¿Se deben usar imágenes de Cristo?

¿Deberían los cristianos usar imágenes de Cristo en su adoración? Tim Challies recoge la enseñanza de J. I. Packer y expone con claridad por qué representarlo en imágenes puede oscurecer su gloria y distorsionar su carácter.
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Durante mucho tiempo, los crucifijos han sido un elemento fijo en la adoración católica romana. Pero en los últimos años, he empezado a ver cada vez más protestantes usándolos también, cambiando su cruz vacía por una que contiene una imagen del Salvador sufriente. J. I. Packer trató una vez el tema del crucifijo, y lo abordó bien. 

¿Qué hay de malo, nos preguntamos, en que el adorador se rodee de estatuas e imágenes, si le ayudan a elevar su corazón a Dios? 

Estamos acostumbrados a tratar la cuestión de si estas cosas deben usarse o no como un asunto de temperamento y gusto personal. Sabemos que algunas personas tienen crucifijos y cuadros de Cristo en sus habitaciones, y nos dicen que mirar esos objetos les ayuda a centrar sus pensamientos en Cristo cuando oran. Sabemos que muchos afirman poder  adorar más libre y fácilmente  en las iglesias que están llenas de esos ornamentos que en las iglesias que no los tienen. Bien, decimos, ¿qué hay de malo en ello? ¿Qué daño pueden hacer estas cosas? Si la gente realmente las encuentra útiles, ¿qué más hay que decir? ¿Qué sentido tiene prohibirlas? Ante esta perplejidad, algunos sugerirían  que el segundo mandamiento solo se aplica a las representaciones inmorales y degradantes de Dios, tomadas de los cultos paganos, y a nada más. 

Pero la propia redacción del [segundo] mandamiento descarta una exposición tan limitada. Dios dice categóricamente: “No harás un ídolo de ninguna forma” para usarlo en el servicio de adoración. Esta afirmación categórica excluye, no solo el uso de imágenes y estatuas que representan a Dios como un animal, sino también el uso de imágenes y estatuas que lo representan como la cosa más alta creada que conocemos: un ser humano. También excluye el uso de imágenes y estatuas de Jesucristo como hombre, aunque el mismo Jesús era y sigue siendo hombre; porque todas las imágenes y estatuas están necesariamente hechas a “semejanza” del hombre ideal tal como lo concebimos, y por lo tanto están bajo la prohibición que el mandamiento impone. 

Durante mucho tiempo, los crucifijos han sido un elemento fijo en la adoración católica romana. / Foto: Lightstock

Packer continúa diciendo que, independientemente de lo que enseñe el segundo mandamiento, “no hay lugar a dudas de que el mandamiento nos obliga a disociar nuestro culto, tanto en público como en privado, de todas las imágenes y estatuas de Cristo, no menos  que de las imágenes y estatuas de Su Padre”. 

¿Por qué? ¿Por qué existe esta prohibición y por qué es tan importante que la respetemos? Nos da dos razones. 

1. Las imágenes deshonran a Dios, porque oscurecen su gloria. La semejanza de las cosas en el cielo (sol, luna, estrellas), y en la tierra (personas, animales, aves, insectos), y en el mar (peces, mamíferos, crustáceos), no es precisamente una semejanza de su Creador. “Una verdadera imagen de Dios”, escribió Calvino, “no se encuentra en todo el mundo; y por lo tanto … Su gloria es profanada, y Su verdad corrompida por la mentira, cada vez que El se pone ante nuestros ojos en una forma visible… De modo que, concebir  cualquier imagen de Dios es en sí mismo impío; porque por esta corrupción Su majestad es adulterada, y se le figura como algo distinto de lo que es”. … El núcleo de la objeción a los cuadros e imágenes es que inevitablemente ocultan la mayor parte, sino toda, de la verdad sobre la naturaleza personal y el carácter del Ser divino al que representan.

…El sufrimiento del crucifijo oscurece la gloria de Cristo, pues oculta el hecho de Su deidad, Su victoria en la cruz y Su reino actual. Muestra Su debilidad humana, pero oculta Su fuerza divina; describe la realidad de Su dolor, pero mantiene fuera de nuestra vista la realidad de Su gozo y Su poder. En ambos casos, el símbolo es indigno sobre todo por lo que no muestra. Y lo mismo ocurre con todas las demás representaciones visibles de la divinidad. 

El segundo mandamiento nos obliga a disociar nuestro culto, tanto en público como en privado, de todas las imágenes y estatuas de Cristo. / Foto: Unsplash

2. Las imágenes nos engañan. Transmiten ideas falsas sobre Dios. La misma insuficiencia con la que lo representan pervierte nuestros pensamientos sobre Él, y planta en nuestras mentes errores de todo tipo sobre Su carácter y voluntad. … Es un hecho histórico que el uso del crucifijo como ayuda para la oración ha animado a la gente a equiparar la devoción con la meditación sobre los sufrimientos corporales de Cristo; les ha hecho morbosos sobre el valor espiritual del dolor físico, y les ha alejado del conocimiento del Salvador resucitado.

Estos ejemplos muestran cómo las imágenes falsearán la verdad de Dios en la mente de los hombres. Psicológicamente, es cierto que si habitualmente centras tus pensamientos en una imagen o cuadro de Aquel a quien vas a orar, llegarás a pensar en Él, y a orarle, como la imagen lo representa. Así, en este sentido, te “inclinarás” y “adorarás” a tu imagen; y en la medida en que la imagen no diga la verdad sobre Dios, en esa medida no adorarás a Dios en verdad. Por eso Dios nos prohíbe a ti y a mí hacer uso de imágenes y cuadros en nuestra adoración.

Para conocer todo el argumento de Packer, se recomienda leer el capítulo 4 de Conocer a Dios.


Publicado originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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