“Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados CONFORME A SU PROPÓSITO” (Romanos 8:28) (Mayúsculas añadidas).
Con frecuencia este texto lo usamos para afirmar que el propósito de Dios es que todo nos irá bien al final o ser librados de nuestros sufrimientos y problemas. Pero, si revisamos el contexto de este pasaje tal como el apóstol lo plantea, veremos concretamente qué significa “conforme a su propósito”:
“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos CONFORME A LA IMAGEN DE SU HIJO, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos”. (Romanos 8:29) (mayúsculas añadidas).
Nosotros, como los creyentes romanos a los que Pablo escribió, estamos situados entre ese puente entre el llamamiento por el Evangelio y la glorificación. Es decir, en el tiempo presente estamos siendo santificados y moldeados por Dios a la imagen y semejanza de Jesucristo. Dios usa los sufrimientos, tribulaciones, persecuciones y momentos difíciles para pulir nuestro carácter y que sea cada día más como el de Su Hijo, según la medida de gracia que Él nos concede y obra en nosotros. Es un propósito que opera en nosotros a raíz de haber sido llamados por el Evangelio de la gracia (Léase Hechos 20:24; Romanos 8:30). Aunque Romanos 8:28-30 se enfoca en la grandeza de la «cadena de oro» de la salvación; esta vez quiero enfocarme en este glorioso propósito.
Ahora bien, las Escrituras nos enseñan que sea en tiempos de paz o tribulación, hemos de ser como Jesús en toda nuestra manera de vivir. ¿Cómo pondremos en práctica la semejanza a Jesús a lo largo de nuestra vida diaria?
En primer lugar, recordemos que sin Jesucristo nada podemos hacer (Léase Juan 15:10); y que Dios dispone el querer como el hacer (Léase Filipenses 2:13); y todo esto es únicamente apoyados en el poder de la gracia del Señor (Léase 2 Corintios 12:9). Somos hechos y creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Léase Efesios 2:10). Él es quien nos moldea a través del Espíritu Santo, de la oración y de la Palabra (Léase Romanos 12:1-2; Gálatas 5:22-23; 1 Tesalonicenses 3:10; 2 Tesalonicenses 3:5). Ya no vivimos para nosotros, sino que Él vive en nosotros; puesto que somos propiedad Suya (Léase Romanos 14:8; Gálatas 2:20). Esto no implica que seremos ya perfectos en esta vida, pero sí que seremos perfeccionados poco a poco para ser como Él.
En segundo lugar, las Escrituras nos dan directrices prácticas para cada área de nuestra vida y todo emana de Su obra de salvación en la cruz:
(1) Así como el Señor Jesucristo dio Su vida por sus amigos; en Su gracia, hemos de poner nuestras vidas en servicio por los nuestros (Léase Juan 15:13-14).
(2) Así como el Señor Jesucristo nos amó; en Su gracia, hemos de amar a nuestros hermanos de la misma manera que Él nos ha amado (Léase Juan 13:34-35; Efesios 5:2).
(3) Así como el Señor Jesucristo se dio a Sí mismo por nosotros como ofrenda fragante y sacrificio a Dios; en Su gracia, hemos de dar nuestras vidas como ofrendas de nosotros mismos a Dios y a nuestros hermanos (Léase Efesios 5:2; Romanos 12:1-2).
(4) Así como el Señor Jesucristo se despojó de Sí mismo, tomando forma de siervo, y se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz; en Su gracia, hemos de tener actitud de siervos para con los demás en amor y en obediencia a Dios (Léase Filipenses 2:5-11).
(5) Así como el Señor Jesucristo fue manso y humilde de corazón para llevar nuestras cargas; en Su gracia, hemos de ser mansos y humildes tal como Él (Léase Mateo 11:29).
(6) Así como el Señor Jesucristo por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz y menospreció la vergüenza, y está sentado a la diestra de Dios; en Su gracia, así nosotros debemos despojarnos de todo pecado que nos asedia y con gozo proseguir la carrera cristiana; mientras le miramos a Él como el Autor y Consumador de la fe (Léase Hebreos 12:1-2).
(7) Así como el Señor Jesucristo guardó los mandamientos de Su Padre por amor a Él; si permanecemos en Cristo y en Su gracia; guardaremos Sus mandamientos por amor a Él (Léase Juan 15:10).
(8) Así como el Señor Jesucristo, quien fue despreciado en la cruz pero Él no despreció a nadie; cuando padecía no amenazaba, y solo encomendaba su causa a la justicia de Dios; en Su gracia, hemos de imitar la conducta de nuestro Señor y ser pacientes si somos afligidos (Léase 1 Pedro 2:21-23).
(9) Así como el Señor Jesucristo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz y por cuyas heridas fuimos sanados; en Su gracia, así nosotros hemos de estar muertos al pecado y vivos para la justicia (Léase 1 Pedro 2:24).
(10) Así como el Señor Jesucristo es la cabeza de la Iglesia y Salvador de Su cuerpo; el marido es cabeza de la mujer. Por tanto, en Su gracia, las mujeres casadas han de someterse a sus propios maridos y respetarles de la misma manera que se someten al Señor (Léase Efesios 5:22-24, 33).
(11) Así como el Señor Jesucristo amó a la iglesia y se dio a Sí mismo por ella; en Su gracia, los maridos han de amar a sus esposas como a sus propios cuerpos para santificarlas (Léase Efesios 5:25-33).
Hay más textos, no son los únicos. Esto demuestra que toda nuestra conducta como creyentes deriva del poder del Evangelio por el cual fuimos salvos por gracia (Léase Romanos 1:16; Efesios 2:5). Para este propósito hemos sido llamados, pues Cristo también sufrió por nosotros, dejándonos ejemplo para seguir sus pisadas; por tanto, hemos de caminar como Él anduvo (Léase 1 Pedro 2:21; 1 Juan 2:6). El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su Señor; basta a los que son discípulos ser como su maestro, y los siervos como su Señor (Léase Mateo 10:24-25). Estas son las implicaciones y consecuencias del Evangelio que predicamos a todo hombre para que crean y se arrepientan a fin de que sean salvos (Léase Marcos 1:13-15).
¡Somos llamados a ser como Cristo!
En todas estas cosas:
¡Sólo a Dios la Gloria!
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión “La Biblia de las Américas” (LBLA), a excepción de que se indique expresamente otra versión.