¿Cuál crees que es la cualidad esencial de un pastor que hace discípulos? Aquí está mi mejor intento: alegrarse en el ministerio de los demás.
Practicando la pesca con mosca junto al apóstol Pablo
En su libro El arte de pastorear, David Hansen pinta una imagen impactante al describir el paralelo entre un gran “director espiritual” y un excelente guía de pesca con mosca:
La mejor cualidad de los mejores guías de pesca es la mejor cualidad de los mejores directores espirituales. Los mejores guías de pesca, la élite de esa profesión, aman ver a los clientes atrapar peces tanto como les gusta atraparlos a ellos mismos. A veces llega al punto de ser algo ridículo cómo un guía de pesca realmente excepcional comienza a reír, incluso a reírse con la voz aguda de una niña de escuela primaria, cuando un cliente empieza a atrapar peces.
Hansen continúa:
Del mismo modo, la característica que distingue a los grandes directores espirituales es una alegría infantil. Por puro amor, te prestan toda su atención, y cuando atrapas tu pez, cuando tu red está llena, siempre está esa sonrisa, ese brillo en sus ojos que te dice que acaban de pasar la mejor hora de su día contigo.[1]
De acuerdo con su espiritualidad algo mística y contemplativa, Hansen ve el rol de un director espiritual como discernir la obra de Dios en la vida de una persona y llamarle la atención sobre ello. Creo que eso ciertamente es un elemento del discipulado pastoral, pero la Escritura va más allá. Efesios 4:11-13 dice que Cristo dio “… pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios”.
En otras palabras, el trabajo de un pastor es capacitar a los miembros de la iglesia para hacer ministerio, para edificarse mutuamente en la madurez. Para ajustar un poco la imagen de Hansen, el trabajo de un pastor no es simplemente pescar por su gente —aunque eso ciertamente es parte de lo que debe hacer—, sino enseñarles a pescar. Y yo sugeriría que una prueba adecuada para un pastor es cuánta alegría siente en las obras ministeriales de los demás, y qué tan bien construye su ministerio alrededor de esa alegría.
Piensa en la crianza. Es importante que los niños tengan los cordones de los zapatos atados, pero es mucho más importante que aprendan, a su debido tiempo, a atarse los zapatos por sí mismos. Aunque, por supuesto, los padres hacen incontables cosas por sus hijos, siempre deben tener en mente lo que pueden enseñarles a hacer por sí mismos. Y los padres, por su parte, se alegran enormemente con cada nueva habilidad que sus hijos adquieren. Así debería ser con los pastores.
No acumules el ministerio; distribúyelo
A la luz de esto, los pastores no deberían acumular ministerio. En cambio, deberían distribuirlo.
No seas un callejón sin salida, sino un camino
Cuidar de las personas es vitalmente importante para el pastoreo; en eso no hay discusión. Pero si tu ministerio personal solo involucra cuidar, entonces corres el riesgo de hacer que las personas dependan de ti en lugar de equiparlas para que encuentren cuidado en otros y cuiden de otros.
Y nuevamente, la predicación, la enseñanza y la evangelización son cruciales para el ministerio pastoral. Pero digamos que llevas diez años en un pastorado y eres la única persona en la iglesia que comparte regularmente el evangelio, que puede dar la escuela dominical o que puede predicar la Biblia. ¿Qué tan saludable estaría tu iglesia?
No quieres ser un callejón sin salida, sino un camino. No quieres acaparar el ministerio, sino llenar los platos de otras personas tanto como puedan manejarlo, y luego ayudarles a hacerlo.
Tentación de acaparar
Muchos pastores sienten la tentación de hacer todo ellos mismos. Por un lado, especialmente si eres el único con el título de “pastor”, la gente naturalmente te buscará para prácticamente todo. Pero es tu trabajo reentrenarlos.
Más que eso, los pastores pueden sentirse tentados a acaparar el ministerio ya que hay algunas cosas que pueden hacer mejor que cualquier otra persona en la iglesia. Pero será mucho mejor para tu iglesia atravesar algunas clases de escuela dominical de calidad inferior y luego, unos meses o años después, ser alimentados por un maestro capacitado que ha crecido bajo tu diligente entrenamiento. Será mucho mejor para ellos aprender a escuchar y atender a otros consejeros que para ti intentar llevar sus cargas solo.
Un problema de corazón latente
Aquí acecha un problema de corazón. Nuestro orgullo puede emocionarse con un trabajo ministerial bien hecho, especialmente si ese trabajo es debidamente reconocido por los miembros de la iglesia. Por lo tanto, se necesita verdadera humildad para quitarte el foco de atención y dirigirlo hacia los demás. Se requiere un genuino olvido de uno mismo para reclutar a alguien más para hacer algo que tú podrías hacer mejor, por el bien del crecimiento de esa persona y, en última instancia, de toda la iglesia en Cristo.
Si tu deseo es capacitar a tu iglesia y ayudarla a crecer en madurez, entonces encontrarás tanta o incluso más alegría en que alguien más haga el ministerio que en hacerlo tú mismo. Y esa alegría será contagiosa: ayudará a que brote toda una cultura de discipulado y entrenamiento ministerial en tu iglesia.
Aplicaciones prácticas de esta actitud
¿Cuáles son algunas aplicaciones prácticas de esta actitud de alegría en el ministerio de los demás? Aquí tienes tres.
Cede el ministerio
Primero, siempre busca ceder el ministerio. Por supuesto, cualquiera a quien confíes la enseñanza, la predicación o el consejo debe ser piadoso, teológicamente sólido y mostrar promesa e interés en ese ministerio. Pero no pongas el listón imposiblemente alto de alcanzar. Debes estar dispuesto a gastar capital con la congregación para entrenarlos a abrazar un ministerio realizado por “inexpertos”. A largo plazo, eso será mucho mejor para tu iglesia que un espectáculo de un solo hombre.
Solo para mencionar la enseñanza pública: si tu semana regular está repleta de enseñanza y predicación, considera cuánto de ello podrías desviar gradualmente a otros ancianos, posibles ancianos u otros hombres más jóvenes que muestren interés en el ministerio. O, si tu iglesia tiene relativamente pocos puntos de enseñanza, considera cómo podrías multiplicar los tiempos de enseñanza para crear un contexto para desarrollar más maestros. Tal vez un conjunto de clases de escuela dominical impulsado por contenido y temáticas podría ser la solución.
Afirmar y alentar, así como retroalimentar
Segundo, afirma y alienta los esfuerzos de los demás, por más titubeantes que sean. Recuerda que lo que tú has hecho miles de veces, tus discípulos, maestros y consejeros en entrenamiento lo están haciendo por primera vez.
Tu ánimo es fortalecedor y vivificante, así que sé generoso con él. Celebra incluso los éxitos más pequeños. Muestra a los miembros de tu iglesia que te deleitas en todo el fruto espiritual que ellos producen, incluso si ellos mismos están desanimados por no estar impresionados por ello. Si necesitas inspiración en este aspecto, lee el excelente pequeño libro de Sam Crabtree Practicing Affirmation [Practicar la afirmación].
Por supuesto, también necesitas proporcionar retroalimentación crítica, así que aprende a hacerlo con gracia y precisión. Si deseas que tu gente dé fruto, no solo plantes la semilla y la riegues, sino que también arranca las malas hierbas y ata la planta joven a una estaca para ayudarla a crecer recta.
Piensa un paso más allá
Tercero, siempre piensa un paso más allá. No solo pienses en a quién estás ministrando, sino también en a quién ellos están, o pronto estarán, ministrando. Considera lo que Pablo dice en 2 Timoteo 2:2: “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean capaces de enseñar también a otros”. Hay cuatro “generaciones” de cristianos en este solo versículo: Pablo, Timoteo, “hombres fieles” y “otros también”. Al igual que Pablo, un pastor que hace discípulos siempre está pensando en el siguiente peldaño de la cadena relacional.
Así que pregúntale a la persona que estás discipulando: “¿A quién estás discipulando?”. Considera cómo tu programa de predicación anual podría usarse no solo para edificar a tu congregación, sino también para levantar a otros predicadores en tu congregación. Encuentra maneras de incluir a otros en el ministerio que ya estás haciendo. Pregúntate: “¿A cuántas ‘generaciones’ de cristianos está alcanzando mi ministerio regular? ¿Solo estoy apagando fuegos espirituales, o estoy entrenando a toda una unidad de bomberos?”.
Personalmente, pasé de estar paralizado por el temor al hombre a ser un evangelista de contacto bastante competente simplemente acompañando a un amigo y escuchando mientras él iniciaba conversaciones sobre el evangelio en nuestro campus universitario. Discipular ciertamente implica exponer a otros a tu propio carácter para que, por la gracia de Dios, lo imiten. Pero también debería implicar exponerlos a tu competencia ministerial para que ellos imiten esa competencia en la medida en que Dios los dote y capacite.
Por supuesto, la gran mayoría del ministerio que realizan los miembros de la iglesia no será público ni fácilmente cuantificable. Aun así, debes alentar y deleitarte en todo el ministerio habilitado por el Espíritu que realizan los miembros de tu iglesia, desde limpiar los baños de la iglesia hasta llevar una comida a un miembro anciano. Y deseas que tu alegría en su crecimiento se traduzca en su alegría en el crecimiento de los demás. Quieres discipular a todos tus miembros para que se conviertan en hacedores de discípulos.
No adición, sino multiplicación
Los pastores que se deleitan en el ministerio de los demás pronto descubrirán que su ministerio consiste más en multiplicación que en adición. Si cedes el ministerio, si alientas los esfuerzos de los demás y si piensas constantemente en una o dos “generaciones” más allá, por la gracia de Dios, levantarás discípulos que harán otros discípulos. Y eso es solo el comienzo.
Así que oro para que, como un gran guía de pesca y un padre amoroso, encuentres alegría en el ministerio de tus miembros. Y oro para que Dios te conceda encontrar formas de cultivar esa alegría en el terreno de tu horario diario.
Referencias y bibliografía
[1] David Hansen, The Art of Pastoring: Ministry Without All the Answers [El arte de pastorear: El ministerio sin todos las respuestas] (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1994), 157, énfasis original. El libro de Hansen es una mezcla teológica, pero sigue siendo una memoria pastoral perspicaz. Para un libro que convierte el punto básico de este artículo en una filosofía de ministerio completa, consulta El enrejado y la vid, de Colin Marshall y Tony Payne.
Este artículo se publicó originalmente en 9Marks.