Una de las afirmaciones más conocidas de Jesús es: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:6), y constituye una idea que trae profundo consuelo a nuestras vidas. Sin importar las pruebas o dificultades que estemos atravesando, el conocer la Persona de Cristo y todos Sus atributos es la mayor fuente de gozo, ánimo y restauración. Al igual que ocurrió con los 12 discípulos la triste y dolorosa noche en que el Mesías fue entregado, las verdades que salieron de Su boca son el único fundamento que puede sostenernos en este mundo caído.
Sin embargo, para alimentar nuestras almas con el bálsamo de las palabras de Jesús, necesitamos comprender el contexto en el que esta afirmación fue pronunciada. Así, el objetivo de este artículo es explicar por qué nuestro Señor afirmó ser el camino, la verdad y la vida, y cómo estos atributos son tan relevantes para nosotras hoy.
El consuelo de Jesús en medio de la confusión
Para pintar el escenario, recordemos que, en el momento en que Jesús dijo estas palabras, Él y Sus discípulos estaban juntos en la última cena, la noche anterior a Su crucifixión. Él había dado a Sus discípulos ejemplo de Su humildad lavando sus pies (Jn 13:4-11), y luego los mandó a imitarlo (Jn 13:14) y a amarse los unos a los otros con el mismo amor que Él los había amado (Jn 13:34).
También predice e identifica a aquel que lo entregaría a las autoridades (Jn 13:21, 26); luego les advierte que se quedaría con ellos solamente un poco más de tiempo y que ellos no podían ir con Él (Jn 13:33). Pedro, conocido por su manera impulsiva de actuar, anuncia que él daría su vida por el Maestro, y Jesús le advierte que eso no ocurrirá, sino que lo negará tres veces antes de que cante el gallo (Jn 13:38).

Nosotros solamente podemos imaginar lo que todos ellos estaban sintiendo en esa noche. Quizá sentían confusión, miedo, inseguridad; después de todo, ellos pensaron que Jesús era el Mesías que los liberaría del dominio físico de los romanos. Sin embargo, Jesús está advirtiéndoles que se quedarían sin Él. Y, con toda esta mezcla de emociones, Jesús les dice: “No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí” (Jn 14:1).
Él estaba anunciándoles que iría a preparar un lugar y volvería por ellos para llevarlos con Él (Jn 14:2-4). Y luego les dice: “Y conocen el camino adonde voy” (Jn 14:4). ¡Ellos estaban totalmente confundidos! Les dice que se va, pero no les dice a dónde; les dice que ellos no pueden ir con Él, pero les advierte que ellos saben a dónde iba. Es lógico que Tomás dude y pregunte a qué se refiere (Jn 14:5), y la respuesta a su pregunta es: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Jn 14:6).
Jesús: el camino al Padre
Jesús les había enseñado que Él era el único camino al Padre cuando se mostró como el buen Pastor (Jn 10), la Puerta (Jn 10) y la Vida (Jn 11). Y, entonces, ¿por qué era necesario repetirlo? En el contexto en que leemos estos versículos, es evidente que no está hablando solamente sobre el camino hacia el cielo, sino de la forma en que ganaría nuestra entrada. Por esto fue que dijo: “Adonde Yo voy, ustedes no pueden ir” (Jn 13:33).
Sabemos que solo Él es perfecto, así que era el único que podía sacrificarse para pagar el precio por nuestros pecados, aplacando la ira del Dios Padre. Por eso les menciona que estaba preparando un lugar para ellos… y para nosotras también (Jn 14:2). Él dijo que, después de preparar el “lugar”, volvería para llevarlos con Él. El pecado todavía no había sido expiado, pero Jesús estaba a punto de llevar a cabo Su obra. En el proceso del evento, ellos, Sus discípulos, no iban a entender lo que estaría ocurriendo. Pero, cuando el Espíritu Santo llegara, entonces entenderían lo que Él había hecho (Jn 14:4), porque Él “los guiará a toda la verdad” (Jn 16:13).

¡La misma preparación del camino se convirtió en el camino por el cual llegar! ¡Es a través de lo que Jesús hizo en la cruz que nuestros pecados fueron transferidos a Él y Su justicia fue transferida a nosotros! (2Co 5:21). Pero nota que Él había dicho: “Vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también” (Jn 14:3). Cristo no está refiriéndose a un simple lugar, sino al hecho de que estaremos con Él. ¡El cielo es estar en Su presencia!
Jesús: la verdad y la vida
Jesús también afirmó ser “la verdad”. Me llama la atención que, algunas horas después de esta conversación, cuando Pilato preguntó a Jesús si era rey, Su respuesta fue: “Para esto Yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha Mi voz” (Jn 18:37). Como Cristo es la Verdad (1Jn 1:5), Él puede testificar y enseñarla. Sin embargo, el padre de la mentira (Jn 8:44) ha cegado la mente de los no creyentes para que no crean en Él (2Co 4:4).
Ya que Pilato preguntó: “¿Qué es la verdad?”, debemos definirla. El pastor John MacArthur nos da la siguiente definición:
Es lo que es consistente con la mente, la voluntad, el carácter, la gloria y el ser de Dios. Más importante aún: la verdad es la autoexpresión de Dios.
Jesús les dijo: “Creánme que Yo estoy en el Padre, y el Padre en Mí” (Jn 14:11), porque Él y el Padre son uno (Jn 10:30). Como solamente Dios es justo (Dt 32:4), entonces Él es Dios y Él es la verdad. Así que, para caminar el camino hacia donde Él se encuentra, necesitamos creer la verdad: lo que Él nos enseñó, lo que Él demostró y lo que Él es.
Finalmente, Jesús es la vida. La palabra griega zoe hace referencia a vida abundante, totalmente satisfactoria y llena. Aunque Jesús también nos dio vida física —“bios”, (Col 1:16)—, la vida a la que Él se estaba refiriendo aquí va más allá de lo físico; es la vida eterna y plena que solamente se obtiene en una relación con Él. Cuando rendimos nuestras vidas a Él y le servimos con todo nuestro corazón, mente y fuerza (Lc 10:27), nuestros corazones son llenos de esta plenitud que satisface en un nivel espiritual.

No se turben sus corazones
Jesús animó a Sus discípulos diciendo: “No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí” (Jn 14:1), y nos está dando el mismo ánimo a nosotras.
Cuando no entendemos las circunstancias difíciles que estamos atravesando, cuando nada tiene sentido y hemos llegado al final de nuestras fuerzas, recordemos que el Espíritu Santo nos guiará al conocimiento de Cristo (Jn 14:26). Los discípulos tampoco entendían, pero Jesús sabía que lo que ellos más necesitaban era tener fe en el único camino al Padre, conocer la verdad que estaba en Él y ser satisfechos con la vida que solo Él da.
Que hoy nuestros corazones sean animados al saber que Jesús es el camino, la verdad y la vida.