La libertad de aceptar mis debilidades

Una evaluación realista de nuestra debilidad nos ayuda a comprender y convertirnos en quienes Dios quiere que seamos.
Foto: Envato Elements

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Me acerco de puntillas, o quizás tambaleándome, a los 50 años. Sea lo que sea lo que signifique ser de mediana edad, es indiscutible que ya estoy dentro de esa franja. Esta etapa de la vida ha traído consigo nuevas pruebas, nuevas dificultades y nuevas indignidades, muchas de ellas relacionadas con un cuerpo que ya no es lo que era. Pero también ha traído algunas bendiciones.

Entre ellas, un sentido de realismo sobre mí mismo que quizá me hizo falta en mis años de juventud. Cada vez sé mejor quién soy y, lo que es igual de importante, quién no soy. Comprendo mejor de lo que soy capaz y de lo que soy incapaz. He aprendido lo que puedo esperar de mí mismo y lo que siempre estará más allá de mi capacidad.

Cuando era joven, aspiraba a las estrellas y creía sinceramente que era capaz de alcanzarlas. Modelaba mi vida según las luminarias y no veía ninguna razón por la que no pudiera igualarlas o incluso superarlas. Mis ambiciones eran tan grandes como la valoración que hacía de mis propias capacidades. Mi energía era casi ilimitada. Así es la encantadora ingenuidad de la juventud.

A lo largo de nuestra vida cristiana, es necesario y saludable para el alma reconocer nuestras debilidades. / Foto: Unsplash

Pero a través de muchos comienzos en falso, de muchos intentos fallidos y de muchos fracasos dolorosos, me he visto obligado a aprender que aunque tengo puntos fuertes, también tengo puntos débiles y aunque tengo habilidades, también tengo incapacidades. Dios me ha dotado en algunos aspectos, pero no en otros. Me ha dado ciertas oportunidades, pero me ha negado muchas más. Tan importante como aprender quién Dios me ha hecho ser, ha sido aprender, admitir y aceptar quién no me ha hecho ser.

Dios no me ha hecho el tipo de persona que puede producir grandes cantidades de trabajo del más alto nivel. Al contrario, ha limitado mis capacidades, mis habilidades y mis oportunidades, por no hablar de mis capacidades intelectuales. Soy físicamente débil y me fatigo con facilidad, y aunque mis planes de escritura pueden ser ambiciosos, mis manos están dañadas y solo puedo teclear unas pocas horas al día antes de tener que alejarme de mi escritorio y dejarlas descansar. Aunque mi mente sea rápida, mi educación formal es relativamente escasa y limita mi capacidad para pensar y escribir con gran profundidad. Estos puntos débiles y muchos otros hacen que nunca pueda ni quiera producir la cantidad y el tipo de trabajo que otros parecen producir y que yo mismo esperaba producir. Me sirven para limitarme.

Y aunque hubo un tiempo en que eso amenazaba con desanimarme, en realidad hay una sensación de alivio que viene con este tipo de autoconocimiento. Hay una especie de libertad: libertad de expectativas falsas e injustas. Ahora sé que Dios no me evaluará en función de los dones, talentos y oportunidades que haya dado a otra persona, ni tampoco en función de las ambiciones que alguna vez tuve para mí mismo. Me evaluará según lo que me asignó y lo que me hizo ser.

Antes veía la debilidad como una prueba que tenía que superar. Solía ver la debilidad como un obstáculo que se interponía entre mi propósito y yo. Solía ver la debilidad como uno de los grandes desalientos de la vida. Pero ahora veo la debilidad como parte del plan de Dios para mí. Ahora veo una evaluación realista de mi debilidad como lo que me guía hacia mi propósito. Ahora me anima la debilidad, porque me ayuda a comprender e incluso a convertirme en el hombre que Dios quiere que sea.


Este artículo se publicó originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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