Mi ídolo era el fútbol. Ganar un partido importante, anotar el gol del triunfo o convertirme en el líder de goleo eran cosas que disfrutaba mucho. Como mi familia proviene de un contexto íntimamente ligado al deporte, el fútbol ha estado presente en mi vida desde que tengo uso de razón. Pero un día, de la noche a la mañana, tuve que dejarlo por razones ajenas a mí. Ese tiempo fue difícil. Sin embargo, el Señor estaba trabajando providencialmente, porque en ese período me tocó predicar sobre una porción de la Escritura que trata sobre la idolatría. Así que, cuanto más estudiaba, más me daba cuenta de que la fábrica de mi corazón había hecho del fútbol un ídolo. ¿Por qué? Porque el fútbol me estaba dando algo que mi corazón caído deseaba: reconocimiento. Por eso quería ganar, anotar goles y quedar en los primeros lugares de la tabla de goleo, porque esas cosas me daban reconocimiento. Cuando me di cuenta, en aquel día lloré como un niño desconsolado, pidiéndole perdón a Dios. Desde entonces, Su gracia me ha acompañado para identificar los ídolos de mi corazón, con la finalidad de eliminarlos cada día para Su gloria.
Me encantaría decirte que, como creyentes, ya no lidiamos con la idolatría, pero estaría mintiendo. La realidad bíblica es que tú y yo estaremos batallando con la fábrica de ídolos de nuestro corazón hasta que regrese nuestro Señor Jesucristo. Mientras llega ese día, quiero que sepas, querido lector, que hay buenas noticias para todo idólatra. Gracias al evangelio de Cristo, aquellos que vienen al Señor en arrepentimiento por su idolatría pueden desmantelar esa fábrica en su corazón. Por eso, quiero compartir dos realidades que nos ayudarán a desmantelar la fábrica de nuestro corazón, la cual, como dijo Juan Calvino, es una fábrica de ídolos.
Iniciemos respondiendo la siguiente pregunta: ¿Qué es un ídolo? Brad Bigney, en su libro titulado La traición al evangelio, define un ídolo de la siguiente manera: “Un ídolo es cualquier cosa o persona que apresa nuestros corazones, mentes y afectos más que Dios”. [1] Cuando hablamos de un ídolo, solemos pensar en “monstruos” saliendo de la tierra, pero no es así. Un ídolo no necesariamente es pecaminoso en sí mismo; el problema está en nuestro corazón. Por eso, no podemos señalar a las personas que se inclinan ante imágenes, porque nosotros hacemos lo mismo. La única diferencia entre lo que hacen ellos y lo que hacemos nosotros es el material.

Habiendo dicho esto, veamos a continuación la primera verdad.
Nuestra lucha
La peor manera de enfrentar una lucha es desconociendo que estamos en ella. Mira lo que dice el apóstol Juan al término de su primera epístola (1Jn 5:21): “Hijos, alejense de los ídolos”. A la luz de la epístola, los “hijos” son todos aquellos que andan en la luz (1Jn 1:6), guardan Sus mandamientos (1Jn 2:1-4), no aman al mundo (1Jn 2:15), se purifican cada día (1Jn 3:1-3), aman a su prójimo (1Jn 4:8) y han creído en Jesucristo (1Jn 5:13). Sin embargo, son llamados a guardarse de los ídolos. ¿Por qué? Porque Juan sabía de nuestra lucha constante contra la idolatría. Así que recuerda, llegar a la cruz de Cristo no elimina por completo nuestra idolatría, pero sí nos equipa para enfrentarla cada día. Con esto en mente, quiero citar algunas preguntas de diagnóstico que Brad Bigney propone en su libro para identificar nuestros ídolos:
- ¿Estoy dispuesto a pecar con tal de obtenerlo?
- ¿Estoy dispuesto a pecar si creo que voy a perderlo?
- ¿Acudo a ello buscando refugio y consuelo en lugar de acercarme a Dios?
¿Pensaste en algo? ¡Bienvenido al club! Brad Bigney señala que los ídolos se pueden manifestar de una o varias de las siguientes maneras:
- Te sacrificarás por ello.
- Invertirás tiempo en ello.
- Invertirás dinero en ello.
- Hablarás acerca de ello.
- Lo protegerás y defenderás.
- Lo servirás.
- Lo perfeccionarás.
- Pensarás en ello.
- Te preocuparás por ello.
- Acomodarás tus horarios por ello.
¿Y por qué hacemos todo esto? Porque los ídolos nos ofrecen cosas que nuestro corazón desea, sin darnos cuenta de que en Cristo ya tenemos todo lo que necesitamos. Por eso, detrás de cada ídolo está el verdadero problema. Así que, es necesario recurrir a las gloriosas verdades del evangelio para recordar continuamente lo que ya tenemos en Él.

Nuestra ayuda
El profeta Jeremías, bajo inspiración divina, dijo: “Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” (Jer 17:9). Si no tuviéramos el versículo posterior, este artículo sería en vano, porque si no pudiéramos conocer el corazón idólatra, tampoco podríamos conocer su solución. No obstante, el Señor dice en el versículo 10 que Él lo conoce.
Yo, el Señor, escudriño el corazón,
Pruebo los pensamientos,
Para dar a cada uno según sus caminos,
Según el fruto de sus obras (Jer 17:10).
Por lo tanto, nuestro Creador sabe cuáles ídolos alberga nuestro corazón. Pero no solo conoce nuestra condición, sino también la solución, que se centra en el evangelio. Creo sinceramente que, al hablar del evangelio, muchos creyentes no logran entender completamente a qué nos referimos. Esto sucede porque piensan que el evangelio es solo para los incrédulos y que su contenido se limita a lo que sucedió en la cruz. Sin embargo, el evangelio también es para los creyentes. Además, el contenido del evangelio no se refiere únicamente a los sucesos de la cruz, sino a todo lo relacionado con Jesucristo, junto con todas las hermosas y ricas implicaciones de su gloriosa obra. Así, nuestra ayuda en estos momentos es recordar nuestra identidad y propósito en Cristo, así como todo lo que Él nos ha dado.

Por ejemplo, si tu ídolo son tus amigos, lo más probable es que, detrás de ese ídolo, desees ser aceptado. Si es así, debes recordar que gracias al evangelio ya has sido aceptado por Dios en Cristo. ¿Te das cuenta? No solo tenemos una lucha contra la idolatría, sino también una ayuda en esta lucha, que es el glorioso evangelio de Cristo.
¿Recuerdas cómo inicié? Quiero decirte que, después de un tiempo sin jugar fútbol, me invitaron a un partido. ¿Sabes qué? Fue el peor partido que he jugado en toda mi vida. Pero esta vez, salí del campo de una manera muy distinta a las ocasiones pasadas. ¿Por qué? Porque el evangelio de Jesucristo me ha mostrado que soy más pleno si todo el reconocimiento se lo lleva mi Señor. Es decir, soy más feliz cuando vivo de tal manera que toda la gloria y la honra se la lleva el Señor, y no yo.
[1] Bigney, B. (2022). Traición Del Evangelio: Cómo Se Traiciona el Evangelio con ídolos Falsos. P & R Publishing.