Recientemente leí un relato acerca de una de las carreras más peligrosas y exigentes del mundo. En el transcurso de una semana, los participantes deben correr casi 300 kilómetros sobre un terreno desértico y abrasador. Una vez que parten, se espera que continúen de manera independiente y que sigan un camino trazado a través de llanuras y dunas, lechos de ríos secos y oasis poco frecuentes. Para garantizar que los participantes tengan las provisiones necesarias, los organizadores de la carrera dejan reservas de alimentos, agua y suministros médicos en varios lugares. Los corredores parten rápidamente con gran pompa y vigor, luego se tambalean y tropiezan desaliñados en la línea de meta 6, 7 o incluso 8 días después.
En estos tiempos modernos, cada uno de los corredores lleva consigo un rastreador GPS para poder trazar su ruta y analizar su progreso. Cada uno de ellos parte con la mente fija firmemente en la línea de meta, y cada uno insistirá en que ha pasado una semana ejerciendo un esfuerzo sobrehumano corriendo directamente hacia ella. Sin embargo, el GPS mostrará que, si bien su ruta lo condujo de principio a fin, en realidad lo llevó a través de cada uno de esos puestos de suministro. Y, de hecho, ambas son ciertas. Su decidida devoción por la carrera lo llevó a cada uno de los lugares donde podía reabastecerse.

La Biblia a menudo compara esta vida con una carrera, una carrera en la que debemos estar muy enfocados, muy decididos, muy motivados para llegar a la meta. “Una cosa hago” dice el apóstol Pablo. “Olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:13-14). “Despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” dice el autor de Hebreos (12:1-2). La vida cristiana es una carrera larga y rigurosa a través de un mundo desértico agotador.
Espero que cuando nosotros, como el apóstol, hayamos peleado la buena batalla, terminado la carrera y guardado la fe, podamos también trazar la ruta que hemos tomado entre el día de la salvación y el día de la glorificación. Espero que nosotros, como él, podamos decir que fijamos nuestra mente en el gran premio de ser liberados de todo pecado y debilidad y ser entregados a la presencia de Jesucristo. Podremos decir que corrimos de tal manera que obtuvimos el premio que se da a los que perseveran.

Pero también espero que al mirar hacia atrás en la ruta que recorrimos, veamos que Dios nos sostuvo al disponer grandes reservas de provisiones a lo largo del camino. Veamos que nuestra trayectoria nos condujo de almacén en almacén, de depósito en depósito, de oasis en oasis. En un momento dado, puede que hayamos estado listos para darnos por vencidos, listos para rendirnos y abandonar, pero, por Su Espíritu a través de la Palabra, nos dio el aliento que necesitábamos para seguir adelante un día más, una etapa más. En otro momento, puede que hayamos tenido la tentación de seguir una ruta ilícita, de desviarnos del camino angosto al ancho, pero Él organizó todo para que uno de los Suyos nos advirtiera amablemente o incluso nos reprendiera con severidad. En otro momento, es posible que nos hayamos convencido a nosotros mismos de que deberíamos dar marcha atrás y encontrar una carrera más fácil, pero a través de los misterios de Su providencia, nos guió en línea recta.
Al mirar hacia atrás en la carrera que corrimos, veremos que el Dios que planificó nuestros días, el Dios cuya providencia conocía el final desde el principio, dispuso Su provisión para nosotros exactamente en los puntos que más la necesitábamos, los puntos en los que de lo contrario habríamos tenido más probabilidades de ser descalificados. Veremos que Su provisión vino por medio de la bondad del pueblo de Dios, de las palabras de Su Escritura, de la iluminación de Su Espíritu. Veremos que el camino más recto era en realidad el camino que pasaba por cada uno de los depósitos de Su providencia. Veremos que el Dios que nos llamó a la carrera proveyó todo lo que necesitábamos para la carrera. Sabremos que realmente nunca corrimos solos.
Publicado originalmente en Challies.