¿Qué es la sabiduría?

El necio es el que muere sin Cristo, confiando en su propio mérito. El que piensa que estará bien en el juicio por sus propias obras es el más necio posible.

¿Qué es la sabiduría? Si somos honestos, la sabiduría es un término difícil de definir. Casi siempre se trata de definir en términos lógicos, según nuestra opinión u experiencia personal. ¿Acaso la sabiduría consiste en poseer conocimiento o, quizás, implica ser inteligente? ¿Tal vez tiene que ver con ser astuto? Aunque el mundo probablemente responda que sí a las preguntas anteriores, nosotros, los hijos de Dios, no debemos contentarnos con definiciones que no toman en cuenta a nuestro Creador y Redentor. Por esa razón, debemos replantear la pregunta, a fin de enfocarla de manera correcta: ¿cómo define Dios la sabiduría? Esa es la perspectiva correcta no solo de esta pregunta, sino de todo en la vida. Para responder a nuestra pregunta reformulada, veremos la sabiduría desde cinco características que la Biblia le asigna. La sabiduría es un regalo de Dios, la fuente de toda la sabiduría Antes de definir lo que es la sabiduría, es importante recalcar que la verdadera sabiduría no se encuentra entre los hombres, pues aún «la necedad de Dios es más sabia que los hombres» (1 Co. 1:25). El contraste es claro y evidente. Por más esfuerzo que el hombre haga, por más que intente, no podrá ser sabio en sí mismo. La sabiduría divina solo viene de Dios, del único y sabio Dios (1 Ti. 1:17). Santiago 3:17 afirma lo mismo, que la sabiduría viene «de lo alto»; por eso es descrita como «primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía». Así que, si queremos encontrar la sabiduría, no podemos buscarla entre los hombres. Tenemos que ir a Dios, directo a la fuente. Y, si queremos ser más específicos aún, debemos acudir a la revelación visible de la sabiduría de Dios: su Hijo Jesucristo, «en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col. 2:3). Y a Él lo podemos ver en las páginas de las Escrituras (2 Co. 3:15-18). Cristo es, entonces, nuestro motivo para buscar la sabiduría. Si queremos ser como Él, necesitamos ser sabios. Necesitamos reflejar su perfecta sabiduría. La sabiduría solo se obtiene por los que temen a Dios Probablemente el versículo más famoso acerca de la sabiduría se encuentra en Proverbios 1:7a: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría». Temer al Señor o, alguien que teme al Señor, es otra manera de referirse a un creyente—aquel que teme la ira del Señor en contra del pecado y corre a Él para recibir perdón—. Allí comienza todo: cuando uno cree en Dios y abraza su evangelio. Al contrario, el incrédulo no tiene sabiduría, es un necio, pues «ha dicho en su corazón: “No hay Dios”» (Sal. 14:1). En palabras de Salomón: «los necios desprecian la sabiduría y la instrucción» (Pr. 1:7b). Santiago 1:5-7 afirma que solo los que tienen fe reciben el regalo divino de la sabiduría: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero que pida con fe, sin dudar. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor» [énfasis añadido]. Por lo tanto, si eres hijo de Dios y crees en Él, puedes obtener sabiduría. Así que solamente debes acudir a Él y pedirla. La sabiduría es saber cómo vivir correctamente En las palabras más sencillas posibles, la sabiduría es saber hacer las cosas de la forma como se deben hacer. En el Antiguo Testamento, la palabra normalmente traducida como sabiduría es « חָכמְהָ (ḥāḵmā[h])», que tiene que ver con «la capacidad de comprender y, por lo tanto, tener habilidad para vivir, lo que implica la adhesión a un estándar establecido».[1] Esta destreza de vivir bien puede aplicarse a las cosas más cotidianas de la vida, como cocer una vestidura («a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón», Éx. 28:3), o la habilidad de mediar correctamente en el pleito entre dos mamás (1 R. 3:16–28). La sabiduría, entonces, no es mera inteligencia. No es un conocimiento teórico solamente. De hecho, la palabra griega que se emplea en el Nuevo Testamento y que se traduce como sabiduría, también enfatiza lo práctico que es la sabiduría. El diccionario griego define «σοφία (sophia)» como «la capacidad de entender y funcionar debidamente».[2] El sabio no solo entiende una situación, sino que entiende cómo aplicar el conocimiento para actuar correctamente en dicha situación. Una ilustración de lo práctico que es la sabiduría se encuentra en la matemática. Es común que el alumno de matemática sepa cómo resolver ecuaciones en el aula. Sin embargo, luego cuando se le presenta un problema matemático en la vida real, no entiende cómo aplicar la ecuación correcta a la situación. Tiene conocimiento, pero no sabe cómo aplicarlo a la vida. Al sabio no le pasa esto. El sabio entiende cómo aplicar el conocimiento para actuar de la mejor manera en cada circunstancia. Pero ¿cómo definimos lo que es mejor en cada circunstancia? La sabiduría se aprende solo por medio de la Palabra de Dios La única manera de aprender cómo vivir correctamente es vivir como Dios dicta. Andar en sabiduría es hacer las cosas que le agradan a Él. Dios es nuestro Creador, por lo tanto, Él determina cómo debemos vivir. Nunca al revés. De hecho, cuando Pablo enseña que debemos andar como sabios, lo resume diciendo que la sabiduría es hacer la voluntad de Dios: «Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no sean necios, sinoentiendan cuál es la voluntad del Señor» (Ef. 5:15-17). Entonces, la manera de andar sabiamente es buscar agradar a Dios en todo. Es decir, yo no determino lo que es mejor en cada circunstancia. Yo no defino lo que es bueno. Solamente el Creador establece las leyes de su creación. Y Él nos dice que el motivo detrás de cada acción nuestra debe ser agradar a Dios. Pablo explica esto varias veces en sus cartas con palabras sinónimas. Si no hacemos todo de esta manera estamos haciéndolo todo mal. Todo lo que hacemos debe glorificar a Dios (1 Co. 10:31). Todo lo que pensamos y hacemos debemos hacerlo en el nombre de Cristo (Col. 3:17). Entonces, ya establecimos que la sabiduría se trata de vivir como Dios manda, pero ¿cómo es que Él comunica sus mandatos a nosotros? A través de la Palabra de Dios. Moisés explica: «Miren, yo les he enseñado estatutos y decretos tal como el Señor mi Dios me ordenó, para que así los cumplan en medio de la tierra en que van a entrar para poseerla. Así que guárdenlos y pónganlos por obra, porque esta será su sabiduría y su inteligencia […]» (Dt. 4:5-6). Es decir, llegamos a ser sabios cuando recibimos y obedecemos la enseñanza de los estatutos y decretos que nuestro Dios nos ha mandado en su Palabra. De hecho, existe una porción de la Escritura que se llama «los libros de sabiduría». Son los libros de Job a Cantares. Cuando pensamos un poco acerca de esta sección de la Biblia nos damos cuenta de que lo que nos enseñan es a cómo vivir de una manera que agrada a Dios, por ejemplo:

  • Job tiene un capítulo completo sobre el tema de la sabiduría (Job 28), que nos exhorta a temer al Señor aún en medio del sufrimiento. Job enseña al creyente que la manera de lidiar con la aflicción es someterse a Dios y confiar en su plan, sin cuestionarle.
  • Los Salmos nos enseñan que la reacción más sabia en cualquier circunstancia es adorar a Dios. Cada Salmo comienza en un lugar diferente. Pero todos nos enseñan a adorar.
  • Los Proverbios nos enseñan muchos principios acerca de la sabiduría. Por ejemplo, uno llega a ser sabio cuando acepta la corrección (Pr. 12:15; 19:20) y cuando es más pronto para escuchar que para hablar (Pr. 17:27-28).
  • Eclesiastés nos enseña la vanidad de este mundo y que el sabio vive para su eternidad con Dios.
  • Cantares nos enseña a aplicar la sabiduría a nuestro hogar, amando a la esposa de nuestra juventud. En resumen, la Biblia está llena de sabiduría, porque toda la Biblia nos revela quién es Dios y cómo vivir para Él.

Un sabio debe vivir a la luz de su sabiduría Lamentablemente, lo cierto es que uno puede ganar sabiduría, pero rehusar obedecerla. El mejor ejemplo de un sabio que vivió como un necio es el mismo Salomón, el hombre más sabio de la historia (1 R. 4:31). Él supo lo que debía hacer, pues Dios le había llenado de mucha sabiduría. Sin embargo, decidió pecar contra Dios y buscar deleitarse en los placeres del mundo. Al final, se dio cuenta de su error y se arrepintió, escribiendo el libro de Eclesiastés para instruirnos a no seguir su camino. Pero esa realidad —que un sabio puede desobedecer la sabiduría— confirma nuevamente nuestra definición: que la sabiduría es entender cómo vivir correctamente. Pero también afirma que la sabiduría en sí misma no es suficiente. No sirve de nada si no la llevamos a la práctica. Necesitamos obedecer lo que la sabiduría dicta. Por lo tanto, dos aplicaciones surgen de lo que hemos estudiado. Primero, debemos buscar la sabiduría. Es un tesoro de infinito valor. Debemos estudiar las Escrituras y aprender cómo vivir para la gloria de Dios. Debemos correr hacia la Escritura, meditando y memorizando cómo es Dios y qué es lo que pide de nosotros. Solo así vamos a saber cómo vivir sabiamente. Solo así vamos a entender cómo agradar a nuestro Creador. Solo así, vamos a comprender cómo andar como Cristo anduvo (1 Jn. 2:6). Pero surge una segunda aplicación también. Debemos aplicar la sabiduría. Debemos obedecer la sabiduría que aprendemos en la Palabra. De nada nos aprovecha saber cómo vivir bien, si no vivimos bien. ¿De qué te sirve saber cómo agradar a Dios, si lo que haces le contrista? Solo aumentará tu disciplina, ya que el que sabe la voluntad de su Señor y no lo hace, «recibirá muchos azotes», porque «a todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él» (Lc. 12:47-48). El que más fuertemente será juzgado es el que escucha la voz de la sabiduría clamando, pero luego va y hace lo opuesto. De esta persona, la sabiduría dice lo siguiente: «También yo me reiré de la calamidad de ustedes, me burlaré cuando sobrevenga lo que temen, cuando venga como tormenta lo que temen y su calamidad sobrevenga como torbellino, cuando vengan sobre ustedes tribulación y angustia. Entonces me invocarán, pero no responderé; me buscarán con diligencia, pero no me hallarán, porque odiaron el conocimiento, y no escogieron el temor del SEÑOR» (Pr. 1:26-29). Conclusión Debemos buscar sabiduría y después de encontrarla, obedecerla. No hay atajos ni secretos. No vale saber cómo agradar a Dios si no lo hacemos. Y ¿sabes, querido lector, lo que más agrada a Dios? Lo que agrada a Dios sobre todas las cosas es creer en Cristo y buscar imitarlo. La obra sobresaliente que Dios nos pide, el acto primario que agrada a Dios, es creer en Cristo. De hecho, cuando los judíos preguntaron a Cristo qué debían hacer para obedecer a Dios, «Jesús les respondió: “Esta es la obra de Dios: que crean en el que Él ha enviado”» (Jn. 6:29). Entonces, terminamos donde empezamos. El inicio, el principio de la sabiduría es creer en Dios y obedecer su evangelio. En contraste, lo más necio que uno puede hacer es ir al infierno por rehusar creer en Cristo. El necio es el que muere sin Cristo, confiando en su propio mérito. El que piensa que estará bien en el juicio por sus propias obras es el más necio posible. Piénsalo de esta manera: La sabiduría es saber cómo vivir bien; la necedad, entonces, es lo opuesto. Es no saber cómo vivir bien. Y esto aplica a cada circunstancia de la vida. Pero, sobre todo, aplica a la eternidad. La sabiduría nos enseña a vivir a la luz de la eternidad. La sabiduría nos enseña cómo llegar al cielo. La necedad siempre dirige al infierno. Y es por eso que la sabiduría siempre nos dirige a Jesucristo. Porque la única manera de estar seguro en el juicio es ser vestido de las obras perfectas de Cristo. Debemos confiar en Jesucristo, quien murió en la cruz y resucitó al tercer día para justificar al creyente delante de Dios. Solo el que cree en Cristo es sabio. Pero el sabio no solo cree en Cristo para su salvación eterna, también busca agradar a Dios hoy. Entonces, aunque es cierto que el cristiano será transformado a la imagen de Cristo cuando muera (1 Jn. 3:2), también es cierto que debemos buscar ser transformados a la imagen de Cristo todos los días. Si Dios se complace en Cristo (Mt. 3:17), entonces, se complacerá en nosotros mientras más nos parecemos a Él (2 Co. 3:18). Por eso debemos no solo creer en Cristo, sino también buscar vivir como Él. La sabiduría imita a Cristo (Fil. 2:5), que se hizo hombre, para obedecer la ley por nosotros, y así morir la muerte que merecíamos por nuestro pecado. Debemos imitar su amor, su justicia, su santidad, su misericordia, y por supuesto, su sabiduría. Él es quien siempre supo cómo vivir para agradar a su Padre. Y no solo lo supo, sino que también lo hizo siempre. Cristo dijo: «[…] yo siempre hago lo que le agrada» (Jn. 8:29). Por eso, es mi oración que, al leer este libro, crezcas en sabiduría —en particular, que crezcas en tu conocimiento de Cristo para saber cómo vivir como Él—: «Bienaventurado el hombre que halla sabiduría y el hombre que adquiere entendimiento. Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus utilidades mejor que el oro fino. Es más preciosa que las joyas, y nada de lo que deseas se compara con ella» (Pr. 3:13-15). Sin embargo, recuerda que crecer en sabiduría es solo la mitad de la ecuación. También, oro que pongas en práctica lo que la sabiduría te informe. Que vivas como Cristo. Que agrades a Dios, no siendo oidor de la Palabra solamente, sino hacedor (Stg. 1:22).


[1] James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (Oak Harbor, WA: Logos Research Systems, Inc., 1997), « חָכמְהָ ». Veáse también Ludwig Koehler et al., The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Leiden, Países Bajos: E.J. Brill, 1994–2000), p. 314. [2] William Arndt et al., A Greek-English lexicon of the New Testament and other early Christian literature (Chicago, IL: University of Chicago Press, 2000), p. 934. Es la «prudencia, discreción […] la capacidad de comprender y, por lo tanto, de actuar sabiamente». James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Greek (New Testament) (Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc., 1997), «σοφία».

Josias Grauman

Es licenciado en idiomas bíblicos por The Master’s University y con Maestría en Divinidad por The Master’s Seminary. Sirvió durante cinco años como capellán del Hospital General de Los Angeles (California), y sirvió como misionero por dos años en la Ciudad de México. En la actualidad, está encomendado como anciano de la iglesia Grace Community Church donde sirve en el ministerio hispano. Josías y su esposa Cristal tienen tres hijos.

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