Las excelencias de Cristo

La Palabra de Dios quiere volver nuestros corazones a Jesús. Porque no hay vida, consuelo, gracia, revelación, poder, sostén, verdad, salvación, ni conocimiento de Dios fuera del Mesías.
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La persona y la obra de Jesús han sido maltratadas en tiempos modernos por falsas corrientes de carácter religioso. Su nombre a perdido valor a los ojos del mundo. El Mesías no es adorado como merece. Los carismáticos adoran al Espíritu Santo por encima de Jesús. Los promotores de la prosperidad atesoran el dinero más que a Jesús. Los testigos de Jehová lo aceptan solo como un buen profeta. Aún dentro del pueblo de Dios tenemos iglesias centradas en el hombre en vez de en Jesucristo. Incluso hay ministros que predican domingo tras domingo enseñanzas morales en lugar de anunciar las excelencias de Jesús. Por eso, en esta ocasión, nos acercaremos a uno de los pasajes más Cristocéntricos de las Sagradas Escritura. La Palabra de Dios quiere volver nuestros corazones a Jesús. Porque no hay vida, consuelo, gracia, revelación, poder, sostén, verdad, salvación, ni conocimiento de Dios fuera del Mesías. El texto dice: “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:1-3). En su introducción a la carta, el escritor quiere mencionar ocho hechos por los cuales debemos considerar al Hijo como superior a los ángeles, a los profetas, a los sacerdotes y a los sacrificios. Estos temas los irá tocando a lo largo del escrito. Por el momento, él se introduce demostrando los hechos del Hijo que revelan Su excelencia en el universo. Consideremos estos hechos. El Hijo es la voz de Dios El escritor inicia similar a Génesis 1:1 “en el principio Dios”. Pero se enfoca directamente en la revelación dada por Dios, por eso el pasaje dice “habiendo hablado” (v 1). Esto hace recordar otra vez al inicio de Génesis 1 donde “dijo Dios y fue hecho”. Sin embargo, aquí no se refiere a la voz creadora sino a la reveladora. Una de las verdades más grandes del cristianismo es que Dios no solo es un ser Infinito sino también Personal. Como bien explica el escritor inspirado, Dios no es un ser silente. Él  no está callado. Él no creó el universo y lo abandonó a su suerte. Nada de eso. Dios se reveló. Se hizo presente. Dió a conocer Su carácter y Su voluntad… hasta fue más lejos y puso Sus pensamientos por Escrito. Continuando con el texto, esta revelación divina se llevó a cabo “hace mucho tiempo” (v 1). Con esta frase el escritor quiere dar a entender un proceso de revelación. Acá está hablando de la revelación especifica dada en las Sagradas Escrituras. El escritor sigue diciendo, que esta revelación Dios la hizo “en muchas ocasiones y de muchas maneras” (v 1). El énfasis recae en la palabra muchas. Porque demuestra la variedad en la revelación progresiva. Esta variedad de revelaciones se hizo “a los padres” (v 1). Con este termino el escritor apunta a todos los receptores del Antiguo Testamento, comenzando desde los hijos de Adán. La palabra profeta significa un receptor y transmisor de un mensaje revelado sobrenaturalmente por el Creador de todo el universo (2 Pd. 1:21). Pero ahora el escritor de Hebreos hace un vuelco en el versículo para contrastar todo lo que viene diciendo, y así señalar el punto principal de su introducción: “en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo” (v 2). Estos últimos días es una referencia a la ultima era que nos toca vivir. Desde la venida de Cristo al mundo, Su vida, muerte, resurrección y ascensión a gloria, estamos en los últimos días. Este es el primer contraste: ya no estamos en el otro tiempo. Ahora sigue el segundo: en otro tiempo Dios hablaba, pero Dios nos habla (el escritor cambia el tiempo verbal de pasado a presente continuo). ¡Dios está hablando! No es que Dios habló, terminó de escribir la Biblia, y ahora si que se marchó a descansar. No. Dios está hablando con nosotros hoy mismo. El tercer contraste en estas palabras lo vemos en que pasamos de muchas maneras y por medio de muchos profetas a un solo Profeta y un solo mensaje: el Hijo. Cuando hablamos de “su Hijo” (v 2) pensamos en el Señor Jesucristo. El término Hijo es crucial en la carta. Aquí significa Su único Hijo. No se trata de un hijo sino de el Hijo. Este no es un hijo creado (como los ángeles) o un hijo adoptado (como los hombres) sino que es el Hijo eterno, increado, engendrado por el Padre, igual a Dios. Jesús es el verdadero Hijo de Dios y el verdadero hijo del hombre. El Hijo eterno que posee las perfecciones divinas igual a Dios, pero a su vez, el hijo del hombre que se humilló y por lo que padeció aprendió obediencia. El libro de Hebreos está estructurado al rededor del Hijo. Porque el Mesías, Su persona y Su obra, son el centro de todo el discurso. Lo que Él es, lo que Él hizo y la posición dónde Él está. El texto dice que Dios “nos ha hablado por su Hijo” (v 2). Esto quiere significar que Jesucristo es la expresión del Padre. Todo lo que el hombre necesita conocer del carácter y la voluntad de Dios están en Él. Que Dios nos hable por el Hijo demuestra que la revelación progresiva tenía un fin, y era Jesús. Esto implica que el pueblo de Dios debe venir al Hijo para conocer al Padre, amar al Hijo para recibir al Padre, tener comunión con el Hijo para estar en el Padre y predicar sobre el Hijo para oír al Padre. El Hijo es Heredero El texto dice: “a quien constituyó heredero de todas las cosas” (v 2). En su contexto inmediato se refiere a esa herencia que Cristo adquiere en Su exaltación (v 5-9). Por el contexto en que aparece, parece referirse a una herencia dada al Hijo luego de Su encarnación, muerte y resurrección. Una analogía que lo explica bien seria como la coronación de un príncipe. El padre colocaba sobre la cabeza de su hijo la corona, le daba el cetro y lo sentaba en su trono. Ahora el hijo es rey y heredero de todo. Gobierna y rige sobre todo el reino. La frase se debe interpretar en un contexto de exaltación. Esto quiere decir que si no tenemos al Hijo, no tenemos nada. Porque todo está en Él. Él es el Heredero de todo, en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, Él es la Herencia. Él es el Tesoro. Él es el Sumo Bien y la mayor Posesión. Todo lo que Dios es para nosotros lo es únicamente a través de Su Hijo. Solo podemos participar de las bondades y riquezas del Padre participando del Hijo. El Hijo es Creador “Por medio de quien hizo también el universo” (v 2). Lejos de todo concepto evolucionista, el cristianismo funda sus bases en el creacionismo. Porque el universo no se hizo por sí mismo. Ni fue el azar, ni fue una explosión cósmica lo que nos trajo a la vida. Sino que fue Jesucristo, como dice nuestro pasaje. Que el escritor diga que el Padre hizo el universo por medio de Su Hijo significa que el Mesías es el Agente Creador, es decir, el Instrumento. Esto está en armonía con el resto de las Escrituras (Pro. 8:27-31; Jn 1:2-3; Col 1:15-16). El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios Eso dice el pasaje: “Él es el resplandor de su gloria” (v 3). Quizás no se podría decir nada más sublime sobre Jesús. En este punto no tenemos que confundir resplandor con reflejo. Porque la creación, los ángeles, incluso el hombre, reflejan la gloria de Dios. Pero el término resplandor va mucho más  allá. Significa centellar, refulgir. Para entender mejor la diferencia podríamos hacer una comparación. Por la noche la luna refleja la luz del sol sobre la tierra. No es el sol. Pero refleja su luz. Por otro lado, durante el día el sol resplandece con su luz. Las centellas del sol son la luz de su propia esencia, el resplandor de su propia gloria. Los rayos de calor que llegan a nosotros son el sol mismo por así decirlo. Y esa es la gran diferencia. El Hijo no es un reflejo más de la gloria de Dios entre todas las luces de la creación. Él es único. Es el resplandor de esa gloria. Esto implica que es Dios, igual en esencia, sustancia y naturaleza. Claro que no es el Padre. Ni que el Padre y el Hijo son dos dioses. Sino que un Dios vivo y verdadero existe en tres personas de igual sustancia y gloria, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Recordemos también el significado de la palabra gloria. En este contexto se debe entender como el carácter de Dios refulgente. Es el ser resplandeciente de Dios. Sus perfecciones brillantes. Su luz inaccesible. Y lo que aprendemos en este punto es que en el Hijo hecho carne esta gloria invisible se hizo visible, esta luz inaccesible resplandeció (Jn 1:18). El Hijo es la imagen de Dios El texto dice que Jesucristo es: “la expresión exacta de su naturaleza” (v 3). Esta es la única vez que aparece esta palabra en la Biblia y por lo tanto todos la explican a la luz de su uso en los antiguos escritos paganos. La idea es la de la cuña que queda tallada en una moneda cuando esta se forma. Es como la impresión o imagen que refleja la impronta del sello. Esta palabra es tan fuerte que supera a todos los términos usados en la Biblia para referirse al Mesías como imagen de Dios. El autor inspirado realmente quiere enfatizar un punto indiscutible: Jesús, el hombre que caminó por Palestina, el que murió en una cruz romana, es Dios. La misma imagen de Dios. Posee los atributos de Dios. Resplandece con la gloria de Dios. Y de nadie más se puede decir cosa semejante, no hay ángel en los cielos u hombre en la tierra, que lleve la impronta del Padre. Porque no hay otro ser fuera del Hijo encarnado que tenga la naturaleza de Dios de manera engendrada y no creada o impartida. Jesus habló de esto cuando dijo: “el que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14:9). El Hijo es Sustentador El autor de Hebreos dice que Jesús: “sostiene todas las cosas por la palabra de su poder” (v 3). El termino sostener significa llevar o cargar. Esto significa que Jesucristo no solo creó el universo, sino que lo lleva y lo dirige hacia una meta final que se conforma con los planes eternos de Dios desde antes de la creación del mundo. También significa que lo sustenta, manteniéndolo en existencia. Él sostiene todas las cosas, no algunas cosas. ¿Como ocurre esto? El versículo explica que es por la palabra de Su poder. Esto confirma la deidad de Jesús el Mesías desde otro ángulo. Porque tiene todo el poder para crear el universo y sostenerlo por siempre. El Hijo es Sacrificio y Sacerdote Hebreos 1:3 continua: “Después de llevar a cabo la purificación de los pecados”. Detengámonos un momento para reflexionar en lo que está haciendo el escritor. Comenzó presentando al Hijo como Profeta y Mensaje de Dios. Siguió diciendo que allá, cuando la eternidad no conocía el tiempo, el Padre creó todo por medio del Hijo. Continuó con que este Hijo es Dios en imagen y resplandor. En Su grandeza sostiene todo el universo solo con Su palabra. Pero ahora, el escritor hace un giro inesperado. El Hijo en las alturas de la gloria invisible empieza a descender a las bajezas del mundo sumido en pecado. El Hijo eterno viene al mundo temporal. El resplandor de la gloria de Dios se viste de carne y sangre. El que sostiene el universo viene al universo. El escritor quiere resaltar que Jesús  pasó de la gloria a la tierra por nosotros. No para reinar. No para enriquecerse. No para recibir honores. Sino para morir. Para ser coronado de espinas y traspasado con clavos. Para ser colgado en una cruz. El Hijo vino del cielo a la tierra para llevar a cabo una purificación efectiva de nuestros pecados, así nosotros podemos ir de la tierra al cielo llevando Su justicia y santidad. Esto es impresionante. Esta frase es el corazón de todo el libro. El libro de Hebreos se trata, por sobre todo, cómo Jesús es un mejor mediador de un mejor pacto, por el hecho de ser verdadero Dios y verdadero hombre. Por eso es superior como Sacrifico y Sacerdote. Aquí el escritor ya nos introduce a ese pensamiento. Más adelante hablará de esto (Hebr. 7:27; 10:12). El termino purificación se refiere a la limpieza. Y el autor saca mucho de Levítico sobre esto, en específico del capitulo 16 de ese libro. Capitulo donde se ofrecen los dos corderos para purificar al pueblo de Dios de sus pecados; donde el sumo sacerdote entra al lugar santísimo; donde la expiación es el centro de interés; donde la sangre debe ser rociada, la ira de Dios propiciada y los pecados del pueblo perdonados. Cuando dice que purifica los pecados se entiende que quiere decir al pecador. Ya que el escritor suele hablar así en la carta, como si el pecado fuese alguien. Pero el interés de Dios y el propósito del sacrificio de Jesucristo es que el pecador entre al lugar santísimo para siempre. No una vez al año. Y que no corra riesgos de morir consumido en la presencia de Dios. Por eso, dice que purifica los pecados. Es decir, quita de en medio, y de una vez por todas, el problema que nos separaba de un Dios Santo. La sangre del Mesías nos cubre y nos limpia, así somos hechos justos ante Dios. La versión RV60 traduce así este versículo “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo”. Por medio de Sí mismo significa que el Mesías es Sacrificio y Sacerdote al mismo tiempo. No solo sacrifico, pero tampoco solo sacerdote. Es ambas. Él es la ofrenda y el que lleva la ofrenda al lugar Santísimo en los cielos (Jn 1:29; Rom 3:24-25; 2 Cor 5:21). En lo referido a Jesús como Sumo Sacerdote tendríamos que citar todo el libro de Hebreos (2:17; 7:25-26). El Hijo es Rey El escritor va cerrando su introducción con las palabras “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (v 3). Creo que todos hemos notado cómo ésta concisa introducción contiene los tres oficios de Cristo ordenados según el antiguo credo cristiano. Jesucristo lo es todo para nosotros: Profeta, Sacerdote y Rey. Como Profeta también es el Mensaje. Como Sacerdote también es el Sacrificio. Y como Rey también es la Ley regulativa de amor. El proceso de la introducción no es otra cosa que el bosquejo de la carta de Hebreos. El Hijo empezó en el cielo, bajó a la tierra, y ahora el escritor lo coloca otra vez en el cielo. Donde vive por siempre. Y así es todo el libro de Hebreos. Los primeros capítulos Jesús es comparado con los ángeles del cielo, luego con los sacerdotes y sacrificios de la tierra y al final del libro está reinando por siempre en el cielo. Esta introducción simplemente es magnifica. Cuando dice que se sentó alude a un trabajo terminado. El Mesías consumó Su obra de redención y se puede sentar a reinar por siempre. A la diestra se refiere a un lugar de poder, autoridad, honor y bendición. Y esto se tiene que entender así, porque el contexto agrega que es la diestra de la Majestad (refiriéndose a Dios) y en alturas (refiriéndose al lugar). Y por ultimo, hablar del Padre como la Majestad es colocarle un titulo de supremo honor y grandeza a Dios. Dios es majestuoso, grandioso, excelso, único. Es como si el escritor dijera: “Pero lo magnifico de todo esto es que el Hijo está a la diestra de la grandiosidad de Dios en las alturas, sentado en el Trono del universo como Heredero de todas las cosas”. Conclusión Oh, querido lector, amemos a Jesús por Su obra y adorémosle por Su gloriosa Majestad. Él debe ser muy exaltado y reverenciado entre Su pueblo. Que el Hijo sea la Persona con la que mayor comunión tengamos, con quién más amistad cultivemos y a quién  más exaltemos. Él es la Fuente de la que brota todo manantial, y todas nuestras vasijas deben ser llenadas en Él. ¡Oh las excelencias de Jesucristo! ¡Qué dulce es el nombre de Su persona a mi corazón! ¡Cuantas riquezas hay en Él! Sus perfecciones satisfacen el alma más hambrienta y sacian el espíritu más sediento. Llenémonos de asombro cuando el Espíritu Santo despliega las glorias del Hijo ante nosotros. La Palabra de Dios quiere volver nuestros corazones a Jesús. Porque no hay vida, consuelo, gracia, revelación, poder, sostén, verdad, salvación, ni conocimiento de Dios fuera del Mesías. Como Juan Calvino dijo: “Cristo está sentado sobre el sublime trono en donde la majestad de Dios resplandece. Siendo así, Él debe ser amado a causa de Su redención, y adorado por Su grandeza real”.

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