¿Por qué es tan difícil orar?

¿Oras solo cuando lo necesitas? Quizá es hora de aprender a orar como hijos que desean estar con su Padre.
Foto: Lightstock

Crecí en una familia cristiana. Como era costumbre, orábamos antes de comer, antes de dormir y cuando necesitábamos algo. La oración era vista como una rutina o un medio para conseguir lo que queríamos. Mi entendimiento era simple: si me porto bien, Dios me concede lo que pido, si no, no. Con el tiempo, descubrí que muchas personas, como yo, fueron enseñadas a ver la oración principalmente como un canal para pedir cosas. Más adelante, también escuché enseñanzas que iban en el otro extremo: usar la oración para “declarar” cosas, para instruir a Dios sobre qué hacer, o como una vía para alcanzar experiencias emocionales. 

Ambas visiones distorsionadas, la utilitaria y la mística, nos pueden llevar fácilmente a la frustración cuando buscamos tener una vida de oración constante y significativa. En realidad, la oración es mucho más que un acto ritual para conseguir algo; tiene que ver con una relación profunda entre el Padre celestial y Sus hijos. Pero, justo porque se trata de algo relacional, constituye una de las partes más desafiantes de nuestra fe. ¿Quién podría decir que ya aprendió completamente a orar?

En este artículo, reflexionaremos brevemente sobre por qué es tan difícil orar, y lo haremos a través de tres preguntas clave.

La oración es mucho más que un ritual para pedir cosas; es una relación con el Padre celestial. / Foto: Lightstock

1. ¿Qué es la oración según la Escritura?

La Biblia no presenta la oración como una fórmula mágica ni como un trámite religioso. En Mateo 6:6, Jesús dice: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. La oración, entonces, es comunión personal con Dios: íntima, sincera y centrada en Él. Su enseñanza más famosa sobre la oración comenzó con estas palabras: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt 6:9). Desde el principio nos coloca en la posición correcta: la de hijos que se acercan con reverencia a un Padre celestial. La oración nace del reconocimiento de quién es Dios y de nuestra necesidad de Él.

Orar es más que hablar: es adorar, clamar, confesar, agradecer y depender. Es una disciplina espiritual mediante la cual expresamos nuestra fe, humildad y dependencia. Oramos porque Cristo nos abrió el camino al Padre (Heb 4:16) y porque el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad (Ro 8:26). Es por gracia, no por mérito, que podemos acercarnos con libertad. Además, la oración no es opcional. Jesús no dijo “si oras”, sino “cuando ores”. Dios espera que estemos en comunión constante con Él (1 Ts 5:17), porque somos débiles y el pecado busca alejarnos de esa comunión (Col 4:2). La oración es el medio por el cual nuestra alma se mantiene constantemente conectada con la fuente de vida.

La Biblia no presenta la oración como una fórmula mágica ni como un trámite religioso. / Foto: Lightstock

2. ¿Por qué no oramos como deberíamos?

A pesar de conocer estas verdades, orar no es fácil. A veces ni siquiera lo intentamos. ¿Por qué?

Primero, algunos no oran porque no saben cómo hacerlo. Aquellos que escapan a las enseñanzas erradas pueden quedar confundidos, pero esa no es una excusa válida por mucho tiempo. Tenemos la Biblia, tenemos al Espíritu Santo y tenemos hermanos maduros que nos pueden guiar, así que podemos aprender a orar como aprendemos cualquier otra disciplina espiritual.

Otros no oran porque sienten que no tienen tiempo. Pero si somos honestos, el problema no es la falta de tiempo, sino la falta de prioridad. Lo que consideramos importante, lo hacemos. Orar requiere disciplina, pero también requiere humildad para reconocer nuestra dependencia: incluso con las agendas más saturadas, el cristiano que entiende su necesidad no dejará de clamar.

Sin embargo, la razón más importante de nuestra falta de oración es el pecado. Nuestros corazones pecaminosos nos engañan, haciéndonos creer que podemos vivir sin Dios, que tenemos el control, que podemos solos. Cuando las cosas van bien, dejamos de orar; cuando las cosas van mal, a veces nos rendimos. Y si hemos sido enseñados a orar solo para pedir cosas, entonces la falta de respuestas puede amargarnos. Oramos para nosotros mismos, no para Dios.

Pero Dios no quiere simplemente darnos cosas; Él quiere que lo busquemos a Él. Él ya conoce nuestras necesidades, pero desea que lo reconozcamos como nuestro todo. Orar no es solo pedir; es hablar con el Padre, exaltar Su nombre y rendirnos a Su voluntad. A veces no sabemos cómo hacerlo, y ahí es donde la Palabra nos guía. A veces no sentimos ganas, y ahí es donde nuestra honestidad tiene espacio. A Dios no le interesa la elocuencia, sino la verdad que sale del corazón.

La razón más importante de nuestra falta de oración es el pecado. / Foto: Lightstock

3. ¿Cómo puedo cultivar una vida de oración constante?

Yo mismo he sido confrontado muchas veces por mi falta de oración, así que no hablo como un experto, sino como un necesitado. Pero, por los años que he caminado con Dios, puedo compartir estos cuatro consejos: 

1. Primero, reconoce tu debilidad. Reconoce que no puedes solo, que necesitas a Dios en cada momento. Deja de pretender que estás bien sin Él. La oración comienza por reconocer que no somos autosuficientes.

2. Segundo, sé intencional. La oración es una disciplina espiritual y, como toda disciplina, requiere práctica. Decide orar. Ponlo en tu agenda. Tal vez no siempre puedas hacerlo a la misma hora o en el mismo lugar, pero comienza y persevera. Si puedes, ora con alguien más que te anime. Si eres casado, habla con tu familia para que respeten ese momento y, al mismo tiempo, modela una vida de oración delante de ellos.

3. Tercero, lee la Palabra. La oración y la Palabra van de la mano. Cuanto más conoces a Dios por medio de las Escrituras, más deseas hablar con Él. El evangelio alimenta tu alma y produce en ti sed de más. Como dice 1 Pedro 2:2, deseamos la leche espiritual para crecer, y ese crecimiento se refleja en oración.

4. Cuarto, ora por otros. La oración no debe ser centrada en uno mismo. Cuando digas “oraré por ti”, hazlo. No ores solo por situaciones, sino por los corazones involucrados. Pide a Dios que transforme, que santifique, que sostenga. Así participamos activamente del proceso que Dios está haciendo en las vidas de otros.

Además, orar afectará tus relaciones. Una vida de oración te dará sabiduría, paz, humildad y amor en tu trato con los demás. Te ayudará a perdonar, a arrepentirte, a aconsejar con gracia. Cuando tu corazón está en comunión con Dios, eso se nota. Y cuando llegue la prueba —porque llegará—, una vida de oración te sostendrá, no por la oración en sí, sino por Aquel a quien le oras. Dios escucha y responde (Sal 17:6, 4:3).

La oración comienza por reconocer que no somos autosuficientes. / Foto: Lightstock

Conclusión: volver a hablar con el Padre

Jesús oraba constantemente: en soledad, en público, en angustia, en gozo. Si Él —el Hijo de Dios— dependía de la oración, ¿cuánto más nosotros? Si anhelamos ser como Cristo, debemos imitar Su vida de oración, no como un deber vacío, sino como un deleite profundo. No oramos para obtener cosas, sino porque en Cristo ya se nos ha dado todo lo que realmente necesitamos. Oramos porque queremos estar con el Padre.

Y, sin embargo, orar es difícil. El pecado lucha en nuestro corazón. Hemos aprendido mal o simplemente hemos dejado que el ritmo de la vida nos aparte de lo esencial. Pero a pesar de su dificultad, la oración también es simple: es hablar con nuestro Padre. Es acercarnos con honestidad, con fe, con reverencia. Es decirle “te necesito”, incluso cuando no sabemos ni qué decir.

Sergio Cano

Sergio Cano es esposo de Susana tienen tres hijos, Susana María, Sergio Alejandro y Daniela. Vive en la ciudad de Guatemala. Es diácono de iglesia Reforma, donde juntos sirven en discipulado a matrimonios e individualmente. Tiene un diplomado en consejería bíblica con la Organización Hope for the Heart.

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.