Si tuviera que quedarme con algo que ha impactado mi vida enormemente durante mis años de estudiante en el seminario serían las personas que Dios ha usado para guiarme, apoyarme y acompañarme en esos años. Cuando me he caído, siempre hubo una persona para levantarme. Cuando mi familia estaba lejos, encontré una familia que cuidaba de mí. Cuando me alegraba, una persona me acompañaba en mi alegría. Cuando sufría o dudaba, alguien se sentaba a escucharme. Es la forma de Dios para hacerme saber que Él estaba conmigo. Esos años me enseñaron a ver a Dios a través del amor que recibía de las personas. Recuerdo una vez, que estando en mi habitación me encontraba muy angustiada. Tenía tanto pesar dentro de mí que decidí dar un paseo para despejarme. Cogí mi Biblia y mi cuaderno para escribir y me fui a unos bancos a sentarme. Mientras estaba allí, oraba y en mi desesperación le pedí a Dios que mandará a alguien a ayudarme. Un minuto después escuché los pasos de una persona, al girarme vi la carita de un niño que iba a la iglesia que yo asistía. El niño tendría unos tres o cuatro años. Lo saludé y le pregunté qué estaba haciendo allí solito. Su respuesta aún me sorprende. El niño me dijo: “He venido a cuidarte”. Y allí se quedó sentado conmigo hasta que apareció su abuela buscándolo. Le pedí a Dios que mandará a alguien a acompañarme, y me sorprendió. Casi me pongo a llorar allí mismo al comprender que Dios cuidaba de mí hasta con lo que menos yo esperaría. En ese niño vi a Dios cuidando de mí.
Correr en solitario
Creo que uno de los errores que más cometemos en nuestro día a día es correr en solitario. Creemos que, en la carrera de la vida, si nos esforzamos lo lograremos. No queremos pedir ayuda, bien porque nos da miedo que nos rechacen o porque nos creemos suficientes para conseguirlo. Nos esforzamos y lo intentamos, tratando de encontrar eso que llaman felicidad y que parece tan lejano. Cuando nos enfrentamos a un problema, que llega al punto de consumirnos por dentro, nos lo guardamos hasta que ya no podemos más y explotamos. Entonces ese sufrimiento que tienes por dentro ya empieza a dolerte en el pecho. Te sientes agotada. Las lágrimas son inevitables, pero te las guardas para cuando estás sola, porque, ¿a quién le importaría lo que te está pasando? ¿Alguna vez te has sentido así? También puede ser que no te des cuenta de que hay personas a tu alrededor que necesitan ayuda. Puedes estar tan inmersa en tu propia carrera que no te has dado cuenta de que hay personas a tu alrededor que están cansadas y sufriendo. No tienes tiempo para detenerte con alguien, porque las tareas de la vida te han absorbido. Quieres hacer más por ayudar a otros, pero te cuesta darte cuenta de las necesidades que hay a tu alrededor. O tienes miedo y piensas que no hay nada que puedas hacer para ayudar. ¿Qué podrías ofrecer tú? No te sientes capaz de ayudar a suplir las necesidades que hay a tu alrededor, así que decides quedarte sin hacer nada y seguir tu camino.
Correr en compañía
Pero Dios no nos hizo para correr en solitario, sino para acompañar y ser acompañados. Para ayudar y pedir ayuda. Dios no nos hizo para ser llaneros solitarios. Nos hizo para ser comunidad. Nos hizo para ser una familia que se cuida mutuamente. Nos hizo para llevar las cargas los unos de los otros. Nos hizo para correr juntos en la carrera de la fe. Así que, si estás sufriendo, pide ayuda. Pídele a Dios que te mandé a alguien a acompañarte en la carrera. Él te mandará a alguien, y te sorprenderá, porque te cuida aun cuando no lo veas. Tal vez no se solucionen tus problemas al completo, pero no estarás solo, y eso es un consuelo y un descanso para el alma. Y si estás buscando la forma de ayudar a las personas que te rodean, detente un momento. Haz una pausa para observar las necesidades que existen y actúa. No esperes a que alguien venga a ti buscando ayuda, puede que eso no ocurra nunca. Y, si no te sientes capaz de hacerlo, no tengas miedo porque Dios te suplirá con lo que necesitas para ayudar a otros. A veces es suficiente con mostrar que estás dispuesto a escuchar y acompañar.
La carrera de la fe no se trata de ser el más rápido
Hace unos días escuchaba una canción que me hacía reflexionar sobre esto. La canción se llama “La carrera” de Majo y Dan y, quiero dejarte una estrofa: La carrera de la fe No es la que trata de velocidad Es aquel que se detiene Por alguien más que podrá avanzar A veces, en la carrera de la fe hay que detenerse a descansar porque no puedes más y eso está bien. A veces nos caemos. Otras nos tocará ir más despacio. Otras tendremos que parar, acercarnos al que está cansado y ayudarle a proseguir, porque solo no puede. Lo importante, como dice la canción, no es llegar el primero, ni ser el más rápido. Lo importante es correr juntos porque en la carrera de la fe no estamos solos. En la carrera somos muchos hermanos que buscamos lo mismo: a Jesús.