Hace poco, me senté con un grupo de jóvenes adultos, hombres y mujeres de entre 20 y 30 años, y hablamos sobre la soltería, las citas y el noviazgo. Al final, la conversación derivó hacia el matrimonio y hacia las alegrías y dificultades del mismo. Nos dimos cuenta de que, a medida que estos jóvenes adultos se plantean las relaciones y empiezan a buscar el matrimonio, se preguntan cómo pueden evitar el divorcio en sus matrimonios. Muchos de ellos han crecido rodeados de divorcios y sus efectos. Algunos tienen miedo al compromiso porque temen no ser capaces de mantenerlo.
Un joven preguntó cómo hacer para que una pareja no introduzca en su matrimonio una semilla que pueda florecer en el divorcio. Y no tardé ni un momento en darme cuenta de que en mi matrimonio y en el tuyo, y en todos los matrimonios, ya está la semilla del divorcio. En cada matrimonio hay un tema, una creencia, un hábito, una idolatría del corazón ―de hecho, muchas― que pueden llevar fácil y naturalmente a la completa destrucción de la unión. El mundo, la carne y el diablo están empeñados en la destrucción del matrimonio, y cada uno de esos enemigos trae sus propias semillas malignas. El punto no es si esas semillas están o estarán presentes en un matrimonio, sino qué haremos con ellas.

Es posible que hayas dejado crecer la semilla del divorcio en tu matrimonio. Tal vez ya haya echado raíces y se esté atrincherando. Tal vez ya ha asomado la cabeza por la tierra y ha comenzado a crecer hasta florecer. No te desesperes. Todavía hay esperanza para tu matrimonio. Un matrimonio no se arruina por la presencia de esas semillas, sino por aceptarlas, ignorarlas o abrazarlas.
Las mismas semillas que pueden llevar a la destrucción también pueden conducir a una mayor fuerza y crecimiento. Aunque hay fuerzas poderosas que se oponen al matrimonio, Dios es el creador del matrimonio, y está mucho más comprometido con su crecimiento que Satanás con su destrucción.

Cada una de las semillas que pueden provocar el divorcio representa una oportunidad para la sanidad. Son oportunidades para que una pareja tenga una discusión abierta y honesta, para identificar esas semillas, para hablar de ellas y para comprometerse a luchar firmemente contra ellas. Cada una representa un tema para llevar al Señor juntos en oración, para buscar la fuerza y la protección de Dios. Y, por supuesto, cada una representa un área en la que la Biblia puede y debe hablar. Esas semillas de error son contrarrestadas y superadas por la verdad de las Escrituras.
Stuart Scott lo expresa muy bien: “Cuanto más se renueve (cambie) la mente de cada uno mediante la Escritura, la pareja pensará de forma más similar (Ro 12:2). Una de las peores cosas que una pareja puede hacer es tratar de cambiar al otro a su semejanza. Deben ser cambiados, más bien, a la semejanza de Cristo”. Y son transformados acudiendo juntos a la Palabra de Dios día a día, semana a semana, y año tras año.
Publicado originalmente en Challies.