Comunicando con sabiduría

Me gusta mirar Twitter para apreciar comentarios teológicos, a veces encuentro buenas recomendaciones de libros, o asegurarme que Ja Morant lleva la delantera para ser el novato del año en la NBA. Hace poco, decidí echar un vistazo y seguir el hilo de una serie de comentarios sobre teología. Se tornó en una resbaladilla de una hora al infierno de Dante, si hubiera vivido en esta época. No pasó mucho tiempo hasta que mentalmente estaba haciendo lo que aborrezco sobre los debates en redes sociales. Saqué conclusiones rápidas e hice suposiciones inmediatas. Defendí ciertas expresiones porque venían de aquellos “de mi equipo”. La justicia propia levantó su cabeza y era culpable de la mismísima cosa que desprecio sin siquiera haber escrito una palabra. Recordé una frase que mi papá nos repetía, “hijo, puedes estar en lo correcto per de modo equivocado.” Estaba en lo cierto otra vez. Ya sea cara a cara o en el teclado delante de una pantalla, somos comunicadores. La comunicación efectiva es una calle de dos sentidos. Esto es así en tiempos de distanciamiento social mientras exploramos maneras de comunicarnos. Ya sea con familia con quienes ahora pasamos más tiempo, o en línea donde es fácil pasar mucho más tiempo, una comunicación sabia es muy necesitada. La caída de la comunicación ocurre por muchas razones, y es fácil asumir que la otra persona es culpable de ello. La responsabilidad pertenece a ambos, al que habla (o escribe) y al que escucha (o lee). Ambos requieren sabiduría.

Sabiduría

Gracias a Dios, no somos abandonados para buscar sabiduría en nosotros mismos. La Palabra de Dios la provee. Los libros de sabiduría como Job, Proverbios, Eclesiastés, y Santiago, hablan de manera directa del problema de la comunicación –el tipo de palabras y el arte de escuchar–. Toda comunicación debe hacerse con sabiduría. La sabiduría bíblica es la habilidad y la destreza de navegar a través de la Palabra de Dios a la manera de Dios. Necesitamos conocer la verdad y cómo aplicarla dentro de las complejidades de un mundo caído. No logramos esto por nosotros mismos. Dios es la Fuente y el Dador de la sabiduría (Prov. 2:6). La sabiduría requiere incluir a Dios en todas las esferas y acciones de la vida. Este es el temor del Señor, el cual es el principio de la sabiduría (Prov. 1:7). Proverbios y Santiago ofrecen una guía para comunicarse sabiamente. En estos libros, descubrimos que la sabiduría no existe sola. Tiene muchos amigos y cada uno contribuye a un entendimiento más profundo y  pavimenta un camino más claro hacia cómo debemos comunicarnos, ya sea cara a cara o de modo virtual. Nos informa cómo estar en desacuerdo con otros en una manera positiva y constructiva. Como creyentes, deseamos vivir con sabiduría delante de Dios y otros. Sinclair Ferguson escribió sobre la sabiduría, “no es un cuerpo de información como algo que debe entenderse, es un instinto desarrollado, que nos permite trazar un camino a través de la vida para que podamos ser fieles a Dios, vivir de acuerdo a Su Palabra y ser fructíferos en Su servicio.”[1] La sabiduría debería adornar nuestras vidas, vestir todas nuestras acciones y nuestros pensamientos internos.

Enseñable

El amigo número uno de la sabiduría es ser enseñable. Ser enseñable se relaciona al arte de escuchar. No puede haber sabiduría sin éste. Primero y más importante, debemos escuchar la Palabra de Dios. Debemos recibirla (Prov. 1:2, 3), escucharla, incrementar nuestro aprendizaje de ella (Prov.1:5), entenderla. El que escucha recibe sabiduría en forma de instrucción, un concepto amplio que incluye advertencia (Prov. 1:2a, 3a). El oidor sabio se mantiene abierto a la corrección de ambos, la Palabra de Dios y los sabios entre nosotros. El necio desprecia la sabiduría por medio de rechazar escuchar la instrucción. Escuchar y abrazar la sabiduría equipa al cristiano a escuchar a otros que son sabios (Prov. 1:8-19). Si uno sabe cómo escuchar para alcanzar sabiduría, será capaz de rechazar la necedad.

Prudencia y adecuación

La prudencia guía al comunicador a saber cuándo hablar y cuándo mantenerse callado. “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.” (Prov. 10:19). Un comunicador sabio discierne el contexto y la audiencia. La prudencia entiende el poder de las palabras (Prov. 18:21) y las utiliza con mucho cuidado, entendiendo cuándo es mejor mantener la boca cerrada (Prov. 11:12-13;13:3). Asociada de forma intima a la prudencia está la adecuación. “El hombre se alegra con la respuesta adecuada y una palabra a tiempo, ¡cuán agradable es!” (Prov. 15:23). Que  Dios nos conceda sabiduría para hablar con prudencia y adecuación, sabiendo qué decir al momento correcto y en el momento correcto y cuándo quedarnos callados.

Fiel y verdadero

Junto con la sabiduría viene la fidelidad y la verdad. Estos amigos se refieren al contenido y al carácter. En Proverbios 12:19 y 22, encontramos “fiel” y “verdadero” viniendo de la misma raíz. Carácter y contenido importa, tomar en cuenta ambos, las palabras y la audiencia. K.T. Aitken, en su comentario de Proverbios, nos enseña cuán vitales son estas virtudes para una comunicación sabia. Él escribe, “para ser “verdadero” a otra gente y no solo a los hechos es lo más importante. La persona que es sensible a los hechos e insensible a la gente, y que toma orgullo en “ser franco”, no recibe aplausos del sabio; porque puede hacer tanto daño como el mentiroso”.[2] ¿Cuánto daño se ha hecho por decir la verdad por querer ser franco? La solución no es permanecer callado siempre, sino, hablar con sabiduría y fidelidad. Una reprensión sabia y suave es como una ornamenta de oro (Prov. 25:12) y fieles son las heridas de un amigo (Prov. 27:6; 28:23). La fidelidad nos protege de la calumnia y de sacar conclusiones de otros que no son acertadas (Prov. 10:18).

Autocontrol

La sabiduría disfruta la compañía del autocontrol, no del impulsivo. Un espíritu sereno tiene entendimiento (Prov. 17.27). Derek Kidner encuentra tres razones para alabar a quien habla con control: le permite escuchar y no llegar a conclusiones de manera prematura (Prov. 18:13,17); enfría las emociones de la interacción por medio de alejar la ira (Prov. 15:1); y es más efectiva al persuadir (Prov. 25:15). [3] Los debates en las redes sociales no ofrecen tiempo para una respuesta suave y mesurada. Es fácil contestar de inmediato y hacer aseveraciones sobre motivaciones en las redes sociales. Dejémonos ser guiados por una controlada restricción o desataremos contiendas innecesarias (Prov. 17:14,28). La sabiduría y sus amigos nos guía tanto en hablar como escuchar. Estos regalos de Dios vienen a través de Su Palabra y dirigen nuestros pasos en la vida. Que nos mantengan humildes y enseñables, y nos den valentía para defender la verdad en amor, y nos guarden de causar daño a otros. La sabiduría de Dios y la comunidad del pacto fortalecen nuestro testimonio en una manera que puede ofrecerse esperanza y claridad en un tiempo donde la precisión se necesita. Escuchemos bien para que aprendamos a hablar bien y podamos ayudar. La lengua tiene el poder de la muerte y la vida (Prov. 18:21); usémosla descansando en la gracia de Dios, sabiendo que es imposible domarla (Stgo. 3:8). Seamos prontos para oír, tardos para hablar y lentos en ira (Stgo. 1:19). Ya sea cara a cara o en las redes sociales, usemos nuestras palabras para la gloria de Dios y el bien de Su Iglesia y el mundo que nos mira. Mientras las redes sociales nos presenten sus problemas, que los que las usen, las usen con sabiduría y fidelidad bíblica para proclamar y defender la bondad, rectitud y justicia bíblica (Sal. 37:1-6). [1] Sinclair Ferguson, Let’s Study James (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 2018), 10. [2]  K. T. Aitken, Proverbs, The Daily Study Bible Series (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 1986), 136. [3] Derek Kidner, Proverbs: An Introduction and Commentary, vol. 17, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1964), 45.

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