¿Cómo luce el éxito en mi trabajo?

Un recordatorio maravilloso sobre la importancia de contemplar y relacionarnos con el trabajo desde la perspectiva del evangelio.
Foto: Envato Elements

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Tengo presente el recuerdo de familiares, e incluso de personajes de la televisión, disfrutando de su trabajo y su éxito. Recuerdo que, derivado a ello, ya quería ser adulta, trabajar y ser exitosa como ellos. Pero ¿adivina qué pasó? No sucedió así, al contrario, aprendí mucho más de lo que realmente es el éxito.

El trabajo es como un secreto a voces. Pasamos buena parte de nuestra vida estudiando, aprendiendo y preparándonos para dedicarle nuestro día a día a un trabajo. Casi imperceptiblemente, nos hemos centrado en encontrar perfección y redención en el trabajo. ¿No me crees? Te planteo un escenario. ¿Qué piensas cuando alguien que trabaja menos que tú es promovido? ¿Hasta dónde llegas para ganar el favor y la aprobación de tu jefe? ¿Pasas más tiempo trabajando que con tu familia? ¿Consideras que para ser feliz este puesto es lo que más necesitas? ¿Qué has sacrificado para sentirte exitosa? Si respondemos estas preguntas con honestidad, nos daremos cuenta qué lugar tiene el trabajo en nuestro corazón.

Esta ha sido, y sigue siendo, una de mis luchas más difíciles. Por las noches, he llorado preguntándole a Dios cuál es el propósito de continuar laborando en dónde estoy, si no se parece al escenario de éxito que esperaba. Me detuve a pensar en el ejemplo de David y de Job, al clamar a Dios por Su ayuda diciéndole exactamente cómo se sentían, sentimientos de frustración o enojo ante las injusticias, sobre todo, cansancio por la revolución de pensamientos que tenían. Creer que mi propósito principal es trabajar, se convirtió en una carga diaria para mí. Lo empecé a notar porque me levantaba a regañadientes, con desánimo y sin motivación.

Creer que nuestro propósito principal es trabajar puede convertirse en una carga diaria para nosotras. / Foto: Prostock-studio

El trabajo santifica

He recordado Mateo 28:19-20 para reconocer el propósito por el cual estoy en mi trabajo actual: es el lugar en el que Dios me usa para llevar y mostrar el evangelio a los que están a mi alrededor, lo cual, me santifica, para que nada suplante a Dios en mi corazón y que recuerde la verdad que mi vida le pertenece y mi propósito de vida es honrarlo a Él con todo lo que hago. Mientras Dios no abre otra oportunidad, puedo pensar en renunciar y buscar otro trabajo, ¡asunto arreglado!, pero la realidad es que el problema no es el trabajo, el problema es mi corazón. Al final, vivimos en un mundo caído, a donde vaya habrá pecado, pues este ha corrompido el buen diseño de Dios. Por lo tanto, quien debe cambiar de lentes, soy yo. Dios diseñó el trabajo como parte de Su plan perfecto para que Sus hijos e hijas administren bien Su creación (Gn 1:28). El afán de Adán y Eva no era desempeño, era obediencia. Nuestro éxito se mide en obediencia a Dios.

Podemos empeñarnos en trabajar con excelencia para alcanzar la perfección que se transforma en éxito, pero eso no es éxito. El trabajo es un medio para presentar a Dios a otros y que muchas personas lleguen a conocer a Cristo. El pecado en nuestro corazón hace que todo sea acerca de nosotros. En lugar de honrar a Dios con nuestro trabajo, cuando nos va bien, lo olvidamos. Y queremos más, nos quejamos al no recibir lo que queríamos o esperábamos. Terminamos pensando que somos tan buenos que merecemos el puesto que queremos. Encontrar gozo y plenitud en un trabajo, es recordar que nuestro trabajo es para Dios, que nuestras habilidades y talentos son de nuestro Padre creativo, quien creó los cielos y la tierra.

El trabajo es un medio para presentar a Dios a otros y que muchas personas lleguen a conocer a Cristo. / Foto: Unsplash

Llévalo a la práctica

Estas son verdades que practico en los días difíciles y en los días en que me siento desesperada o tentada a pensar que no soy exitosa porque no me veo como alguna vez lo pensé.

Primero, ora. No subestimes el poder de la oración. Todas las mañanas antes de encender mi computadora, antes de siquiera recordar qué debo de hacer ese día, me tomo un tiempo para recordarle a mi corazón que la autosuficiencia es el engaño más grande. Me recuerdo que necesito de mi Padre para hacer cada tarea y todo esfuerzo. Le pido a Dios que me muestre las motivaciones de mi corazón porque mi deseo es darle gloria a Él y no a mi misma (Sal 139:23).

Segundo, haz una lista. Al finalizar el día escribe lo que aprendiste, las formas y veces en las que pudiste admirar la misericordia y amor de Dios en tu vida. No tiene que ser algo diferente cada día. Por ejemplo, yo agradezco al Señor por lo detallista que es mi esposo de prepararme mi café y llevármelo a mi escritorio. Agradezco por tener un trabajo que me permita estar en casa junto a él. Agradezco por lo nuevo que aprendí ese día. Y así la lista se puede alargar (1Ts 5:18).

Tercero, camina en comunidad. He aprendido que no hay nada que me apunte más al evangelio y a ver la belleza de Cristo en lo cotidiano como vivir en comunidad. Tener personas que me ayuden a recordar que mi vida debe de dar testimonio que yo ya tengo todo lo que necesito en Cristo, es valioso. Compartir mis luchas con hermanas en la fe que me consuelan, oran por mí o me ayudan al prepararme un almuerzo, me recuerda que la iglesia es una de las fuentes tangibles de amor de Dios (Heb 3:13).

Quiero animarte y exhortarte en El Señor a que puedas descansar en el plan perfecto de Dios para tu vida en el trabajo que Él te ha colocado. Podemos anhelar la vida de Instagram, un escritorio de Pinterest, un trabajo en donde todos te escuchen y den la razón para sentirte valorada, podemos creer que necesitamos todo eso, pero la realidad es que necesitamos más de Cristo para que la suficiencia en Él se haga tangible en cada área de nuestra vida. Encontrar contentamiento nos lleva a fijarnos en encontrar asombro por El Señor en absolutamente todo. Ser como niños y maravillarnos de Su gran amor no deja lugar para el orgullo, el ego y la apariencia. Recuerda que somos criaturas e hijos viviendo una vida que debe de honrar, y hablar de nuestro Creador y Padre a otros. Y no te preocupes, no estas sola. Todos debemos recordarlo constantemente.

Así que no seré exitosa a la manera del mundo, pero soy la más dichosa de tener a un Padre perfecto que me ama sin importar mi desempeño, mis logros, Él simplemente me ama gracias a Cristo. ¡Soy la persona más afortunada del mundo! Si Cristo es nuestro Salvador y Señor, somos exitosos gracias a Cristo, porque nuestra obediencia tiene forma de cruz y nuestra esperanza es la eternidad, no lo que este mundo terrenal nos ofrece.

Susi de Gramajo

Susi de Gramajo

Susi de Gramajo es esposa de Esteban Gramajo. Junto con su esposo sirven en Iglesia Reforma. Es diseñadora gráfica, le encanta la lectura y servir a los niños en su iglesia.

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