Víctimas y victimarios en un mundo enfermo de pecado

Mi esposa Aileen y yo hemos desarrollado una pasión compartida por la fotografía, especialmente por la fotografía de paisajes. Hace poco, ella comenzó a seguir a diversos fotógrafos de paisajes en instagram y descubrió algo muy interesante: casi todos son hombres. Comenzó a preguntarse el por qué, así que buscó en Google y encontró algo interesante. En primer lugar, la fotografía de paisajes obliga a quienes la practican a transportar pesados equipos a lo largo de lugares difíciles e inhóspitos, una tarea que normalmente a los hombres les resulta más fácil. Segundo, usualmente todo esto se hace sin ayuda, y muchas mujeres lo consideran un poco arriesgado. Lo lamentable de esto es que los hombres tienen el privilegio de deambular por muchos lugares corriendo menos riesgo que las mujeres. Recientemente leí un artículo escrito por una mujer apasionada por los maratones; su nombre es Brianne Kohl, y ella cuenta que su pasatiempo la ha obligado a tomar riesgos. Cuenta que ha sido acosada por hombres, e incluso se salvó de que la atacaran gracias a su heroico perro, que le arrancó un pedazo de carne al atacante. Ella cuenta el temor que siente cuando corre por sendas silvestres, y de repente algún hombre se detiene para charlar con ella o para preguntarle algo. Pero hay una anécdota que me pareció realmente triste; aquella donde relata haber visto un “tipo raro” en el bosque. Así es como la describe: Veo a un hombre que estaba solo, fuera del sendero, justo dentro de los árboles cercanos. Lo veo porque los rayos del sol se cuelan entre los árboles. Está completamente vestido de negro, en verano. Manga larga, pantalón negro largo. Gorra negra. No podría decir su edad, ni siquiera veo claramente qué está haciendo. No se me ocurre por qué podría estar ahí. Hoy no, me digo a mí misma y me doy vuelta para regresar al estacionamiento. Veo a una mujer que viene hacia mí. Ella tiene un vestido, por lo que supongo que salió del trabajo a caminar un poco en su hora de almuerzo. Hay un tipo raro más adelante en el bosque, le digo al pasar a su lado a medida que corro. Gracias, responde, y también se da la vuelta. Su descripción de la escena me hizo regresar muchos años atrás, cuando era adolescente y trabajaba en un Café. Yo era el único hombre del personal allí, y a menudo escuchaba a las mujeres con las que trabajaba hablar sobre algunos de sus temores. La tienda estaba ubicada en un área retirada de un centro comercial, y ellas sentían cierto temor cuando caminaban hacia el restaurante muy temprano en la mañana, o cuando se iban muy tarde en la noche. Siempre estaban conscientes de la posibilidad de ser atacadas. Un día comenzaron a hablar sobre “el acosador”. Describieron a un hombre que solían ver en la tienda o cerca a esta, y estaban convencidas de que era un abusador sexual. Comenzaron a advertirse unas a otras acerca del hombre, y a alertarse de su presencia. Cuando lo describieron, sentí cierta desazón, como si supiera exactamente a quién se referían. Y por cierto, un día él entró a la tienda cuando yo estaba ahí, y supe que tenía razón. Era un buen amigo de mi familia y sufría algunas discapacidades cognitivas evidentes. Él era sin duda el tipo más amable, gentil, y menos peligroso del pueblo, pero debido a sus discapacidades, carecía de habilidades sociales y de desenvolvimiento con las personas. La realidad era que mis colegas estaban tratando mal a este muchacho, difamándolo, e incluso perdiendo la oportunidad de hacer una amistad con alguien entrañable. Por temor a ser victimizadas, estas mujeres habían victimizado a otra persona sin querer. En nuestro barrio hay un joven que es conocido por ser extraño. La gente lo considera un tipo raro, lo consideran un anormal, probablemente advierten a sus hijos que no se acerquen a él. Este joven deambula por el vecindario murmurando en voz baja y mirando alrededor con la mirada perdida. No es “normal”. No obstante, con una mirada no solo puedo saber que tiene una discapacidad cognitiva, sino incluso qué discapacidad cognitiva tiene. No es un tipo raro, no es un anormal, y no es un peligro para los niños. Solo carga con una anormalidad genética. Pero él también se ha convertido en una víctima por el temor a la victimización. Así que, ¿por qué escribo todo esto? Lo escribo porque pensaba en esto durante mi caminata temprano en la mañana. Una vez más, vi a una mujer que al parecer, de manera intencional, se desvió alrededor de mí para esquivarme mientras nos acercamos a un tramo un tanto oscuro. Una vez más, no la culpé y no me ofendí. Como he dicho antes, “Salgo a caminar confiadamente en la oscuridad, sin mirar hacia atrás, sin aguzar el oído. Pero por todo lo que escucho, todo lo que sé, todo lo que he leído, el temor de muchas está bien fundamentado y sus interrogantes son legítimas. Tengo un privilegio que ellas no tienen, un privilegio que doy por sentado”. Pero aún hay más. La vida me sigue dando oportunidades de reflexionar acerca de la aberrante naturaleza del pecado. El pecado es tan horrendo y tan terrible que siempre deja una huella de dolor y desgracia a su paso. El pecado genera pecado y la victimización genera victimización. Vuelvo a pensar en el “tipo raro” que vio Brianne Kohl en el bosque, y no puedo evitar pensar si era un potencial victimario o él mismo era una víctima. Tal vez era un pervertido deseoso de actuar. Tal vez era un agresor violento a la espera de una víctima. O quizás era un adorable muchacho que no lastimaría ni a una mosca, sino que simplemente le faltaba la capacidad de ser “normal”. La tragedia de este trágico mundo es que Brianne no puede saberlo, y el riesgo de averiguarlo es demasiado alto. Esta es una razón más para clamar con fe: “¡Maranata! Ven, Señor Jesús!”. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.    

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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