A menudo me he preguntado ¿qué hubiera opinado Billy Graham de que una regla llevara su nombre? Y no se trata de una regla cualquiera, sino de una que ha generado todo tipo de controversias tanto dentro como fuera de la iglesia. Tener un nombre sinónimo de fidelidad matrimonial debe ser una alegría; tener un nombre sinónimo de acusaciones de mojigatería puritana debe ser una carga. Me pregunto si ha sido lo suficientemente feliz como para pasárselo a Mike Pence y dejarle llevar la carga durante un tiempo. (Definición: La Regla Billy Graham/Mike Pence establece que un hombre no se pondrá en situaciones en las que esté a solas con una mujer que no sea su esposa).
La Regla Billy Graham/Mike Pence surge con regularidad como una discusión que normalmente parece generar bastante más calor que luz. Para ser sincero, no me importa mucho cómo se sientan los no creyentes al respecto, pero sí me importa bastante cómo se sientan los cristianos. Más aún, me importa cómo se sienten ellos respecto a los que se adhieren o no a ella. A continuación expongo algunas de mis reflexiones sobre la Regla.
1. Todos reconocemos que hay formas apropiadas e inapropiadas de relacionarse entre hombres y mujeres cuando uno o ambos están casados con otra persona. La pregunta no es si los hombres y las mujeres solteros establecerán límites distintos de los que establecen con personas de su mismo sexo, sino dónde y cómo. Pocos dirían que está mal que un hombre y una mujer se consideren amigos aunque cada uno esté casado con otra persona; pocos recomendarían que viajaran juntos como lo harían por ejemplo, dos amigos o dos amigas. Todos establecemos nuestros propios límites, aunque nunca los nombremos ni formalicemos. Algunos se aferran a la Regla porque temen que pasar tiempo a solas con una persona del sexo opuesto pueda llevar a la tentación sexual y en última instancia, al adulterio; otros no temen cometer un pecado grave, pero se aferran a ella por el deseo de evitar la apariencia de escándalo.
2. Romanos 14:4 (y, de hecho, el resto de ese capítulo) arroja una luz importante sobre este asunto. La Regla Billy Graham no es una ley universal impuesta por la Biblia, sino una regla personal impuesta por la conciencia. No es una ley bíblica, sino un intento de dar cuerpo a un principio bíblico (pureza sexual y/o ser considerado irreprochable). Muchos seguirán la Regla de acuerdo con su mejor entendimiento de cómo asegurarse de que están honrando a Dios. Al hacerlo, harán caso a su conciencia, y justo aquí Romanos 14:4 pregunta: “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme”. Si alguien cree que debe seguir la Regla o una muy parecida, no solo debemos afirmar su derecho a hacerlo, sino también la rectitud de que lo haga. No podemos ni debemos juzgarlos ni menospreciarlos en modo alguno. De hecho, debemos estar mucho más dispuestos a apoyarles que a juzgarles.
3. Nadie debe a alguien más una explicación de por qué se atiene o no a la Regla (excepto, quizás, un cónyuge a otro y/o un anciano a sus compañeros ancianos). De nuevo, “para su propio señor está en pie, o cae”. Tanto alardear de adherirse a una ley como alardear de liberarse de ella es pecaminoso y falto de amor hacia los demás.
4. Parte de la razón por la que debemos ser tan cuidadosos a la hora de juzgar a los demás y de imponer nuestros criterios es que la iglesia está formada por muchas personas de diferentes etnias, culturas y orígenes. Es miope hablar universalmente de tal diversidad. Un hombre cristiano sentado en una cafetería tomando café con una mujer que no es su esposa puede estar haciendo algo insustancial según las costumbres de una cultura, pero totalmente escandaloso según las de otra. Un hombre que se ha salvado recientemente de un estilo de vida de extrema promiscuidad puede estar poniéndose imprudentemente en el camino de demasiadas tentaciones. Un marido necesita tener en cuenta los miedos, luchas o tentaciones de su esposa (y una esposa los de su marido) y por esa razón puede aferrarse a la Regla por amor, incluso si él o ella no experimenta ninguna lucha o tentación. Hay muchas, muchas razones por las que la gente puede adherirse a la Regla o a una parecida, y esas no son exactamente de tu incumbencia.
5. La Regla puede importar hoy más que nunca por razones relacionadas con las tecnologías e ideologías modernas. En cuanto a la tecnología, todo el mundo lleva consigo una cámara y un dispositivo de difusión en todo momento. En cualquier momento, cualquier persona puede hacer una foto y ponerla inmediatamente a disposición del mundo. Una instantánea de Instagram puede hacer que una situación muy inocente parezca decididamente sospechosa. En el plano ideológico, hemos pasado de la presunción de inocencia a la presunción de culpabilidad, no en el sistema judicial, sino en el tribunal del juicio popular. Así, no hacen falta pruebas de adulterio para declarar culpable a alguien y poner en peligro su reputación, sino una simple fotografía acompañada de una pregunta o acusación sugerente. Esto entra en juego especialmente en el caso de pastores y ancianos, que solo están calificados para el cargo si se les considera irreprochables.
6. La adhesión extremadamente rígida a la Regla puede ser inútil o incluso pecaminosa si interfiere con la oportunidad de mostrar amor a una persona necesitada. Reglas legítimas y útiles pueden inclinarse hacia un legalismo pecaminoso si son tan rígidas que nos convencen de que no podemos ofrecer ayuda a alguien que puede estar entre “los más pequeños”. Pensemos, a modo de ejemplo, en cómo los fariseos utilizaron las leyes del día de reposo hechas por el hombre como razón para condenar a Jesús por llevar a cabo actos de misericordia. La Regla también puede ser inútil o pecaminosa cuando genera recelo hacia las personas del sexo opuesto, como si ellas fueran el problema. Un hombre puede empezar a desconfiar de las mujeres que le rodean como si cada una de ellas fuera una seductora que pretende arruinar su vida, su matrimonio y su ministerio.
7. Las reglas tienen una manera furtiva de convertirse en la esperanza de pureza de una persona. Establecer límites personales puede ser sabio, pero acatar una regla no puede confundirse con crecer en la santificación. Un cristiano no prueba la obra interior del Espíritu Santo al atarse a reglas para no actuar pecaminosamente , sino cuando su deseo de pecar ha sido reemplazado por un deseo de hacer lo que honra y glorifica a Dios. Las reglas tienen su lugar, pero nunca deben estar separadas de una determinación en oración de dar muerte al pecado.
¿Me atengo a la Regla? Más o menos. Mantengo una auténtica amistad con las mujeres, pero no las invito a tomar un café solo “porque sí”, ni viajar conmigo a una conferencia como hago con sus maridos. Por otro lado, me siento perfectamente cómodo almorzando o tomando un café relacionado con los negocios con una mujer que trabaja para mí o conmigo. A veces he “flexibilizado” voluntariamente la regla en situaciones en las que cumplirla rígidamente me habría quitado la oportunidad de expresar amor o cariño por una persona.
En resumen, hay una gran libertad en la vida cristiana para seguir o no la regla de Billy Graham y Mike Pence. En esto, como en tantas otras áreas, “cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (Ro 14:5).
Este artículo se publicó originalmente en Challies.