Cinismo: Está en el aire que respiramos, en los pensamientos que tenemos, en las palabras que susurramos, en los comentarios que publicamos. Pero, ¿Es esto realmente evitable? Hay tanto por lo que estar desilusionado. Después de todo, hemos sido decepcionados innumerables veces. No es sorpresa que estemos aquí, cubriéndonos en un caparazón emocional, intentando protegernos de otro encuentro con la confianza rota. El cinismo se ha hecho tan ubicuo que cuando queremos hacer una pregunta genuina debemos introducirla con las palabras “Pregunta genuina”. ¿Alguna vez te has dado cuenta de eso? Como si la deshonestidad fuera la regla y deberíamos señalar, “Bueno, toma esto en serio por favor”. No confiamos en los medios de comunicación. No confiamos en los políticos. No confiamos en las instituciones. No confiamos en las autoridades. Lo suficiente para afirmar que estamos en una crisis de confianza. Crisis de confianza A este punto, puedes esperar un dedo meneándose en desaprobación, pero eso sería penosamente simplista e inútil porque, bueno, aceptémoslo: nuestro cinismo es a veces vindicado. Muchos medios de comunicación son injustos; muchos políticos engañan; y muchas autoridades, incluyendo las “cristianas”, no deberían ser de confianza. Simplemente porque alguien, a lo lejos, parece merecer nuestra confianza no significa que sea fácil o sabio confiar. Aún así, el capítulo más famoso del nuevo testamento rompe nuestra desilusión con un desafío. No, no acerca del matrimonio, 1 Corintios 13 no está en nuestras Biblias porque Pablo desarchivó un viejo sermón de casamiento por error. Él está en medio de un regaño pastoral. El “capítulo del amor”, resulta, no está diseñado para hacer que una cursi pareja se sienta empalagosa, sino para hacer que la iglesia dividida se sienta avergonzada. Antes de dirigirnos a una frase específica, “el amor todo lo espera” (1 Corintios 13:7), deberíamos mirar las descripciones del amor en el contexto inmediato (vv 4-7). Para adoptar la mayoría de estas descripciones, alguien debe lastimarte primero. Ser un pecador perdonado es estar atado (o usar el lenguaje de la iglesia junta) a otros pecadores perdonados a los que estás llamado a amar (1 Cor. 12:12-27). Y este llamado será difícil, tomará el esfuerzo de una vida entera. De hecho, es precisamente cuando es difícil, que la obediencia al capítulo del amor comienza. Listos para celebrar “El amor todo lo espera” no es un llamado a ser ingenuo y fácilmente engañado. Existe lo que antes dijimos era la confianza destruida, y puede ser sabio en ciertas situaciones mantener distancia de algunas personas. Aunque en general las palabras de Pablo son tenaces con su insistencia en que el amor Cristiano se expresa en tratar a las personas mejor de lo que merecen, comenzando con nuestras suposiciones y expectativas. Un creyente maduro es alguien que sobresale en ánimo, en dar el beneficio de la duda, en ser difícil de ofender y fácil de comprender. La postura del amor cristiano no es escéptica: hombros hacia atrás, brazos cruzados, esperando el error. En su lugar, se acerca, con brazos abiertos y listos para celebrar, ansioso por ver a un creyente triunfar. Y la razón de que esa esperanza sea posible no es porque confiemos en los cristianos; es porque confiamos en el que habita en ellos. Pablo ya ha insistido en que las personas llenas del Espíritu, es decir creyentes normales, son capaces de discernir la verdad espiritual y hasta de juzgar “todas las cosas”, porque tienen “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:14-16). El apóstol Juan razona pensamientos similares: Pero vosotros tenéis unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis. No os he escrito porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira procede de la verdad. Y en cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero así como su unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como os ha enseñado, permanecéis en Él. (1 Jn. 2:20-21, 27) El lenguaje aquí es impresionante y extraño, y mucho puede ser dicho. Pero una cosa no debe ser ignorada: los apóstoles no compartían nuestro escepticismo hacia otros creyentes. Ellos entendían, por el contrario, que habitar entre cristianos normales, difíciles de amar es una reserva infinita de poder. Su nombre es Dios el Espíritu Santo, Él es el que hace la diferencia. Nuestra perspectiva acerca de otros creyentes, entonces, debe estar teñida de una esperanza alegre. La teología de la esperanza ¿Cómo puede una “Teología de la esperanza” comenzar a hacer una diferencia en nuestras vidas? De, al menos, tres maneras.
- Regocíjate en el bien de otros
Primero, deberíamos empezar a estar menos fastidiados por los pecados de los demás que por los nuestros. El principio es simple: cuando nos centramos en las debilidades de los demás nos hacemos orgullosos y cínicos. Pero cuando examinamos nuestras propias fallas, a la luz de la exorbitante misericordia de Cristo, nos volvemos humildes y felices. Las palabras del puritano Jeremiah Burroughs valen la pena ser leídas cuidadosamente: Regocíjate en el bien de otros, aunque eclipse tu luz, aunque haga que tus miembros, tus habilidades y tus excelencias disminuyan a los ojos de otros. Regocíjate [y] bendice a Dios por Sus dones y Su gracia en otros, en que Su nombre sea glorificado más por otros de lo que yo mismo puedo glorificarlo. Ser capaz de decir “Aunque puedo hacer poco, bendito sea Dios que hay algunos que pueden hacer más para Dios que yo, y en esto me regocijo”, demuestra un gran prestigio de espíritu. Si vas a mirar a otros, conviértete en un experto en las evidencias de gracia que descubres en sus vidas. Si vas a estudiar algo, estudia al que los ama y habita en sus almas. Sin embargo, esto es desafiante especialmente en una época tribal, en la que la temperatura de cada debate parece estar determinada en calor ardiente. Sin darnos cuenta, podemos lentamente empezar a calibrar respuestas basadas en nuestro disgusto por cierto grupos, aquellos a los que Alan Jacobs llama el Otro Cultural Repugnante. Y estas líneas de batalla no se detienen en la puerta de la iglesia. Cuando alguien en nuestro grupo cristiano dice o hace algo vergonzoso, por ejemplo, la tentación es simplemente ignorar lo sucedido, o si eso es imposible, perdonarlo. “Eso no es quién él es, y no es lo que él cree”. Conclusión: “Aún tienes mucho que aprender de él (es decir, yo)”. Sin embargo, cuando alguien del grupo incorrecto se comporta mal, nos lanzamos a él. Tomamos ventaja. ¿Ves? Eso es exactamente quien es, y lo que cree. Conclusión: “Tengo poco que aprender de él”.
- Crear culturas de confianza
Segundo, una teología de esperanza nos ayudará a guardarnos de tomar una postura escéptica hacia los líderes de la iglesia. Mark Dever lo dice claramente: “Es una deficiencia espiritual seria en una iglesia el tener líderes que no son de fiar o miembros que son incapaces de confiar”. Piénsalo. Como miembro de la iglesia necesitas confiar en tus líderes o reemplazarlos. Pero no profeses reconocerlos como líderes y luego te niegues a seguir su guía. “En lugar de desconfiar de los líderes de la iglesia”, aconseja Dever “déjame animarte a hablar a espaldas de los ancianos: reúnanse en secreto y planeen animar a tus líderes. Creen una estrategia para hacer que el trabajo de los líderes no sea una carga para ellos, sino un gozo”. ¿Qué susurras acerca de tus pastores? ¿Y de tus hermanos? Cuando la crítica infundada entra en tus oídos, ¿encuentras una pista de aterrizaje en tu corazón? Además, cuando estás en desacuerdo con una decisión que tus líderes han tomado, ¿Eres un encanto con quien estar en desacuerdo? Imagínate un mundo, una iglesia, llena de personas que fueran un encanto a la hora de estar en desacuerdo acerca de asuntos terciarios, que no se tomaran tan en cuenta a sí mismos pero sí se preocuparan más por el gozo grupal que por el ego individual.
- Recupera lo local
Tercero, una teología de esperanza redirigirá nuestra energía y atención a las esferas en donde podemos realmente hacer una diferencia. Confieso que cuando empecé a pensar acerca de este artículo, mi mente se fue a “cinismo en línea”. Si fuera un mejor cristiano, en cambio, hubiese pensado primero acerca de mi iglesia local. Muchos de nosotros estamos tan sintonizados a conversaciones nacionales que ignoramos las necesidades locales. Es mucho más fácil, después de todo, amar una “ciudad” un “barrio” o a una “iglesia” que amar a las personas dentro de ellos. Si deseas crecer en cinismo, asegúrate de estar al pendiente de cada chisme en Twitter. Pero si deseas ser animado, invita un par de miembros de la iglesia a cenar. Pídeles que te cuenten sus testimonios. Rían juntos. Oren juntos. Aquí es donde la verdadera acción está. Los hechos más importantes del reino ocurren sobre mesas, no líneas de tiempo. Tiempo de Brillar 1 Corintios 13:7 puede ser un retoño clásico paulino, pero está muy alejado de ser una poesía bonita. Las palabras crujen con tenacidad. El amor lo cree todo; y si eso no funciona, lo espera todo; y si eso no funciona, lo soporta todo. En resumen, “nunca deja de ser” (v. 8). Es por esto que el amor entregado, sin el cual no somos nada (vv. 1-3), espera los mejores resultados en las vidas de los demás. Aún si una persona nos ha hecho mal, y somos tentados a devolver resentimiento o venganza, el amor se niega a desear lo peor para ellos. Recuerda que Jesucristo ha sufrido por mucho tiempo con nosotros, tratándonos infinitamente mejor de lo que merecemos; el amor simplemente quiere ver a Dios traer bien inmerecido en sus vidas también, y la fe confía que él puede. En una época que nos llama a inhalar cinismo y exhalar desprecio, tenemos una gran oportunidad dentro de nuestras iglesias de mostrar una forma más excelente. Nuestro secreto no es ingenuidad. Es una esperanza sobria y bien informada. Y resistiendo el tironeo del escepticismo y la desesperación, el pueblo de Jesucristo puede brillar como luces en un mundo que ha perdido toda razón para tener esperanza. Porque en Él, lo mejor aún está por venir.