Apenas terminó la sesión, muchos asistentes se levantaron de sus lugares para conseguir una fotografía con el expositor, un autógrafo o un saludo grabado en video. Esa imagen quedará guardada en mi mente para siempre. Querido lector, sin duda alguna, todo predicador fiel a la Escritura es un regalo de Dios para el pueblo de Dios, pero nunca será Dios. No obstante, nuestro corazón es una fábrica de ídolos que puede convertir incluso a nuestro predicador favorito en uno de ellos. Antes de continuar, quiero recordarte que, en el contexto cristiano, existen muchos predicadores que han sido una gran bendición para nuestras vidas. Por lo tanto, es natural que los admiremos. Sin embargo, hay una línea muy delgada entre la admiración saludable y la idolatría.
Según el escritor Brad Bigney: “Un ídolo es cualquier cosa o persona que apresa nuestros corazones, mentes y afectos más que Dios”. Así que, no excluyas a tu predicador predilecto como un posible ídolo en tu corazón. Habiendo establecido esto, veamos a continuación algunas señales que podrían estar evidenciando que nuestro corazón ha hecho de nuestro predicador predilecto un ídolo.
Aceptas todo lo que dice como verdad absoluta
Quiero aclarar que no me refiero a la verdad que comunica todo predicador fiel a la Palabra de Dios. Si lo que dice está en armonía con la Escritura, todos estamos llamados a responder apropiadamente a la verdad bíblica. Sin embargo, me refiero a la actitud de aquellos que no examinan lo que escuchan a la luz de la Palabra, sino que lo aceptan como verdad absoluta simplemente porque lo dijo su predicador predilecto.
En este punto, es oportuno recordar las palabras que describen a los hermanos de Berea: “Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así” (Hch 17:11). Ni siquiera ellos adoptaron una actitud sin crítica, aun en presencia de un apóstol; al contrario, examinaban todo a la luz de la Palabra.

Adoptas sus posturas secundarias sin antes haber estudiado personalmente
En la Biblia encontramos doctrinas cardinales, aquellas verdades fundamentales e innegociables de la fe. Pero también hay enseñanzas que, aunque importantes, permiten diferentes posturas y se conocen comúnmente como doctrinas secundarias o doctrinas que no deberían dividirnos. Un ejemplo de esto, lo encontramos en la escatología.
Aunque existen diversas posturas sobre la venida del Señor Jesucristo, lo esencial es afirmar como doctrina cardinal su regreso. Sin embargo, la posición que cada uno adopte en asuntos específicos debe surgir del estudio personal de la Escritura, y no simplemente porque nuestro predicador favorito la sostenga. Si este es el caso, es posible que haya un problema en el corazón.

Asumes que solamente él puede aconsejarte en medio de las dificultades de tu vida cristiana
Sin duda, Dios ha capacitado a muchas personas dentro de Su pueblo para la consejería bíblica. Sin embargo, cuando llegas a creer que solo una persona en particular puede ayudarte, estás en un terreno peligroso. Si piensas que las dificultades en tu vida cristiana se resolverán únicamente con el consejo de tu predicador favorito, es posible que lo hayas convertido en un ídolo.
En este punto, es importante recordar que Dios es el Padre de toda consolación y que Su Palabra es viva y eficaz, plenamente capaz de traer consuelo a nuestras vidas (2Co 1:3-4; Heb 4:12; Ro 15:4).

Atesoras más sus palabras que la de otros creyentes piadosos
Si solo escuchas o actúas cuando tu predicador favorito lo dice, podrías estar colocándolo en un lugar que no le corresponde.
Querido lector, quiero recordarte que la Gran Comisión, nuestra santificación, el estudio diligente de las Escrituras y otros mandatos bíblicos no fueron dados por tu predicador favorito, sino por Cristo. Por lo tanto, cuando otros creyentes piadosos nos recuerdan estos mandatos, en realidad es Dios quien nos está hablando a través de ellos.
Todo creyente piadoso ha sido dotado por el Señor y es morada del Espíritu Santo. Por consiguiente, si usa correctamente la Palabra, puede consolarnos, exhortarnos, reprendernos y animarnos a tomar decisiones que nos impulsen a ser más como Cristo.

Así que recuerda: las demandas del evangelio no dependen de la notoriedad de quien las comunica, sino de la autoridad de la Palabra de Dios.
Cuando me preguntan quién es mi predicador favorito, siempre respondo lo mismo: mi esposa. Ella me da sermones cortos, con aplicaciones directas y, lo mejor de todo, lo hace con amor. Esto es un gran recordatorio de que otros creyentes piadosos pueden edificar nuestras vidas, y no debemos menospreciarlos solo porque no sean reconocidos.
Afrontas su caída como si fuera tuya
Cuando un siervo del Señor cae, nos duele a todos. Sin embargo, si su fracaso te hace dudar de tu fe, es posible que tu confianza estuviera puesta en él y no en Cristo.

Afirmas que nadie predica como él
En el cristianismo bíblico no debería existir la pregunta “¿quién predica mejor?”, sino “¿fue fiel al texto bíblico?”. Si la respuesta a la segunda pregunta es un sí, entonces, ¡gloria a Dios! Dios ha hablado a través de Su siervo. Sin embargo, aquellos que han hecho de su predicador favorito un ídolo defenderán a capa y espada que su predicador es el mejor de todos.
Aminoras sus errores mientras que juzgas rápidamente los mismos errores en los demás
Para concluir, la Biblia nos enseña que debemos orar por aquellos que predican la Palabra, tenerlos en alta estima, sostenerlos económicamente, imitarlos en cuanto a su Fe y conducta, considerarlos como regalos Divinos pero nunca idolatrarlos (Ef 6:18-20; Fil 2:17-18; 1Ti 5:17; Heb 13:7; Ef 4:11).
En verdad damos gracias a Dios por todos los siervos del Señor que se han dejado usar por Él y que, sin duda alguna, han bendecido nuestras vidas. Sin embargo, quiero decirte una gran verdad: tu predicador predilecto no murió en la cruz del Calvario, Jesucristo sí. Por lo tanto, debemos depositar toda nuestra confianza en Aquel que usa los instrumentos, y no en el instrumento mismo.