Si no perdono a otros, ¿Dios no me perdonará?

Si yo no perdono a otros, ¿Dios no me perdonará? Un análisis exegético nos da la respuesta.

Pregunta de Nick

Pastor John, he estado leyendo el Sermón del Monte en Mateo 5-7. Sé que Jesús dio el sermón con la intención de revelar la extensión de la enfermedad de nuestro corazón y la desesperada necesidad que tenemos de Su justicia. 

Hay una parte que realmente me confundió. Jesús dice en Mateo 6:14-15: “Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones, también su Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones”. ¿Podría profundizar en lo que Jesús quiere que interpretemos de estas palabras? Mi mayor preocupación es por mi lucha con perdonar a otros. ¿Significa esto que cualquiera que no perdona a otros no puede recibir salvación de parte de Dios?

Respuesta del pastor John Piper

Antes de decir lo que pienso que significa esta advertencia, que no serás perdonado por Dios si no perdonas a otros, permíteme asegurarme de que Nick entienda que, si como él dice, esos versículos “lo confundieron”, hay otros en ese mismo Sermón del Monte que lo confundirán aún más.

Altos estándares

Por ejemplo, Jesús dice en Mateo 5:7: “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia”. Entonces el recibir misericordia viene a través de que nosotros mismos seamos misericordiosos. Esto es casi lo mismo que Mateo 6:15, el versículo que confunde a Nick. Recibimos la misericordia en el juicio si el confiar en la misericordia de Cristo nos ha hecho misericordiosos.

Santiago lo pone de esta manera: “Porque el juicio [de Dios] será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio” (Stg 2:13). Es decir, si mostramos misericordia, nuestro juicio no resultará en condenación, sino en misericordia. Aquí está el mismo problema, el mismo asunto que estamos abordando.

O considera Mateo 5:29: “Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno”. Este versículo dice que no luchar contra la lujuria hasta sacarte los ojos resultará en el infierno. Es el mismo asunto.

En el capítulo 5 del Evangelio según Mateo, nos adentramos en un discurso de importancia fundamental, frecuentemente conocido como “el sermón del monte”. / Foto: Jhon Montaña

Frutos y raíz

Considera Mateo 7:16-20, donde Jesús dice que los falsos cristianos serán conocidos por su fruto:

Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Así que, por sus frutos los conocerán.

De nuevo, Jesús dice que la ausencia de buen fruto en nuestras vidas equivale al fuego. Pero asegúrate de mirar con cuidado las palabras. Dar fruto no te hace un buen árbol. Muchas personas saltan rápidamente a la conclusión de que, si hay algún tipo de condicionante en el juicio (por ejemplo, que debes dar buen fruto, luchar contra la lujuria o ser perdonador), eso quiere decir que, de alguna manera, estamos transformándonos en árboles buenos y ganando la salvación por esos frutos. Bueno, esa es una locura.

El texto dice: “Todo árbol bueno da frutos buenos”. Si tienes frutos buenos, eres un árbol bueno; no funciona al revés. No somos salvos por nuestro buen fruto. El buen fruto muestra que somos árboles buenos de fe en Jesús.

No somos salvos por nuestro buen fruto. El buen fruto muestra que somos árboles buenos de fe en Jesús. / Foto: Pexels

Verdadero señorío

Mateo 7:21-23 dice:

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros?”. Entonces les declararé: “Jamás los conocí; APÁRTENSE DE MÍ, LOS QUE PRACTICAN LA INIQUIDAD”.

Así que, reconocer el señorío de Jesús no salva a nadie. Mostramos Su señorío al hacer la voluntad de Su padre. Sin esta evidencia en nuestra vida, oiremos las palabras: “Jamás los conocí”. Y luego, Él dice: “Cualquiera que oye estas palabras Mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca [para no ser destruido en el juicio]” (Mt 7:24). Y entonces dice: “Todo el que oye estas palabras Mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena” (Mt 7:26). En el juicio, él termina arrastrado por el torrente.

Así que, en otras palabras, lo que confundió a Nick en Mateo 6:15 está en todas partes: “… si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones”. Jesús simplemente está diciendo aquí lo que enseña en el resto del sermón.

Reconocer el señorío de Jesús no salva a nadie. Mostramos Su señorío al hacer la voluntad de Su padre. / Foto: Getty Images

El perdón se desborda

Yo lo pondría de esta manera: si el perdón que recibimos al precio de la sangre del Hijo de Dios, Jesucristo, es tan ineficiente en nuestros corazones que estamos empeñados en guardar rencor sin perdón y amargura contra alguien, no somos un árbol bueno. No somos salvos. No apreciamos ese perdón. No confiamos en ese perdón. No abrazamos ni atesoramos ese perdón.

Somos hipócritas. Nuestra fe es de labios solamente. No hemos experimentado jamás el asombro penetrante y gozoso de saber que Dios pagó con la vida de Su Hijo. Es decir, ¿cómo podría yo guardar rencor contra alguien cuando la ofensa contra mí ni se acerca a mi ofensa contra Dios, cuando es tan grande mi ofensa que Él tuvo que pagar con la vida de Su hijo para obtener mi perdón?

Ese es exactamente el punto de Mateo 18 con la parábola del siervo que no perdona, la versión en parábola de Mateo 6:15. En ella, el siervo le debe a su rey mil millones de dólares; es simplemente imposible pagar la cantidad que debe, pero es perdonado gratuitamente. Sin embargo, luego sale y lo siente tan poco, le importa tan poco el haber sido perdonado, que ahorca a su consiervo por diez dólares. Cuando el rey lo oye, lo manda a la cárcel. Jesús concluye de esta manera la parábola: “Así también Mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano” (Mt 18:35).

Esta enseñanza no es única en Jesús. También está en todas partes en Pablo. Él está hablando a cristianos cuando dice: “¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se dejen engañar” (1Co 6:9). Y luego añade: “Y esto eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1Co 6:11).

En el versículo 10, Pablo identifica a un difamador como ejemplo de un injusto. ¿Qué es un difamador? Es una persona que odia, guarda rencor, no perdona y está lleno de amargura. Las personas así no van al cielo, no porque alguien se gane el cielo por medio de la bondad, sino porque la bondad es un fruto del Espíritu, el cual es dado a aquellos que han sido quebrantados por el amor de Jesús y han abrazado la dulzura de ser perdonados, aun cuando han difamado a Dios.

Dios arregla cuentas

Así que, cuando Nick pregunta: “¿Significa esto que cualquiera que no perdona a otros no puede recibir salvación de parte de Dios?”, la respuesta sería algo así: luchar con perdonar no es lo que nos destruye. Mientras estemos en la carne, nuestras buenas obras serán imperfectas, incluyendo perdonar y amar a otros. Jesús murió para cubrir esas imperfecciones. Lo que nos destruye es la posición intransigente de no querer perdonar, de no tener intención de perdonar, de buscar darle valor al resentimiento y vueltas con cariño al mal que alguien cometió contra mí y sentir la amargura. Se siente bien. Me gusta irme a la cama y acostarme con mi enojo porque aquella persona de verdad me hirió. Se lo voy a reprochar durante el resto de mi vida.

Si pensamos que somos la morada del Espíritu Santo y no estamos haciendo la guerra contra esa actitud, estamos engañados. Así que, Nick, si te has acomodado en tu amargura, enojo y rencor, y no estás luchando contra esto por fe en la misericordia de Jesús hacia ti, espero que este episodio te sacuda y te otorgue la libertad en Cristo para dejarlo ir. “‘MÍA ES LA VENGANZA, YO PAGARÉ’, dice el Señor” (Ro 12:19). Él arreglará las cuentas, Nick. No tienes que hacerlo tú.

Luchar con perdonar no es lo que nos destruye. Lo que nos destruye es la posición intransigente de no querer perdonar, de no tener intención de perdonar, de buscar darle valor al resentimiento y vueltas con cariño al mal que alguien cometió contra mí y sentir la amargura. / Foto: Pexels

Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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