[dropcap]P[/dropcap]rácticamente todos los cristianos han memorizado los versos finales de Gálatas y la descripción de Pablo del fruto del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Este es el carácter del hombre o la mujer que ha sido justificado por gracia mediante la fe. Con todo, al repasar la lista, y especialmente al repasarla lentamente y en oración, puede que descubramos que nos estamos cansando y desanimando por lo poco que vemos de ese fruto. Todavía nos enojamos a veces, todavía luchamos con el autocontrol, todavía no estamos ni cerca de ser tan bondadosos como Jesucristo era y es. No obstante, la metáfora de Pablo del «fruto» del Espíritu puede ayudarnos. Estas son cinco cosas que so ciertas de los árboles frutales, y, por lo tanto, del fruto del Espíritu.

  1. El crecimiento es gradual. Somos personas impacientes acostumbradas a la gratificación instantánea. Pero el fruto crece lentamente. Un árbol frutal crece gradualmente y tras muchos años de cultivo cuidadoso e intencional. Si compras hoy un retoño de manzano, que ya tenga más de un año y esté firme, y si lo plantas en el clima apropiado y en suelo fértil, y si hay otros manzanos cerca que lo ayuden a polinizar, y si lo cuidas exactamente como deberías, probablemente pasen unos cinco años antes que veas la primera manzana colgando en la punta de una rama, y muchos años más antes que esté en su máxima producción, dando la mayor cantidad y la mejor fruta. Los árboles son atendidos cuidadosamente, podados deliberadamente, y amados pacientemente hasta que produzcan el mejor fruto. Nuestro crecimiento en carácter también es mucho más gradual de lo que puede gustarnos, pero la paciencia que debe caracterizar nuestra vida primero caracteriza a Dios mismo; él es paciente con nosotros en tanto que crecemos hacia la madurez.
  2. 2. El crecimiento es inevitable. Un árbol frutal saludable que ha sido cuidado con cariño producirá fruto. Es inevitable. Es igualmente inevitable que el cristiano en el que mora el Espíritu Santo produzca y debe producir fruto. No importa cómo sea la vida cristiana en el momento de ser salvo, ese fruto crecerá y se mostrará. La inevitabilidad del fruto desafía a cada persona que profesa la fe a examinar su vida y preguntarse si el fruto del Espíritu está presente ahí. Si bien somos salvos por fe y no por fruto, se mantiene el hecho de que la fe necesariamente produce fruto. El crecimiento es inevitable allí donde hay vida.
  3. El crecimiento es interno. Los árboles frutales crecen y producen fruto cuando están profundamente arraigados en buena tierra y cuando el árbol es fuerte internamente. El fruto no puede crecer en ramas muertas unidas a un tronco muerto y raíces muertas. No es el fruto el que le da vida al árbol, sino que el árbol vivo produce el fruto. Asimismo, el resultado del fruto del Espíritu depende de la vida interior. No son los dones —ni siquiera los que puedan ser dones espirituales— los que demuestran que el cristiano está vivo, sino el fruto. El fruto del Espíritu es prueba de una salud interna y profunda, y crece desde esa salud interna y profunda.
  4. El crecimiento es simétrico. Un árbol frutal saludable no produce frutas en solo una de sus ramas, sino en todas ellas. El árbol frutal saludable y productivo tiene una simetría tal que todo el árbol se inclina por el peso de toda la fruta. El crecimiento cristiano es similar. Cada vez que miramos el fruto del Espíritu, necesitamos reconocer que la palabra fruto es singular, no plural. El fruto es toda la lista, no los rasgos particulares del carácter. Esto nos dice que este fruto también crece unido con una especie de simetría. Estos rasgos están tan inevitablemente vinculados que no podemos tener a uno sin los demás. Es imposible amar verdaderamente sin ser paciente y amable. Es imposible mostrar dominio propio hacia otra persona sin una alegría dada por Dios.
  5. El crecimiento es invisible. Uno puede estar junto a un árbol frutal día y noche y nunca verá realmente el fruto crecer. Nadie ha observado una manzana crecer visiblemente. Las manzanas efectivamente crecen, desde luego, pero no de una forma medible en tiempo real. Asimismo, el crecimiento del cristiano se mide mejor después que ha pasado el tiempo y circunstancias difíciles. Es después de tiempos de gran tristeza o dificultad que uno puede decir: «Yo solía reaccionar a una situación como esta con ira y ataques verbales; pero ayer reaccioné con alegría y autocontrol». El crecimiento ha sido invisible, pero real.

El agricultor sabio atiende su huerto con paciencia y amor, esperando que cuando sus árboles hayan sido cuidados apropiadamente, en efecto producirán fruto. El Espíritu Santo nos atiende con esa misma paciencia y amor, sabiendo que también nosotros produciremos fruto que dará testimonio de su presencia y le dará gloria al Padre.   Nota: Encontré los cuatro primeros cuatro puntos en Gálatas para ti, de Tim Keller.  

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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