La fidelidad conyugal: más allá del acto físico

Jesús nos enseña que la fidelidad conyugal va más allá del acto físico, abarcando también nuestros pensamientos.
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A causa del pecado en el corazón humano, vivimos en sociedades hedonistas, que buscan simplemente satisfacer sus deseos, sin querer tener principios o leyes firmes que rijan su moralidad y convicciones. En estas sociedades, cada quien define su propia “regla” de lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto. Como resultado, tenemos el desorden moral y social vigente.

Por tanto, debido a esta inclinación del corazón humano, Dios dio a Israel parámetros para encaminarse y vivir de acuerdo con Sus propósitos. Entre estos parámetros está el séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio” (Dt 5:18). Para Dios es de suma importancia la familia, pues si se desea una sociedad sana con buenos principios y convicciones, todo comienza en el hogar. Este mandamiento apunta a ese propósito, a favor de una familia y un matrimonio saludables.

A continuación, veremos lo que este mandamiento significó para su audiencia original, y luego analizaremos cómo aplicarlo a nuestro contexto hoy.

¿Qué significa “no cometerás adulterio”?

Este mandamiento es corto y directo. Dios le dijo a Israel: “No cometerás adulterio”. Con esta directriz tan simple pero profunda, el Creador se enfoca en resguardar el vínculo sagrado del matrimonio, mediante la fidelidad marital expresada en la sexualidad. Este mandamiento significa no buscar satisfacer deseos sexuales o emocionales con alguien que no sea el cónyuge.

En términos positivos, Dios, habiendo creado el matrimonio y dado la unión sexual como algo bueno (Gn 1:27-28, 31), desea que los deseos emocionales y sexuales, dados por Él mismo, se satisfagan exclusivamente dentro del matrimonio.

“No cometerás adulterio” es un mandamiento corto y directo. Con esta directriz tan simple pero profunda, el Creador se enfoca en resguardar el vínculo sagrado del matrimonio. / Foto: Light Stock

Los destinatarios

Es interesante notar que este mandamiento no dice: “Hombre, no cometerás adulterio”, ni: “Mujer, no cometerás adulterio”. Simplemente dice: “No cometerás adulterio”, lo que significa que aplica tanto para el hombre como para la mujer. Levítico 20:10 deja este punto claro: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de otro hombre, (que cometa adulterio con la mujer de su prójimo), el adúltero y la adúltera ciertamente han de morir”. Tanto el adúltero como la adúltera son responsables y enfrentan las consecuencias. Por tanto, los destinatarios de este mandamiento son cada esposo y esposa israelita.

Consecuencias de incumplirlo

Podemos mencionar al menos tres consecuencias negativas por desobedecer este mandamiento. Primero, el adulterio afecta la pureza personal y sexual. Levítico 18:20 dice al respecto: “No te acostarás con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella”. El término “contaminar” implica ensuciar o corromper. El adulterio es una mancha en la vida moral y espiritual de una persona.

Segundo, el adulterio es un pecado muy aborrecido por el Creador. Aunque todo pecado es aborrecible para Dios, este tipo de pecado, junto con el asesinato y la deshonra continua a los padres (Ex 21:12; Dt 21:18-21), se castigaba con la muerte en la ley mosaica (Lv 20:10).

Tercero, el adulterio atenta contra el propósito familiar de Dios. Él creó la familia al darle a Adán una esposa y decirle que debía unirse a ella para poblar la tierra (Gn 1:27-28, 2:24). Este mandamiento, junto con el de honrar a los padres, protege el sagrado vínculo familiar; el adulterio es uno de los pecados que más pueden destruir un hogar.

Este mandamiento sobre la prohibición del adulterio, aplica tanto para el hombre como para la mujer. / Foto: Unsplash

Consecuencias de obedecerlo

Dios es Bueno y Perfecto, por lo tanto, todos Sus mandamientos, aunque son principalmente para Su honra y gloria, también son para nuestro bienestar. Obedecer al Creador es lo que más nos conviene. A los israelitas, la obediencia a este mandamiento protegía su pureza emocional y sexual, la santidad y firmeza de la familia, y la estabilidad de la sociedad. Familias fuertes forman sociedades fuertes, pero familias problemáticas crean sociedades problemáticas.

¿Cómo evitar el adulterio hoy?

Entendiendo la importancia de este mandamiento, ¿cómo cuidarnos? ¿Cómo protegernos de caer en este pecado tan destructivo?

Podemos hablar de varios aspectos esenciales para protegernos: la rendición diaria y constante al Señor, la importancia de la oración, la lectura y estudio de las Escrituras, tener relaciones con otros que también desean honrar a Dios con sus matrimonios, recordar constantemente el evangelio, y mantener una relación fuerte con una iglesia bíblica. Todo esto es esencial para honrar a Dios y será un escudo contra este pecado.

Sin embargo, es clave recordar lo que dijo Jesús: “Ustedes han oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’.  Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt 5:27-28). Jesús profundiza en el séptimo mandamiento, enseñando que la lujuria también es adulterio. El problema está en el corazón, de donde proviene el pecado (Mc 7:21-23). Por eso, es crucial guardar nuestro interior, como dice Proverbios 4:23: “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”.

John MacArthur comenta lo siguiente acerca de este pasaje: 

Un proverbio popular dice: “Siembra un pensamiento y cosecharás un acto; siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”. Ese proceso ilustra a la perfección el sentido de Jesús en este pasaje: donde termina el pecado, siempre comienza con un mal pensamiento sembrado en la mente y el corazón.[1]

Como dijo alguna vez un gran teólogo: “No podemos evitar que un pájaro vuele sobre nuestra cabeza, pero sí que haga nido”. Cuidar la mente y el corazón es clave para protegernos de este pecado. Jesús también nos enseña a remover de nuestras vidas lo que nos tiente hacia la lujuria: “Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo” (Mt 5:29-30). Debemos ser honestos, confesar lo que nos tienta y alejarlo de nosotros.

Cuidar la mente y el corazón es clave para protegernos de la lujuria. / Foto: Unsplash

Más allá del acto

Con este séptimo mandamiento de fidelidad conyugal, Dios busca cuidar la pureza emocional y sexual del hombre y la mujer, proteger la santidad de la familia y así asegurar el bienestar de la sociedad. Por lo tanto, más que una restricción, este mandamiento es un acto de amor; Él quiere protegernos de males personales, familiares y sociales.

En resumen, Dios nos demanda fidelidad conyugal, pero esta fidelidad debe empezar en el corazón, centrando nuestra mente y corazón en honrar al Señor y amando a nuestro cónyuge, rechazando todo aquello que intente quitarlo de su exclusiva posición en nuestro corazón.


[1] MacArthur John. Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Mateo. Editorial Portavoz, Grand Rapids, MI, 2017, p 190.

Douglas Torres

Douglas Torres

Graduado del seminario bíblico Río grande (Edinburg, Texas), en la actualidad cursa una maestría en teología en el seminario Teológico bautista de Venezuela. Es facilitador del Seminario Teológico Ministerial (SETEMI), prosefor del Centro de Capacitación bíblica para pastores y maestro de la iglesia bautista Nuevo Amanecer en Bocono Edo Trujillo. Está casado con Erika de Torres y juntos tienen dos hijos, Douglas Davet y Naryet Orel Torres.

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