Él sigue siendo fiel en mi sufrimiento

¿Se ha olvidado el Señor?

El alzhéimer. Si conoces a alguien a quien se le ha diagnosticado, entiendes lo horrible que puede ser el camino. La madre de un amigo lleva años luchando contra el Alzheimer y ya no reconoce a su marido, temiendo a menudo que sea un ladrón. Cuando eso ocurre, su marido le habla con ternura. Luego la abraza y baila con ella, haciéndola girar como antes, mientras le susurra: «Recuerda». Cuando él le reafirma su amor, ella se tranquiliza. Él le recuerda su vida juntos. Le recuerda sus recuerdos felices. Le recuerda cosas olvidadas hace tiempo. Y entonces, desde lo más profundo de su ser, reconoce que no debe tener miedo. Sabe que está a salvo. Su baile da vida a una realidad que todos experimentamos con Dios en las crisis. Incluso cuando creemos que Dios es fiel, todo lo que podemos ver es la oscura incógnita ante nosotros. Lo sé porque, a pesar de que el Señor me acompañó de manera increíble después de la muerte de mi hijo y cuando perdí mi matrimonio, todavía siento pánico cuando llegan nuevas pruebas. Clamo a Dios con preguntas como: «¿Por qué no arreglas esto?». «¿Cuidarás de mí?». «¿Por qué te sientes tan distante?». Me gustaría ser más consistente en la fe, sin miedo, confiando tranquilamente a través de cada crisis. ¿Cómo encontramos la esperanza en medio de nuestras historias? ¿Cómo seguimos adelante cuando la vida se siente implacablemente dura? Escuchamos a Dios susurrar de nuevo, a través de Su Palabra: “Recuerda”. Nos dirigimos a Dios cuando nos encontramos en un territorio desconocido, con miedo al futuro, y le pedimos que nos ayude a recordar. Que nos sostenga y nos recuerde que ha caminado fielmente por nuestras vidas con nosotros. ¿Se ha olvidado el Señor? Me consuela ver que los salmistas, que también habían visto la fidelidad de Dios, a menudo comenzaban sus conversaciones con Dios con temores y preguntas similares. Se preguntaban, «¿Ha olvidado Dios tener piedad?» (Sal 77:9). «¿Cuándo me consolarás?» (Sal 119:82). «¿Hasta cuándo tendré que esperar?» (Sal 119:84, NTV). Sabían quién era Dios y quién había prometido ser para ellos. Y, sin embargo, cuando llegaban los problemas, clamaban a Él con preguntas. Se preguntaban por qué no los había librado. Se sentían distantes de Él, preguntándose por qué no se había acercado a ellos o les había dado el consuelo de Su seguridad. Se preguntaban si alguna vez les ayudaría. Sin embargo, después de clamar a Dios, vemos que los salmistas pasan de cuestionar a Dios a confiar en Él. ¿Qué causó ese cambio? ¿Cómo pasaron del miedo a la seguridad? Vemos que se pusieron en contacto con Dios, buscando Su dirección, seguros de que les escucharía y respondería. ¿Qué alimentó esa confianza transformadora? El recuerdo. El recuerdo los mantuvo y fortaleció durante las pruebas, y el recuerdo me ha alimentado en mis mejores momentos. El recuerdo de las promesas de Dios y de Su amor inquebrantable. Recordando Su fidelidad a través de la Biblia. Y recordando Su fidelidad hacia mí. ¿Qué te ha prometido Dios? Las promesas de Dios son seguras. Ni una sola palabra de las buenas promesas que ha hecho deja de cumplirse (Jos 21:45; 23:14). Incluso cuando todo lo que nos rodea es oscuro, recordar nos ayuda a confiar en que la luz llegará. En Lamentaciones 3, Jeremías se sintió totalmente abandonado y sin esperanza. Sin embargo, declaró: «Pero esto lo recuerdo, y por eso tengo esperanza: La misericordia del Señor no cesa; Sus bondades no se acaban nunca; son nuevas cada mañana; grande es Tu fidelidad» (Lam 3:21-23). Toda la perspectiva de Jeremías cambió cuando recordó. Recordó la fidelidad de Dios. Recordó el amor del pacto de Dios. Recordó que las misericordias de Dios eran nuevas cada mañana. Recordar las promesas de las Escrituras puede ser un salvavidas para los que sufren. Como un dosel de estrellas, las promesas de Dios brillan más cuando el cielo se vuelve más negro. Memorizar las Escrituras que te animan puede ser una gran fuente de consuelo y fortaleza. Algunas de mis favoritas son Jn 14:27, Sal 46:1-2, Is 41:10, Sal 23:4 y Rom 8:31-32. ¿Qué ha hecho Dios por los demás? Los hijos de Israel recitaban con regularidad los hechos del Señor y reflexionaban sobre Sus obras pasadas (Sal 77:11-12). El Salmo 78 nos recuerda que Dios sacó a los israelitas de Egipto, dividió el Mar Rojo y les dio agua de una roca y pan del cielo, satisfaciendo todas sus necesidades. Incluso cuando se rebelaron contra Él, Dios siguió regresando para liberarlos y protegerlos. Recordar es lo que sostuvo a muchos judíos fieles en el silencio de cuatrocientos años, cuando no había ninguna palabra del Señor, ninguna nueva revelación de Él. A lo largo del Deuteronomio se les instruyó para que contaran y volvieran a contar a sus hijos la fidelidad de Dios, para que no olvidaran todo lo que el Señor había hecho (Dt 4:9). Cuando recuerdo la fidelidad de Dios a lo largo de las Escrituras, a menudo me coloco a mí misma en uno de los relatos bíblicos. Pienso en cómo se habría sentido Noemí cuando vivía en Moab, una viuda cuyos hijos habían muerto. Era una indigente. Una extranjera. Temerosa. Se preguntaba si el Señor se había olvidado de ella, o si incluso estaba en su contra. Me imagino cómo se sintió al volver a Belén, avergonzada por lo que había sido su vida. Se sentía amargada y desesperada, como solemos hacer nosotros, sin saber que Dios ya estaba sembrando las semillas de su redención. Aunque ella no podía verlo, su liberación estaba a la vuelta de la esquina. Al leer el Antiguo Testamento, vemos la desesperación de Jeremías, de Noemí, de David, de Job y de muchos otros cuando estaban en medio de sus historias. También vemos cómo Dios les respondió. Y podemos ver la evidencia de la fidelidad de Dios a través de nuestras propias pruebas, incluso cuando no podemos ver lo que está haciendo. ¿Qué ha hecho Dios por ti? Incluso cuando mis pesadillas se hicieron realidad, Dios fue fiel. Los hijos de Israel tenían Ebenezeres (1 Sam 7:12), piedras conmemorativas de recuerdo, que el Señor les dijo que construyeran como recordatorios, a lo largo de generaciones, de lo que había hecho (Jos 4:6-7). Yo tengo un tablero de Ebenezer en el que he montado caracolas que me recuerdan la constancia de Dios. Cada caracola representa una respuesta espectacular a la oración o un momento de notable cercanía a Dios. Cuando creé el tablero y recordé los acontecimientos que rodearon cada triunfo espiritual, me di cuenta de que casi todos vinieron después de períodos de desesperación y oscuridad. Mis mejores momentos espirituales se produjeron a menudo después de mis peores momentos emocionales y físicos. Me sorprendí cuando vi por primera vez que mis luchas más profundas se habían convertido en peldaños para mis mayores revelaciones de Dios. Sin embargo, a medida que reflexionaba más, vi ese mismo tema entretejido en las Escrituras. Pablo nos dice que nuestra «aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Cor 4:17). En otras palabras, nuestros sufrimientos son trampolines para alcanzar mayores vistas y experiencias de Dios. También dice que nuestros sufrimientos actuales «no son comparables con la gloria que se nos ha de revelar» (Rom 8:18). Dado que me ha asombrado lo que el Señor me ha revelado en la tierra a través de mis sufrimientos, no puedo imaginar lo gloriosas que serán las revelaciones del cielo. Para la mitad de tu historia Si hoy estás luchando, en medio de otra dolorosa encrucijada de sufrimiento o pérdida, y te preguntas cómo encontrar esperanza en Cristo, te animo a recordar. Como dice Romanos 15:4: «Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza». El Señor nos da esperanza a través de las Escrituras. Lee el Salmo 105 y «recuerda las maravillas que ha hecho» (Sal 105:5). Sitúate en los relatos de los santos de la Biblia que lucharon, y fíjate en cómo Dios proveyó para ellos. Luego reflexiona sobre tu propia vida. Recuerda cuando te sentiste desesperado en el pasado y cómo el Señor te proveyó. Anota las formas en que Dios te ha suplido en el pasado. Recuerda las veces que pediste sabiduría, valor o ayuda, y cómo Él te suplió lo que necesitabas. Dios no te abandonará. Él está en esta prueba contigo. No te ha olvidado. Si confías en Él, esta historia terminará en la gloria. Este articulo se publicó originalmente en inglés en https://www.desiringgod.org/articles/he-has-not-failed-me-yet

Vaneetha Rendall Risner

Vaneetha Rendal Risner es una escritora independiente y contribuye habitualmente con Desiring God. Es bloger de danceintherain.com, aunque no le gusta la lluvia y no tiene sentido del ritmo. Vaneetha está casadao con Joel y tiene dos hijas, Katie y Kristi. Ella y Joel viven en Raleigh, Carolina del Norte. Vaneetha es la autora del libro “Las cicatrives que me han formado: cómo Dios nos recibe en el sufrimiento”.

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