexels

Finalmente, quiero cerrar meditando en la disposición que el Señor pidió de parte de Abraham cuando reafirmó Su pacto con él. Creo que Sus palabras nos ayudan a enfocar nuestro servicio de manera precisa:

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy El-Shaddai, Dios Todopoderoso. Sírveme con fidelidad y lleva una vida intachable” (Gn 17:1 NTV).

Dos cosas importantes de señalar: “Sírveme con fidelidad” y “lleva una vida intachable”. La voluntad de Dios para nosotros no es la grandeza ni el éxito ministerial; Su voluntad es que seamos fieles.

Lily Llambés

Liliana Llambés es colombiana y sirve como misionera de IMB en Panamá. Su pasión es proclamar el mensaje de salvación y hacer discípulos con el fundamento bíblico de la Palabra de Dios. Es la autora de «7 disciplinas espirituales para la mujer» y conferencista internacional. Tiene una Maestría en Estudios Teológicos del Southern Baptist Theological Seminary, y está cursando una Maestría en Divinidades con énfasis en Consejería Bíblica. Está casada con el pastor y misionero Carlos Llambés, con quien tiene 4 hijos y 9 nietos. Puedes encontrarla en Facebook, Twitter e Instagram. @lilyllambes

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