Es extraño cuando en una semana no emerge alguna nueva acusación contra un pastor. El mundo se ha vuelto más pequeño que nunca y la información se mueve a un ritmo mayor que en cualquier otro momento de la historia. En un mundo así, las noticias viajan rápida y furiosamente. Especialmente las malas noticias, y amamos las malas noticias, ¿verdad? En un mundo así, los héroes suben y bajan en horas o incluso momentos. Y nos encanta levantarlos y derribarlos, ¿no? La Biblia nos da una guía clara cuando se trata de malas noticias acerca de los pastores. En 1 Timoteo 5:19, Pablo instruye a Timoteo, y por medio de él, a la iglesia de todos los tiempos en todas las épocas de la historia, sobre cómo lidiar con las acusaciones contra ellos. «No admitas acusación contra un anciano», dice: «a menos que haya dos o tres testigos». Hay un par de elementos que debemos notar aquí. El primero es que, de cierta manera, los ancianos (pastores) se mantienen en el mismo estándar que cualquier otro creyente. En el Antiguo Testamento, para que las acusaciones tuvieran suficiente peso, se requería dos o tres testigos. Philip Ryken lo resume de esta manera: «Un solo testigo no será suficiente contra una persona por cualquier delito o error que haya cometido en relación con alguna ofensa. Solo con la evidencia de dos o tres testigos se establecerá una acusación». Este nivel de prueba se extiende también al Nuevo Testamento: Jesús mismo mantuvo este estándar en Su instrucción acerca de confrontar el pecado en otro creyente (ver Mt. 18:15-20). El segundo elemento que debemos ver es que, de alguna manera, los ancianos (pastores) reciben un estándar ligeramente diferente al de otros creyentes en caso de alguna acusación. La instrucción para cada cristiano indica que los cargos se establecen (o se prueban) sobre la evidencia de dos o tres testigos, mientras que para los ancianos los cargos no se pueden admitir (ni considerar) a menos que se cuente con la evidencia de dos o tres testigos. Está claro: el testimonio de un solo testigo no puede ser el factor determinante para acusar a un pastor de mal comportamiento. ¿Por qué esta diferencia? Presumiblemente, porque los pastores son un objeto especial de ataque satánico. En general, se puede hacer mucho más daño a una iglesia por el escándalo que involucra a un pastor que por el escándalo que involucra a cualquier otro miembro. Por lo regular, el camino para hacer el mayor daño a una iglesia es el camino que lleva a través de los líderes. Por lo tanto, los pastores necesitan protección especial. Calvino adopta una postura pesimista, pero no del todo irreal, cuando dice esto: «… tan pronto como se formula una acusación contra los ministros de la Palabra, se cree tan segura y firmemente como si ya hubiera sido probada. Esto sucede no solo porque se requiere un estándar más alto de integridad, sino porque Satanás hace que la mayoría de la gente, de hecho, casi todos, sean demasiado crédulos para que sin una investigación condenen con entusiasmo a sus pastores cuyo buen nombre deberían defender». Entonces, ¿qué camino seguimos si tenemos una queja contra un pastor o creemos que lo hemos visto pecar de una manera grave? Seguimos la guía de Mateo 18 yendo a él por nuestra cuenta, para enfrentar su pecado y llamarlo a arrepentirse. (Pero si ha habido una infracción penal, debemos seguir las leyes de nuestro país, lo que puede implicar informarlo inmediatamente a las autoridades apropiadas). Si después de esa reunión todavía estamos convencidos de que ha pecado y no se arrepiente, tomamos una o dos personas (como testigos) con nosotros y lo enfrentamos por segunda vez. Es solo ahora que hemos reunido los dos o tres testigos necesarios para que ese pecado sea conocido por los otros líderes en la iglesia. Es solo ahora que esos líderes deberían estar dispuestos a escuchar y evaluar las acusaciones. De este pequeño pasaje en la carta de Pablo llegamos a dos conclusiones claras: La primera es que mientras la iglesia viva en este mundo pecaminoso, debemos esperar encontrar pastores que violen la confianza, demuestren su falta de carácter piadoso e invaliden su ministerio. Cuando tenemos la evidencia de dos o tres testigos, debemos evaluar cuidadosamente las acusaciones y, si se mantienen, movernos audazmente para sacar a estos hombres de sus puestos. Para hacer eso de una manera bíblica, simplemente necesitamos seguir las instrucciones en el versículo siguiente: «A los que continúan en pecado, repréndelos en presencia de todos para que los demás tengan temor de pecar» (1 Ti 5:20). La segunda es que mientras la iglesia viva en este mundo pecaminoso, también debemos esperar encontrar pastores que amen a su pueblo, demuestren su carácter piadoso, lleven a cabo su ministerio y, sin embargo, que sean injustamente acusados de las ofensas más atroces. A menos que esas acusaciones provengan de múltiples testigos, debemos negarnos a escucharlas y actuar con valentía para afirmar a estos hombres en sus posiciones. Artículo original de Tim Challies | Traducido por Rudy Ordoñez Canelas