Jesús no murió para darnos “comodidad”

¿Está mal buscar la conveniencia en este mundo? Si obstaculiza nuestro caminar con Cristo, entonces sí.
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La vida cristiana se trata de la conveniencia.

El mundo y el gobernante de este mundo quieren que creas esta mentira. La conveniencia —la búsqueda mundana de la facilidad— se ha convertido en el grito de batalla del enemigo (o mejor, en el susurro del enemigo) en la guerra moderna por nuestras almas. La estrategia de Satanás ha pasado de la oposición directa a la seducción sutil.

En la mayoría de las iglesias, la batalla se libra con enrutadores inalámbricos, cables HDMI, escritorios con altura ajustable y soportes lumbares, en lugar de los latigazos, piedras, varas y cadenas del pasado (2Co 11:23-25). Hoy en día, la mayoría de nosotros en Occidente calculamos nuestra importancia por la cantidad de amigos en Facebook, la última tecnología, las notificaciones del iPhone y el plan de jubilación. El enemigo ha reclutado a nuestros propios corazones para luchar contra nosotros.

Una peligrosa manta de seguridad

Quizás nuestro mayor problema nos mira fijamente cada vez que vemos los oscuros espejos de nuestros dispositivos. Pero nuestro problema contemporáneo nunca ha sido la conveniencia, al igual que el problema en el Edén nunca fue el fruto. Desde las tablas de piedra del Sinaí hasta las tablets de hoy, la conveniencia ha sido vital para el avance humano e incluso para la expansión del reino de Dios. Incluso ahora, estoy sentado convenientemente frente a una computadora —la conveniencia moderna de nuestro tiempo— mientras tú, convenientemente, desplazas estas palabras digitales en una pantalla digital.

Entonces, el problema no radica en la conveniencia, sino en lo que nuestros corazones hacen con ella. El oscuro atractivo de la tentación es convertir las cosas buenas en ídolos. La conveniencia se interpone delante de Dios y roba Su adoración. Las vacías promesas del mundo secuestran silenciosamente nuestros afectos. Permitimos que imitaciones baratas de satisfacción oscurezcan la verdadera belleza de nuestro Salvador, quien fue clavado en la cruz.

Cuando nuestros corazones caen en el ídolo de la conveniencia, el llamado de Jesús a seguirle mientras cargamos una cruz se siente extraño. Aquel que nos salva se convierte silenciosamente en una amenaza para nuestros santuarios falsos de comodidad. Cuando nuestra seguridad es la cálida comodidad de la conveniencia secular, seguiremos posponiendo la alarmante orden de Jesús de tomar nuestra cruz.

Cuando nuestros corazones caen en el ídolo de la conveniencia, el llamado de Jesús a seguirle mientras cargamos una cruz se siente extraño. / Foto: Light Stock

Cristo y el reino de la conveniencia

Sin embargo, Jesús nos muestra cómo enfrentar este peligro. Desgastado durante cuarenta días con hambre, sed y aislamiento, Jesús se encuentra con el enemigo en el desierto. Tergiversando las cosas buenas de Dios en oportunidades para la desobediencia, Satanás tienta al exhausto Mesías con el ídolo de la conveniencia:

Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan” (Lc 4:3).

El diablo lo llevó a una altura, y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. “Todo este dominio y su gloria te daré”, le dijo el diablo; “pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy. Por tanto, si te postras delante de mí, todo será Tuyo” (Lc 4:5-7).

Entonces el diablo lo llevó a Jerusalén y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo desde aquí, pues escrito está: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’ y: ‘En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra’” (Lc 4:9-11).

Nueva página, mismo manual. Pero Jesús no sucumbió a la mentira de la conveniencia. En cambio, se aferró a la promesa de Dios de instaurar un reino mejor. Jesús estaba allí para hacer la voluntad de Su Padre (Lc 4:4, 8, 12), no la de Satanás (Lc 4:1-13), y ni siquiera la Suya propia (Mt 26:36-46). Él vino “para dar Su vida en rescate por muchos” (Mr 10:45), y nada —ni siquiera la conveniencia de la provisión terrenal, de la fama o de un ministerio autodeterminado sobrenatural e indiscutible— podría apartar al Hijo de Su misión.

Jesús no sucumbió a la mentira de la conveniencia. / Foto: Getty Images

Cristianos no complacientes

Y así debe ser para los seguidores de Jesús. No nos salvamos a nosotros mismos; Él ya ha hecho eso mucho mejor de lo que nosotros podríamos hacerlo. En cambio, nos convertimos en aquello que adoramos. Somos transformados a la semejanza de Cristo (Ro 8:29; 2Co 3:18). Por eso la Escritura usa verbos activos para describir la vida cristiana: “Acerquémonos, perseveremos, luchemos, esforcémonos, caminemos, animemos, mantengámonos firmes, retengamos, obedezcamos, trabajemos, hagamos morir, adornemos, sirvamos, trabajemos”. El Espíritu usa estas palabras para impulsar a la iglesia a trascender del concepto a la realidad.

Estos mandamientos están destinados a ayudarnos a ser semejantes a Cristo en nuestro caminar y a llevarnos al cumplimiento de la misión de Dios. Los discípulos del Nuevo Testamento son soldados (Fil 2:25; 2Ti 2:3-4; Flm 1:2), atletas (2Ti 2:5; Heb 12:1-2) y nuevas creaciones crucificadas (Ga 2:20; 2Co 5:17). Corremos (Heb 12:1), luchamos (2Ti 4:7) y tomamos las armas (Ef 6:10-18) para que terminemos bien y cumplamos los propósitos de Dios mientras vivimos.

Sin embargo, la tentación de la conveniencia permanece. Luchar la buena batalla es mucho más difícil que ver la tercera temporada de Parks and Rec… otra vez. Cuando seguir la comodidad supera a seguir a Jesús, es hora de examinar qué estamos adorando. Al igual que con Sus discípulos, Cristo nos llama a dejar de cobrar impuestos y remendar nuestras redes de pesca para seguirlo. La pregunta que se nos presenta cada día es: ¿lo seguiremos como los discípulos (Mt 4:18-22) o volveremos a nuestras comodidades como el joven rico (Mr 10:17-27)?

Salvados de una muerte cómoda

No te conformes con nada que te aleje de Jesús. En cambio, toma tu cruz y síguelo, a dondequiera que eso te lleve. Recuerda: Jesús no dejó la eterna conveniencia del cielo por las conveniencias pasajeras de este mundo. Él vino a destruir nuestros ídolos para que podamos tenerlo a Él para siempre.

Seguir a Cristo lleva a algo mejor que las comodidades temporales del mundo; lleva a un verdadero y mejor descanso. Ya conocemos el final. El camino difícil lleva a Dios mismo. Tu Salvador garantiza una recompensa eterna que sobrepasa todas las falsas conveniencias del mundo.


Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.

Ryan Lister

Ryan Lister es profesor de teología en el Western Seminary de Portland, Oregón y autor del libro «La presencia de Dios: su lugar en la historia de las Escrituras y la historia de nuestras vidas». También es Director de Doctrina y Discipulado de Humble Beast y co-creador de The Canvas Conference.

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