Principios bíblicos para administrar la disciplina en el hogar

La disciplina es una actividad que tiene lugar en el “presente”, pero siempre con las miras puestas al “después”.
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Al principio de nuestra vida de casados, mi esposa Donna paso dos años trabajando como una enfermera pediátrica en un hospital infantil muy grande. Su unidad de forma regular veía pacientes jóvenes que estaban en una desesperante necesidad de cuidado médico, algunas veces cuidado médico extremo. Uno de los más grandes desafíos de su trabajo, excediendo incluso la carga emocional de cuidar niños que nunca se recuperaban, era la de lidiar con familiares de los pacientes que, aunque tenían buenas intenciones, estaban confundidos. A menudo, los padres u otros familiares preocupados se quejaban e incluso interferían con el tratamiento prescripto para los niños enfermos. Ellos no podían quedarse parados, viendo a su hijo soportar el sufrimiento por una inyección o siendo obligados a tragar cierta medicación. Donna y sus colegas fueron incluso acusadas de ser crueles y desconsideradas en ocasiones. “Yo nunca podría ser una enfermera pediátrica porque amo demasiado a los niños”. Era una afirmación que ella oyó unas cuantas veces. Aunque nunca dijo esto como respuesta, el pensamiento que siempre venía a su mente era este: “¿Realmente crees que la razón por la cual estoy haciendo esto es porque no amo a los niños? ¡Es justamente lo opuesto! Porque amo a tu hijo, estoy dispuesta a infligir dolor de ser necesario para administrar la medicina que puede restaurar su salud. No disfruto verlo llorar, pero sé que el beneficio a largo plazo amerita el dolor a corto plazo”. Esa es la forma en que Dios quiere que pensemos acerca de la disciplina. Toda disciplina, incluida aquella que los padres son responsables de administrar en el hogar, de hecho, la palabra básica para disciplina en hebreo que el Antiguo Testamento utiliza y la palabra griega básica que el Nuevo Testamento utiliza para “disciplina”, transmiten la idea de una corrección que resulta en educación. Es un esfuerzo positivo y altamente valorado. La visión errada de la sociedad en cuanto a la disciplina Para muchas personas hoy en día, “disciplina” es una mala palabra. Consideran toda la idea de la disciplina en una forma negativa, con una luz tenue asociada con pensamientos de castigo, dolor, dificultades y privaciones. Mientras que estas realidades pueden estar en cierta forma involucradas, toda verdadera disciplina nunca es un fin en sí mismo; es un medio para un fin deseable. Como en Hebreos 12:11 se explica: “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. La disciplina es una actividad que tiene lugar en el “presente”, pero siempre con las miras puestas al “después”. El granjero emprende la disciplina de arar, plantar y cuidar la tierra no por esas actividades en sí mismas, sino por la cosecha que resultará. Es precisamente por los resultados positivos, que Dios no retrae la disciplina a las personas a las cuales el ama. Es de una importancia vital para los cristianos recordar esto cuándo atravesamos pruebas y dificultades. El autor de la epístola a los Hebreos remarca este punto cuando cita a Proverbios 3:11-12 con el fin de animar a sus lectores a no desmayar o desanimarse en medio de su sufrimiento. Él les recuerda (y a nosotros también), a recordar que Dios nos trata como a hijos en aquel pasaje cuando dice: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama disciplina y azota a todo el que recibe por hijo” (Hebreos 12:5-6). El llamado de Dios a los padres De la misma forma, Dios llama a los padres a ser como Él en lo concerniente a amar a sus hijos lo suficiente para disciplinarlos de la forma apropiada. Él lleva a cabo esto a través de destacar los beneficios positivos que se acumulan cuando los hijos son disciplinados. “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Prov 29:17). No solamente los padres se beneficiarán, sino el hijo también. “La necedad está ligada al corazón del muchacho; mas la vara de la corrección lo alejará de ella” (Prov 22:15). Un niño disciplinado de forma correcta tendrá su necedad expuesta y corregida de forma tan regular y consistente que la belleza y virtud de la sabiduría le serán cada vez más atractivas. Las escrituras ubican la responsabilidad de disciplinar a los hijos de lleno en los hombros de ambos padres, especialmente del papá. La declaración más clara y sucinta acerca de esto es hecha por Pablo en Efesios 6:4: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y amonestación del Señor”. Este versículo cubre la totalidad de los deberes parentales. Después de prevenirlos de no exasperar a sus hijos, Pablo esencialmente amonesta a los padres, especialmente al padre a criar a sus propios hijos. Este mandamiento simple y claro es tan profundo que si fuera acatado y obedecido por cada padre la mayoría de los males sociales asociados a la conducta juvenil serian eliminados. La responsabilidad de criar a los hijos es de los padres El trabajo de criar hijos no pertenece de forma directa a la escuela, sociedad, iglesia o grupo de jóvenes, sino a los padres. Según el apóstol Pablo, no se necesita una aldea para criar un niño, se necesita un padre. Si pensáramos acerca de Efesios 6:4 como un kit de herramientas para padres, deberíamos reconocer que las dos principales herramientas que Dios quiere que los padres utilicen para criar a sus hijos son la disciplina del Señor y la amonestación del Señor. Estas palabras transmiten dos actividades vitales para los padres. La primera es física y la segunda es verbal. La disciplina del Señor es la que se ejerce corporalmente a un niño, mientras que, la amonestación del Señor es la que es hablada a un niño. Ellas deben usarse de forma conjunta para educar de forma correcta a un niño para vivir correctamente en este mundo. La disciplina que este pasaje tiene en mente, es aquella que incluye la corrección a un niño que ha desobedecido a conciencia la apropiada instrucción de las autoridades puestas por Dios. (6:1-3). La corrección puede incluir castigo físico (debido a esto se utiliza la referencia a la vara del Señor en Proverbios 22:15). La disciplina es una muestra de amor El castigo corporal parece barbárico e inevitablemente abusivo para las sensibilidades modernas. La biblia, por el contrario, no es políticamente correcta en cuanto a este tema y la recomienda como parte de la disciplina que debe ser administrada en el hogar. “No rehúses castigar a tu hijo, si lo castigas con vara, no morirá (Proverbios 23:13). El uso de tal disciplina no es abuso infantil. No tiene nada que ver con la violencia motivada por la ira. Semejante maltrato a los niños es horrendo y debería ser repudiado por todo aquel que tiene un mínimo de sentido común y decencia. La disciplina bíblica y el abuso infantil son dos especies totalmente diferentes.  La última llevada a la consecuencia lógica más extremas resulta en muerte, sin embargo, la disciplina bíblica que emplea una vara (o paleta) para administrar una medida de incomodidad no va en esa misma dirección. La clase de disciplina que se tiene en mente es aquella que intencionalmente ocasiona una medida de dolor a través del uso de una vara. El niño que experimenta la clase de disciplina que la Biblia sugiere como resultado “no morirá”. El uso de la instrucción Dios ha dado una significante salvaguarda para prevenir que la disciplina que Él elogia degenere alguna vez en abuso infantil. Principalmente, el uso de la segunda herramienta, la instrucción. Los padres son maestros y la instrucción que deben dar a sus hijos requiere hablar, mucho hablar. Todo el libro de Proverbios es un ejemplo de cómo los padres deben de forma regular enseñar a sus hijos la sabiduría de Dios, a través de variadas experiencias y situaciones -tanto buenas como malas- que la vida ofrece. Esto ciertamente incluye tiempos de corrección. No es suficiente para un padre que usen la vara, él debe también usar palabras. Él debe dar la instrucción del Señor tanto como la disciplina del Señor. Cuando la vara debe ser utilizada, el niño debe ser enseñado para poder ver la situación a la luz de la verdad bíblica. Cuando tu hijo peca, explícale lo que ha hecho en términos simples, sé claro en lo que debió haber hecho, haz valer la autoridad de Dios a través de contarle lo que Él dice acerca de esa situación, sea de forma directa (como por ejemplo “no dirás falso testimonio), o indirecta (“hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor”). Enséñale que estas administrando la vara por su pecado, porque tú lo amas lo suficiente para corregirlo (Prov13: 24) y tú amas mucho al Señor como para no obedecerlo (Juan 14:15). Luego, de forma simple, explícale lo que hizo Jesús en la cruz para pagar por estos pecados, recordar esto ayuda a los padres a convertir cada ocasión de seria disciplina en una oportunidad para hablar del Evangelio. “Tú y papá son pecadores. Pero Jesús murió por pecadores como nosotros, para que podamos ser perdonados de nuestros pecados. Dios perdona a todo aquel que confía en Jesús. Yo voy a orar ahora para que Dios te de un nuevo corazón que odia al pecado y confía en Jesús para el perdón”. Luego hazlo. Repite esto tan a menudo como te sea posible. Cuando los padres ven estos asuntos con claridad y trabajan para instruir a sus hijos consistentemente en la disciplina y la instrucción del Señor, ellos tienen una razón para orar con esperanza que el Señor que les confió ese niño y que está capacitándolos para criarlos con la sabiduría bíblica, los salvará con Su gracia y establecerá Su reino de forma firme en el corazón del niño.

Tom Ascol

Tom se ha desempeñado como Pastor de la Iglesia Bautista Grace desde 1986. Antes de mudarse a la Florida sirvió como pastor en iglesias en Texas. Él tiene una licenciatura en sociología de Texas A & M University (1979) y también tiene un MDiv y un PhD de Southwestern Baptist Theological Seminary in Ft. Worth, Texas. Tom es el Director Ejecutivo de los Ministerios Fundadores. Él y Donna tienen diez hijos, incluyendo tres yernos y una nuera. También tienen 7 nietos.

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