[dropcap]T.[/dropcap] D. Jakes dice que Dios existe eternamente en tres manifestaciones, no en tres personas. Greg Boyd dice que Dios conoce algunos aspectos del futuro, pero que otros sucesos del futuro están fuera de su conocimiento. Creflo Dollar dice que, puesto que hemos sido creados a imagen de Dios, somos pequeños dioses. El mormonismo dice que Dios le reveló nueva escritura a Joseph Smith que reemplaza a la Biblia. El catolicismo romano dice que somos justificados por fe, pero no por la sola fe. Este mundo es una nebulosa locura de verdad y falsedad. Por cada doctrina que sabemos que es verdadera, pareciera que hay cien falsificaciones.

Por lo tanto, no es de extrañar que Juan nos diga que «sometamos a prueba» los espíritus, y Pablo nos dice que «sometamos todo a prueba» (1 Juan 4:1; 1 Tesalonicenses 5:21). Nuestra responsabilidad sagrada es examinar cada doctrina para determinar si es verdadera o falsa. ¿Pero cómo podemos distinguir la sana doctrina de la falsa? ¿Cómo podemos diferenciar los maestros de la verdad de los maestros del error? En nuestro primer artículo de esta serie, dije que someter una doctrina a prueba es la mejor forma de determinar si es verdadera o falsa. Cuando probamos la doctrina, conocemos nuestra responsabilidad respecto a ella: o la adoptamos o la rechazamos. Hoy regreso a tales pruebas para explicarlas en mayor detalle. Estas brindan una útil criba para someter a prueba cualquier doctrina.

Prueba 1: la prueba del origen

La primera prueba es la prueba del origen. La sana doctrina se origina en Dios; la falsa doctrina se origina en alguien o algo creado por Dios. El apóstol Pablo hizo un gran esfuerzo por convencer a la iglesia de Galacia de que el evangelio que él enseñaba no era de él, sino de Dios. «Quiero que sepan, hermanos, que el evangelio que yo predico no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de ningún ser humano, sino que me llegó por revelación de Jesucristo» (Gálatas 1:11-12). Incluso Jesús tenía claro que enseñaba solo lo que Dios le había instruido: «Mi enseñanza no es mía —replicó Jesús—, sino del que me envió» (Juan 7:16). La verdadera doctrina se origina en el Dios verdadero (Tito 1:2).

Tal como la doctrina está marcada por su origen divino, la falsa doctrina está marcada por su origen mundano. Pablo advirtió a la iglesia colosense que evitara la doctrina basada en «reglas y enseñanzas humanas», y le dijo a Timoteo que algunos «abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas» (Colosenses 2:22; 1 Timoteo 4:1). Es así de simple: la sana enseñanza se origina en Dios y la falsa enseñanza se origina en los hombres o en los demonios. En lo que respecta a doctrina, si la ha hecho el hombre, no deberíamos adoptarla. Dios es el Padre de la verdad y Satanás es el padre de la mentira (Juan 8:44).

La prueba: ¿esta doctrina se origina en Dios, o ha sido fabricada por alguien o algo más?

Esto nos deja una pregunta obvia: ¿cómo podemos conocer el origen de una doctrina? A veces su origen es obvio, pero más a menudo no lo es. Cuando no tenemos certeza, podemos recurrir a nuestra segunda prueba.

Prueba 2: la prueba de la autoridad

La segunda prueba es la prueba de la autoridad. La sana doctrina fundamenta su autoridad dentro de la Biblia; la falsa doctrina fundamenta su autoridad fuera de la Biblia. La Biblia es la revelación inerrante, infalible, suficiente, completa y autoritativa de Dios para la humanidad. Las doctrinas que se originan en la mente de Dios están registradas en la Palabra de Dios. Hay una clara y necesaria correlación entre origen y autoridad, entre Dios y su Palabra.

Aquí podemos pensar en aquellos nobles bereanos que «recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba» (Hechos 17:11). Ellos sabían que todas las doctrinas deben ser comparadas con la Palabra de Dios, su fuente de verdad. Asimismo, Pablo elogiaba a los tesalonicenses por su cuidadosa evaluación y aceptación de la enseñanza del apóstol porque entendieron su autoridad divina: «No dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír ustedes la palabra de Dios que les predicamos, la aceptaron no como palabra humana, sino como lo que realmente es, palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los creyentes» (1 Tesalonicenses 2:13). La sana doctrina se origina en la mente de Dios y está registrada en su auto-revelación que posee autoridad, la Biblia.

La prueba: ¿esta doctrina apela a la Biblia para su autoridad; o apela a otro escrito u otra mente?

Pero queda una inquietud, porque dos maestros pueden pretender contar con la autoridad de la Biblia mientras enseñan dos cosas muy distintas. ¿Cómo podemos saber cuál interpretación es la correcta? Aquí nos volvemos a la tercera prueba.

Prueba 3: la prueba de la coherencia

La tercera prueba es la prueba de la coherencia. La sana doctrina es coherente con toda la Escritura; la falsa doctrina es incoherente con algunas partes de la Escritura. Existe una similitud o concordancia con la verdadera doctrina y una extrañeza o discrepancia con la falsa doctrina. El hombre que escribió la carta a los Hebreos advirtió a su congregación sobre «enseñanzas extrañas», mientras que Pablo advirtió a Timoteo sobre aceptar «falsa doctrinas» o diferentes (Hebreos 13:9; 1 Timoteo 1:3; 6:3). Ambos querían subrayar que la doctrina siempre debe ser comparada con el conjunto de verdad establecida, aceptada. Aquellos que conocen ese conjunto de verdad estarán en una mejor posición para identificar y refutar de inmediato lo falso.

Esto está ligado a un principio teológico clave: «la analogía de la fe», que suele explicarse con la frase «la Escritura interpreta la Escritura». Si la Escritura tiene su origen en la mente infalible de Dios, debe ser plenamente coherente. Puesto que no puede haber contradicción en la mente de Dios, no puede haber contradicción en la revelación de Dios. La Biblia no puede enseñar algo en un lugar y refutarlo en otro. Por lo tanto, cualquier doctrina verdadera debe ser coherente con toda la Escritura. La doctrina nunca debe tratarse de manera aislada, sino siempre a la luz de una correcta comprensión de toda la Biblia. Muchísimos falsos maestros aíslan versos o ideas que no pueden resistir el escrutinio de la totalidad de la Escritura.

La prueba: ¿esta doctrina es establecida o refutada por la totalidad de la Escritura?

Una vez que hemos probado la doctrina y hemos descubierto que es verdadera, según estos tres criterios, también podemos ver su solidez por sus efectos en nosotros y aquellos que nos rodean. Eso requiere otras dos pruebas.

Prueba 4: la prueba del crecimiento espiritual

La cuarta prueba es la prueba del crecimiento espiritual. La sana doctrina es provechosa para la salud espiritual; la falsa doctrina conduce a la debilidad espiritual. Luego de instruir a Timoteo, Pablo le dijo: «Si enseñas estas cosas a los hermanos, serás un buen servidor de Cristo Jesús, nutrido con las verdades de la fe y de la buena enseñanza que paso a paso has seguido» (1 Timoteo 4:6). Timoteo se había instruido en la Biblia y la doctrina cristiana. Se había nutrido de las verdades a las que había estado expuesto desde niño. Y nunca se había detenido. Gracias a esta nutrición continua, esta constante alimentación de la Palabra de Dios, había crecido espiritualmente saludable y fuerte. Había acumulado un conocimiento acabado de Dios y su Palabra. Es por eso que Pablo lo llamó «hombre de Dios» con una «fe sincera» (1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 1:5). La constante nutrición de Timoteo con la sana doctrina de la Palabra de Dios hizo de él el hombre que era.

La sana doctrina hace cristianos espiritualmente saludables, maduros e instruidos. La falsa doctrina hace cristianos espiritualmente enfermos, inmaduros e ignorantes que tal vez no sean realmente cristianos.

Prueba 5: la prueba de la vida piadosa

La quinta prueba es la prueba de la vida piadosa. La sana doctrina tiene valor para la vida piadosa, la falsa doctrina lleva a una vida impía. La verdad nunca se sostiene por sí sola, siempre tiene implicaciones en la vida. La doctrina siempre pretende llevar a la doxología, la adoración, y una vida con propósito. «Toda la Escritura es inspirada por Dios», dice Pablo, «y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17). La Escritura no se debe conocer en un sentido abstracto, sino íntimamente. No solo debe informar nuestra mente, sino también nuestro corazón y nuestras manos.

Pablo le encargó a Tito que enseñara «lo que está de acuerdo con la sana doctrina», y le recordó que tal doctrina es «excelente y provechosa para todos» (2:1; 3:8). «Lo que está de acuerdo» con la sana doctrina son sus amplias implicaciones, los deberes que emanan de ella. Por tanto, la sana doctrina tiene valor. Es provechosa pues nos enseña a vivir como debemos hacerlo. Nos capacita para hacer aquello que es bueno para nuestro prójimo y le da honor y gloria a nuestro Dios. La verdad no se comprende mientras no sea vivida. La sana doctrina nos beneficia pues nos entrena para vivir como a Dios le agrada. La falsa doctrina nos debilita pues nos entrena para vivir de un modo que deshonra a Dios.

Evaluación: determinación de la calidad

En este punto, simplemente tomamos la evidencia de las tres pruebas y llegamos a una conclusión acerca de la calidad de la doctrina en cuestión. La sana doctrina se origina en Dios, está registrada en la Palabra de Dios, es coherente con toda la revelación de Dios, y conduce a la salud espiritual así como a la vida piadosa. La falsa doctrina tiene su origen en hombres o demonios, es ajena a la Palabra de Dios, es incoherente con la revelación completa de Dios, y conduce a la debilidad espiritual y la vida impía. Debe pasar todas estas pruebas para ser sana doctrina. Si falla en una, falla en todas. La palabra «sana» o saludable aparece a menudo en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Pablo instruye a Timoteo: «Con fe y amor en Cristo Jesús, sigue el ejemplo de la sana doctrina que de mí aprendiste» (2 Timoteo 1:13). A Tito le dijo: «Tú, en cambio, predica lo que está de acuerdo con la sana doctrina» (Tito 2:1).

La tarea del doctor consiste en evaluar al paciente para declararlo sano o indispuesto. El paciente está sano cuando todo su cuerpo funciona apropiadamente, libre de enfermedad. La tarea del cristiano es evaluar cada doctrina para declararla sana o indispuesta. John Stott lo dice acertadamente como es habitual: «La doctrina cristiana es saludable del mismo modo en que el cuerpo humano es saludable. Porque la doctrina se asemeja al cuerpo cristiano. Es un sistema coordinado que consta de distintas partes relacionadas entre sí y juntas constituyen un todo armónico. Por lo tanto, si nuestra teología está mutilada (le faltan partes) o enferma (con partes disfuncionales), no es “sana” o “saludable”». La doctrina que pasa las tres pruebas es sana doctrina. Es pura e incontaminada, verdadera de acuerdo con el infalible estándar de verdad de Dios.

La evaluación: sobre la base de la evidencia, ¿esta doctrina es sana o falsa?

Acción: determina tu responsabilidad

Luego de haber probado acabadamente la doctrina y haber examinado sus efectos, podemos determinar cómo respondemos a ella. La sana doctrina debe ser aceptada y retenida; la falsa doctrina debe ser negada y rechazada. Cuando Jesús se dirigió a los creyentes de Tiatira, los elogió por aferrarse a la verdad y les dijo: «Retengan con firmeza lo que ya tienen, hasta que yo venga» (Apocalipsis 2:25). Pablo describió al anciano como un hombre que «debe apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que recibió, de modo que también pueda exhortar a otros con la sana doctrina y refutar a los que se opongan» (Tito 1:9).

Nuestra responsabilidad está clara: debemos aceptar y retener lo verdadero, y debemos negar y rechazar lo falso. Asimismo, la iglesia debe recibir a quienes enseñan sana doctrina y reprender a quienes no lo hacen. Si no escuchan la corrección, la iglesia debe rechazarlos, quitándolos a ellos y su influencia (1 Corintios 5:9).

Conclusión

En resumen, la verdadera doctrina (contenido) se origina en Dios (origen), está fundada en la Biblia (autoridad), y concuerda con la totalidad de la Escritura (coherencia). Puesto que tal doctrina es sana (calidad), es saludable (beneficio) y provechosa (valor) para nosotros, y somos responsables de adoptarla (responsabilidad).

La falsa doctrina (contenido) se origina en el hombre (origen), no está fundada en la Biblia (autoridad), y contradice porciones de la Escritura (coherencia). Puesto que tal doctrina es errónea (calidad), es dañina (beneficio) e inútil (valor) para nosotros, y somos responsables de rechazarla (responsabilidad).

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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