La esposa no es inferior al marido. Eso es un disparate. La esposa es diferente al marido. La mujer tiene el mismo valor que el hombre, pero no el mismo rol.
―Pastor Félix Cabrera.
El apóstol Pablo vivió en una época de crisis en la familia. Existen documentos del primer siglo que reportan que las mujeres se casaban para divorciarse y se divorciaban para casarse. Historiadores y escritores antiguos hablan del libertinaje con el que se procedía en el matrimonio, y esto incluía al sexo femenino. Marcial menciona a mujeres que habían tenido 10 esposos; Juvenal habla de una que había tenido 8 esposos en 5 años; Jerónimo nos informa sobre una romana que estaba casada con su esposo número 23. En palabras de James M. Boice:
Es en medio de esa cultura que Pablo escribe Efesios 5. Cuando Pablo escribió estas líneas no estaba simplemente afirmando algo que toda persona creía. Él estaba llamando tanto a hombres como a mujeres a una nueva dimensión y esfera de fidelidad, pureza y compañerismo en la vida matrimonial… El cristianismo vino a rescatar a la mujer de su posición de humillación que tenía en estas culturas… Es imposible exagerar el efecto de limpieza que el cristianismo tuvo en la vida del hogar en el mundo del primer siglo.[1]

Pablo escribe a los esposos y esposas en Efesios 5:22-33 definiendo claramente los roles que corresponden a cada uno. Cuando leemos el texto en el idioma original, podemos notar que el apóstol dirige 40 palabras a la esposa y 115 palabras al esposo (casi 3 veces más). Todo esto nos indica que la mayor responsabilidad y sacrificio en la relación matrimonial estaba sobre el hombre. Ahora bien, la sección comienza con palabras hacia la esposa:
Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo (Ef 5:22-24).
Hay una orden explícita para las mujeres: someterse a los esposos. Definitivamente se trata de un mandato que genera preguntas y desafíos, no solo para la época libertaria de Pablo, sino también para la nuestra. Reflexionemos en qué significa la sumisión, su razón de ser y cómo se ve en la práctica.

Sumisión: significado, fundamento y modelo
El término “sometidas” en este pasaje significa “estar bajo autoridad” o “sujetarse a”. Esta palabra se usaba para referirse a un soldado que estaba bajo la autoridad de una persona de rango más alto. Pablo la utiliza 23 veces en sus cartas y siempre lo hace en referencia al orden. Todas nuestras relaciones —ya sean en la iglesia, la escuela, nuestro país o la sociedad en general— deben tener cierto orden. Todo ciudadano debe someterse a la autoridad justa de un policía, juez, alcalde o presidente (Ro 13:1). Todo estudiante debe someterse a la autoridad del maestro. Todos los empleados deben sujetarse a la autoridad de un supervisor o superior en el trabajo (Ef 6:5-8) y todos los hijos deben sujetarse a la autoridad de los padres (Ef 6:1-3). Cierto orden debe ser obedecido en la iglesia local donde los miembros de la congregación se sujetan a sus pastores (Heb 13:17).
Ninguna de estas relaciones define nuestro valor, honor o dignidad. Todas ellas describen cierto orden que debe ser respetado para mantener estabilidad en cualquier relación, familia o sociedad. Cuando hablamos del matrimonio, toda esposa está llamada a someterse a su esposo “como al Señor” o sea, como una expresión de su obediencia a Cristo Jesús como Señor. Una mujer que se somete a su esposo reconoce, respeta y honra la autoridad del hombre en el hogar. Ella tiene participación en la vida del hogar y respeta el liderazgo, la iniciativa y la toma de decisiones de su esposo.

La esposa que se somete sabe que sin ella el hombre está incompleto. Ella reconoce el papel clave que tiene en el hogar y, al mismo tiempo, sabe que no es independiente de su esposo, así que no actúa de manera independiente ni da pasos antes que su marido. La sumisión también implica no competir por la autoridad, el liderazgo y el control dentro del hogar. Competir por ser la cabeza de la familia no es solamente un error; es un pecado.
Esto se aplica aún en los casos donde el esposo es pasivo, lo cual lamentablemente es muy común. Como dice C. J. Mahaney: “Ser buenos seguidores es mucho más difícil cuando no hay buen liderazgo”.[2] Sin embargo, Dios da gracia y el poder del Espíritu Santo a toda mujer que se somete a Su Palabra para que pueda responder ante la pasividad de su esposo con las siguientes palabras: “Me deleito cuando tomas la iniciativa en nuestra familia. Me alegro cuando tomas la responsabilidad de hacer las cosas y diriges con amor. Yo no florezco cuando tú eres pasivo y tengo que hacer que la familia funcione”.[3]

Ahora, ¿cuál es la razón de la sumisión? La esposa está llamada a sujetarse a la autoridad del esposo “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo” (Ef 5:23). El término “cabeza” (kephale) en la Biblia significa literalmente “la cabeza del ser humano”, pero en sentido figurado significa “la persona o líder que está a cargo de todo”. La cabeza da dirección y el cuerpo responde. Pablo compara el rol de Cristo con el rol del esposo, y compara el rol de la iglesia con el rol de la esposa. La iglesia no se gobierna a sí misma; ella pertenece a Cristo y, por lo tanto, es gobernada y se somete a la autoridad de su dueño. De la misma manera, la mujer no se gobierna a sí misma dentro del hogar; su esposo es su autoridad.
Por la gracia de Dios, no fuimos abandonados a nuestro propio entendimiento para inventarnos cómo se ve la sumisión. La relación entre Cristo y la iglesia es el modelo que Pablo provee para que logremos entender cómo debe funcionar la relación entre el hombre y la mujer en el matrimonio. Por esta razón el apóstol escribe: “Pero, así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo” (Ef 5:24). La disposición que deben tener las esposas es a dejar que sus maridos las guíen en todo sentido, incluyendo los asuntos emocionales, financieros, de crianza y, por supuesto, espirituales. Claro, su primera cabeza es Cristo y no deben sujetarse a sus maridos si eso implica ir en contra de su Señor. Sin embargo, es Cristo mismo quien les dio a sus esposos para que se sujeten a ellos.

Falsas ideas acerca de la sumisión[4]
Ahora bien, es necesario exponer algunas ideas falsas acerca de la sumisión. A continuación, corregimos opiniones que no se ajustan a la verdad de las Escrituras:
“La sumisión es solamente para mujeres”. Todos debemos sujetarnos a alguna autoridad que Dios ha colocado sobre nosotros: autoridades civiles (Ro 13:1, 5; Tit 3:1; 1P 2:13), autoridades en la iglesia (1Co 16:16; Heb 13:17), autoridades laborales (1P 2:18) y, sobre todo, a la Palabra de Dios (Jos 1:8). Entonces, esto no significa que los hombres no deben someterse. En realidad, todos, sin excepción, estamos en relaciones de sumisión.
“La sumisión es una esclavitud y es para débiles”. La sumisión de una persona no implica que esta sea una esclava —que no tenga voluntad, derechos y decisiones—. La sumisión tampoco implica que una persona sea débil. Jesús ha sido la persona más completa y satisfecha en este mundo y, al mismo tiempo, es el Todopoderoso (Ap 1:8). Con todo, Él mismo se sujetó a Su Padre Celestial (1Co 15:28) y a Sus padres terrenales (Lc 2:51).

“La sumisión significa callarse”. Las Escrituras en ningún lugar enseñan que la mujer que se somete a su esposo lo demuestra guardando absoluto silencio y guardando sus opiniones para ella misma. La mujer virtuosa de Proverbios 31 “abre su boca con sabiduría” (v 26). La esposa que se sujeta llega a ser la confidente, la mejor consejera y la ayuda idónea para su esposo que la protege y no le prohíbe expresarse. La esposa que se somete puede expresar correcciones a su esposo (en amor), hacer peticiones e incluso enseñarle.
“La sumisión significa ser invisible”. La mujer que honra a Dios hace uso de todos sus talentos y habilidades para la gloria de su Creador y el bien de su hogar. Ella nunca pasa desapercibida.
“La sumisión significa valor inferior”. De la misma manera que el vicepresidente no es inferior en dignidad o valor que el presidente, así la esposa no es inferior en dignidad o valor a su esposo. En palabras del pastor Félix Cabrera: “La esposa no es inferior al marido. Eso es un disparate. La esposa es diferente al marido. La mujer tiene el mismo valor que el hombre, pero no el mismo rol”.

“La sumisión significa olvido personal e inutilidad”. La sumisión no significa que la esposa tiene prohibido hacer algo en beneficio personal o de otros. Ella puede involucrarse en áreas de servicio o ministerio fuera del hogar.
“La sumisión debe ser demandada por el esposo”. Seguramente muchos hemos escuchado a algún esposo decir a su esposa: “Debes sujetarte a mí, porque la Biblia lo dice”. Las Escrituras no enseñan que el esposo debe demandar fuertemente la sumisión de su esposa. En cambio, se espera que la mujer se sujete de forma voluntaria y amorosa.
“La sumisión bíblica da lugar a rudeza o violencia”. La Biblia nunca aprueba la rudeza o la violencia dentro del hogar. Toda intimidación que se utiliza como expresión de poder y control es una muestra de egoísmo, no de liderazgo bíblico. Frases ofensivas, acusaciones constantes o intentos de causar vergüenza a la esposa son evidencias de un liderazgo ejercido en la carne, no en el poder del Espíritu Santo. Toda mujer que está sufriendo violencia doméstica debe buscar ayuda inmediata para salir de esa situación. Alguien sabiamente expresó lo siguiente:
Si estás viviendo con un esposo que te abusa física o verbalmente, que es sexual o emocionalmente infiel o que es adicto a alguna substancia debes entender que someterse no significa ser débil y permitir a tu esposo su enojo, tiranía, pecado, adicción e infidelidad. Esto no honra el diseño de Dios del matrimonio.

Conclusión: confiar en el diseño de Dios
Toda esposa está llamada a confiar en el diseño de un Dios sabio y perfecto quien creó el matrimonio para Su gloria. De manera que, al caminar en obediencia a la Palabra de Dios y ser llena del Espíritu Santo, verá posible llevar a cabo ese rol que ha recibido de su Creador. Cristo se sujetó al Padre y cumplió la misión de redimir a un pueblo que ahora se sujeta a la voluntad de Dios en el poder del evangelio.
Referencias
[1] Citas de varios historiadores y teólogos (entre ellos William Barclay) citados por James M. Boice, Ephesians: an expositional commentary [Efesios: comentario expositivo] (Grand Rapids, MI: Ministry Resources Library, 1998), 204–205.
[2] C. J. Mahaney, en Pastoral Leadership for Manhood and Womanhood [Liderazgo pastoral para masculinidad y feminidad], editado por Wayne Grudem y Dennis Rainey (Wheaton, Illinois: Crossway Books, 2002), 191.
[3] Consejo que John Piper da a las esposas que tienen un esposo pasivo.
[4] Estas ideas falsas sobre la sumisión las mencionan varios autores, entre otros: John Barnett, Word Filled Families Walk in Truth [Las familias llenas de la Palabra caminan en la verdad], (Tulsa, OK: Müllerhaus Publishing, 2009), 99. También mi esposa Claudia me ayudó a mencionar otras ideas falsas sobre la sumisión.