Tres imágenes vivas de la unidad en la diversidad

Esta es una fea escena que describe el horrible estado en el que se encontraban estas personas y a partir de ahí, el horrible estado en el que nos encontramos sin Cristo.
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Vivir en Toronto tiene muchos beneficios, pero quizás ninguna tan emocionante y fascinante como vivir en la ciudad más diversa del mundo. En las últimas décadas, el mundo ha llegado a Toronto, de modo que hoy más de la mitad de sus residentes han nacido en un país diferente y los que se identifican como de piel blanca componen una minoría. Esto ha brindado a las iglesias de Toronto nuevas oportunidades para aprender a buscar la unidad cristiana en un contexto de gran diversidad. Este fue mi tema para la reciente Conferencia de G3 y en mi preparación, me encontré paralizado ante mi asombro por tres imágenes vivas que retratan una visión bíblica de la unidad en la diversidad. Encontramos estas imágenes en la segunda mitad del segundo capítulo de Efesios. En ella, Pablo cuenta esencialmente una historia que se desarrolla a través de tres escenas. Un título apropiado para la primera escena, que se describe en los versículos 11 y 12 y  podría ser “división”. Escena 1: División Pablo les está hablando aquí a los creyentes, pero les pide que “recuerden”, quienes eran antes de la obra milagrosa y salvadora de Dios en sus vidas. Y estos no son recuerdos alegres. Primero, les recuerda que estaban divididos. Los judíos y los gentiles estaban divididos entre sí. Había una mentalidad de “nosotros y ellos” en la que cada grupo odiaba al otro. La humanidad estaba separada de la humanidad. Pero fue incluso peor que eso. La humanidad también estaba separada de Dios y Pablo lo despliega en una serie de palabras clave. Estaban separados de Cristo y de toda la bondad y la gracia que hay en Él. También estaban alienados de la comunidad de Israel. Dios dispensó las bendiciones de Su pacto a los que eran ciudadanos de Su nación, y los gentiles estaban fuera de ella. Por tanto, eran extranjeros, extraños a los pactos de la promesa. Entonces tiene sentido que no tuvieran esperanza, no tenían ninguna esperanza en el mundo. Finalmente, lo peor de todo, es que no tenían a Dios. Habían abandonado a Dios y por lo tanto, fueron abandonados por Dios. Esta es una fea escena que describe el horrible estado en el que se encontraban estas personas y a partir de ahí, el horrible estado en el que nos encontramos sin Cristo. Fuera de Su gracia somos despreciados, separados, alineados, extranjeros, sin esperanza, impíos. Pablo quiere que recordemos todo esto porque esta es la gran nivelación. Esto nos recuerda que todos somos profundamente pecadores y que ningún pueblo, nación o grupo está por encima de los demás. Si vamos a disfrutar de alguna bendición, especialmente del don de la unidad, debe ser un don de gracia. Entonces, la primera escena es la de una humanidad separada de Dios y de los demás. Escena 2: Jesús Luego, en los versículos 13 a 18, el telón cae y se levanta sobre una segunda escena, una escena de Jesús. Aquí llegamos a dos pequeñas y preciosas palabras: “pero ahora”. “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo” (13). Hemos saltado del pasado al presente, de cómo eran las cosas a cómo son. Dios no nos dejó en nuestro estado de enemistad y alienación, sino que envió a Su Hijo para reconciliarnos, primero con Dios y luego entre nosotros. La reconciliación vertical habilita y necesita una reconciliación horizontal. No es difícil discernir el tema en estos pocos versículos:

  • “Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno” (14).
  • “para crear en Sí mismo de los dos un nuevo hombre” (15).
  • “para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad” (16).

El punto de Pablo es claro: ¡La obra de Jesús tiene que ver con la unidad! La existencia de la división es la prueba de que aún no hemos resuelto plenamente las implicaciones del evangelio. En la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios creó una nueva raza y  un nuevo pueblo que supera a todos los demás. Esto significa que el núcleo de nuestra identidad no es judío ni gentil. No es blanco ni negro, hombre ni mujer, ni cultura ni lugar de origen. El núcleo de nuestra identidad y el que nos une a todos es “Jesucristo”. Todas esas otras distinciones todavía existen y todavía importan, Dios tiene un propósito glorioso en los dos géneros, en las muchas razas y  en las miríadas de etnias. El propósito de Dios no es destruir la distinción sino división. No es promover la uniformidad, sino la unidad. ¡Nuestra única esperanza de la unidad verdadera, profunda y duradera en la diversidad es el evangelio de Jesucristo! Dios recibe toda la gloria cuando transforma de tal manera a las personas que sus divisiones más profundas son voluntariamente dejadas a un lado y barridas por el amor. Escena 3: Unidad Ahora pasamos a la escena número tres. El telón cae y se levanta sobre una escena de una humanidad unida. Hay un flujo claro en el desarrollo de esta historia: Tenemos división, luego a Jesús y  luego, unidad. Ahora, Pablo nos muestra las implicaciones de lo que Cristo ha logrado. La escena que describe proporciona estas tres imágenes vivas de unidad en la diversidad. Es como si se hubiera levantado el telón y ante nosotros hubiera un escenario con tres decorados separados, cada uno de ellos diferente, pero con el mismo punto. Ciudadanos de una Nación. A la izquierda del escenario hay una nación con sus ciudadanos. Una vez, hubo dos grupos en este país: los ciudadanos, que eran los de adentro, y los extranjeros y forasteros, que eran los de afuera. Una vez estuvieron profundamente divididos unos de otros, pero ahora los extranjeros y forasteros han sido atraídos y se les han concedido todos los derechos y privilegios de la ciudadanía. Y allí están ahora, todos ellos juntos e iguales, de pie y honrando al rey. División, Jesús, unidad. Hijos de una Familia. A la derecha del escenario hay una familia: un padre con sus hijos. Aprendemos que algunos de estos niños son adoptados y otros son biológicos. Ambos son completamente iguales a los ojos de su padre. Ambos son igualmente amados, atesorados y preciosos. La herencia del padre se divide por igual entre todos ellos. Esta es la casa de Dios. División, Jesús, Unidad. Ladrillos de un Edificio. Luego, miramos al centro del escenario y vemos un edificio. Esto fue una vez un caos de ladrillos aislados, piedras y materiales de construcción dispersos en un sitio de construcción. Ahora, es un templo ajustado a Dios mismo. Los apóstoles y profetas son el fundamento sobre el que está todo construido. Jesucristo es la piedra angular y sin Él, todo el edificio se derrumbaría. ¿Y de qué se compone este templo? ¡De nosotros! ¡Todos nosotros! Somos las piedras y los ladrillos que componen el templo. De trozos aislados de material de construcción a un templo precioso. División. Jesús. Unidad. Ahí están nuestras tres escenas de unidad en la diversidad: Una nación reunida ante su Rey; una familia reunida ante su Padre; un templo construido para Dios mismo. ¿Qué ha hecho Dios? Nos ha llevado de la división a la unidad y lo ha hecho por medio de Jesucristo. Esta es Su promesa. Este es Su propósito. ¡Esta es Su gloria!

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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