A.W. Tozer escribe: “Lo que viene a nuestra mente cuando pensamos acerca de Dios es lo más importante sobre nosotros” (El conocimiento del Dios Santo). Lo que pensamos sobre nuestro Padre Celestial dice mucho de lo que somos. Pero, ¿qué sucede si nuestros pensamientos sobre nuestro Padre están enredados y manchados por el abuso y el abandono de nuestro padre terrenal? Todo aquel que ha experimentado el dolor intenso de tener a un padre que se ha marchado sabe que puede ser destructor. Yo he estado ahí y sé de lo que hablo. El hecho de que mi papá se fuera de casa hizo pedazos lo único que creía que era indestructible, e incluso, sobrehumano: mi familia. Sin embargo, la familia se volvió mucho más fluida de lo que alguna vez había imaginado… y esperado. Como una mancha permanente sobre el lente a través del cual vemos el mundo, la disolución de la familia distorsiona todo lo que conocemos y todo lo que somos. Nuestros corazones laten desordenadamente. Nuestros pensamientos se vuelven más pesados en nuestra mente. Nuestras lágrimas caen con más rapidez. La voz que una vez nos calmaba en medio de la noche, de repente se quedó en silencio. El retrato enmarcado que conservaba nuestra familia en la pared ya no está allí o se encuentra vacío. Dominado por tal confusión y tristeza, ¿cómo pintamos el retrato exacto y bíblico de la bondad y la fidelidad de nuestro Padre? Cuando hemos sido víctimas de las caricaturas pecaminosas de la paternidad, se nos hace más difícil ver que las promesas de Dios son para nosotros. La Biblia expresa la verdad que necesitamos, pero creer en ella no siempre es fácil. Cuando el consejo parece insuficiente y la vida demasiado cruel, la Palabra de Dios es el único pincel confiable para el que sufre, dándole pinceladas frescas del carácter de Dios en el lienzo árido de nuestros corazones y experiencias. “Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón”, listo para cuidar de ti, Su precioso hijo o hija (Sal. 34:18).
1. Tu Padre jamás te dejará
Nadie desea sufrir en medio de la ausencia de un padre que podría irse de casa en cualquier momento. Es angustiante viajar en autobús a casa de la escuela preguntándote si la camioneta de tu papá estará en la entrada del garaje, si su ropa aún estará en el guardarropa. Dios no nos deja en ese suspenso. Dios está profunda e inquebrantablemente comprometido con nosotros. Jamás tenemos que preguntarnos si se quedará o se marchará. Dios mismo nos promete: “Jamás te dejaré ni te desampararé” (He. 13:5). No importa qué haya sucedido con tu padre; si eres hijo de Dios por medio de la fe, Él promete que jamás hará las maletas para dejarte, y no lo verás alejarse por la ventana de la cocina. En medio de tu soledad, Dios está allí contigo (Jn. 14:16-18). Aun cuando tu padre terrenal se encuentre en otro lugar, Dios no olvidará ni descuidará el pacto que ha hecho contigo.
2. Tu Padre te protegerá, no te hará daño
Tristemente, algunos padres hacen daño, en lugar de ayudar. A veces causan dolor, en lugar de dar protección. En la infancia, e incluso en la adultez, es posible que hayas sufrido daños físicos o emocionales por causa de tu papá. Tu hogar no era un lugar seguro para ti, sino un escenario del temor. Ten esperanza: tu Padre del cielo jamás te hará daño como el terrenal. Él siempre te protegerá, te mantendrá seguro de los ataques contra ti. Su mano protectora es inamovible y jamás se cansa. Incluso cuando Él debe disciplinarnos, nos presenta el dolor en amor y para nuestro mayor bien (Pr. 3:12). No importa cuáles sean los peligros que enfrentas, Dios continúa siendo una fuente incomparable de seguridad y de ayuda. No dejará que los peligros se apoderen de ti (Is. 43:2-3). Él es el Padre de consolación y de protección, no de terror ni de abuso.
3. Tu Padre sabe lo que necesitas
En los hogares con un solo padre, la provisión para la familia puede ser una lucha diaria y puede provocar ansiedad. Las comidas son inciertas. La ropa es prestada. ¿No se supone que son los padres los que han de proveer para las necesidades básicas? Cuando papá se va, y con él la mayor fuente de ingresos, tenemos que luchar para ver a través de la niebla y confiar que Dios permanece fiel para proveernos. Sus recursos jamás se acaban (Sal. 50:10). Él ama darte de Sus provisiones porque eres un gran deleite para Él. Tus necesidades más fundamentales siempre serán totalmente satisfechas en tu Padre Celestial (Fil. 4:19), no en tus padres terrenales. De hecho, cuando Adán y Eva, los primeros hijos de Dios, desobedecieron, Dios no solo les vistió cuando se vieron desnudos y cubrió la vergüenza de ellos, sino que les hizo la promesa de la gran provisión de Cristo por sus pecados, así como por los nuestros (Gn. 3:15, 21). En Jesús, el Padre no nos dejó desamparados. Él nos promete, finalmente, darnos un hogar eterno, uno en el que Sus hijos jamás estarán desamparados (J.n 14:1-3).
4. Tu Padre se deleita grandemente en ti
Sin amor ni palabras de aliento de nuestro papá, podemos cuestionar fácilmente si es posible que seamos amados. Es normal preguntarnos si tenemos valor alguno, si somos fuente de bienestar o de problemas para los demás. Pero, aunque tu papá se quede en silencio, Dios sí ha hablado. Dios afirma que le produces un gran deleite. Dice: “Eres precioso a mis ojos” (Is. 43:4). Eres una fuente única de gozo para Él. Descansa en esto: eres un deleite para Dios, no porque tengas algo para darle, sino porque te ama libremente. Se goza en ti con alegría, con amor, con cantos de júbilo (Sof. 3:17). La pregunta sobre si eres un deleite para tu papá es algo que produce inseguridad a muchos. Puede resultar sumamente difícil creer que puedes ser amado, pero tu Padre Celestial no te deja lugar a dudas. Si eres Suyo, entonces eres infinitamente amado.
5. Tu Padre no te ama por quien eres
Los que hemos visto a nuestro papá marcharse hemos luchado tratando de ganarnos el amor y cariño de nuestro padre. Tal vez luchamos por obtener méritos académicos o el éxito en el atletismo. Esa era mi lucha como hijo pequeño, deseando profundamente el amor y el cariño incondicional de mi papá. Cualquiera que fuera el estándar percibido, no había manera de vivir como hijo. Afortunadamente, el amor de nuestro Padre Celestial por nosotros es incondicional. Él no nos ama por causa de nuestros éxitos, sino que Dios nos ama porque sí. Así es Él. Aun cuando somos desobedientes y rebeldes, Su amor nos cubre. Aun cuando nos alejamos de Él, Él nos espera pacientemente para que regresemos a casa; un Padre listo para abrazarte, besarte y bañarte con Su perdón y Su gracia (Lc. 15:20-24). Como escribe Richard Sibbes: “hay más misericordia en Dios que pecado en nosotros”. Dios nos alcanzó con Su gran amor cuando estábamos en nuestra peor condición, no en la mejor (Ro. 5:6-8). Hijo de Dios, corre libremente al abrazo de tu Padre, confiando que Sus brazos te sostendrán, ya que los brazos de Su Hijo fueron abiertos de par en par por ti en la cruz. Él es la esperanza de los abandonados, el refugio de los temerosos, el padre de los huérfanos.
Artículo original de Desiring God.