¿Has escuchado a alguien hacer esta pregunta? ¿Te has hecho tú alguna vez la siguiente pregunta? “Si Dios es amor, ¿por qué ha permitido que este virus se propague tan rápidamente y tan extensamente?”. Son excelentes preguntas, sin embargo, creo que están fuera de foco. A lo largo de los años otros han hecho preguntas similares, y en un sentido, podríamos decir coloquialmente que estamos en buena compañía. Recuerda la pregunta de Gedeón que aparece en Jueces 6:13 “Ah señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha ocurrido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas que nuestros padres nos han contado, diciendo: «¿No nos hizo el Señor subir de Egipto?». Pero ahora el Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado en mano de los madianitas”. ¿Te suena familiar? En medio de las tribulaciones comenzamos a dudar de la bondad de Dios. Es durante estos tiempos que el Señor nos demuestra nuestros ídolos, nuestras falsas creencias y nuestro desenfoque. En el tiempo de los Jueces, el pueblo de Dios estaba localizado en un lugar geográfico específico, la tierra prometida, y allí ocurrió el acontecimiento. Pero hoy Su pueblo se encuentra esparcido por toda la tierra. Por miles de años Dios ha sido paciente, primero con los judíos y hoy Él es igualmente paciente con nosotros. Él envió múltiples profetas, luego nos envió a su Hijo; a Su partida, nos envió El Espíritu Santo para morar en nosotros. Fue a través de este mismo Espíritu que Dios inspiró las Escrituras y a través del cual recibimos la capacidad de entenderla y aplicarla. Además, es el Espíritu de Dios que nos convence de pecado y nos guía en justicia. De la misma manera que el pueblo judío que muchas veces no lució diferente a los pueblos paganos a su alrededor, así los cristianos hoy en día lamentablemente exhiben estilos de vida muy similares a las formas de vivencia de nuestros vecinos seculares. El mundo ha invadido nuestra iglesia y pocos son los que se han percatado, de hecho, podemos decir que algunos ni se dan por enterado. Nosotros somos nuevas criaturas (2Cor. 5:17) y a través de la renovación de la mente (Rom. 12:2) podemos ser dignos embajadores de Cristo (2Cor. 5:20). Vivimos en un mundo lleno de dolor, marcado por el pecado, dominado por el temor y falto de esperanza. Este es el tiempo cuando podemos brillar como luminares en un mundo oscuro. Cuando ellos vean nuestra paz que no pueden entender porque sobrepasa su entendimiento (Fil. 4:7), ellos se percatarán de que nuestra fe tiene sustancia, de que nuestra fe es real y de que nuestra fe es algo que quizás lleguen a desear. Esto produce una puerta abierta para el evangelio. Nuestra confianza está en un Dios real, el Dios que sana, que lo controla todo y que tiene propósito en todo lo que hace. Cuando confiamos en el plan de Dios, aun si sufrimos, Su luz puede brillar a través de nosotros, Su sabiduría puede ser vista y el aroma de Cristo podrá percibirse en medio nuestro. Ahora no es el tiempo de escondernos sino de buscar la forma de servir a la causa. Debemos ser sabios en nuestro caminar, pero al mismo tiempo dispuestos a caminar donde Él nos llame. Si estamos caminado en Sus huellas, Él nos acompaña y nos usa. Para hacer esto necesitamos una relación íntima con Él, tenemos que “oír” Su voz ya revelada en Su Palabra y obedecerla. Ya que la palabra de Dios permanece para siempre, y el Señor no cambia (Heb. 13:8), Él todavía nos habla a través de Isaías 41:10 “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia”. ¡Este es nuestro tiempo de brillar! El que tenga oídos que oíga lo que Dios está tratando de comunicarnos en tiempos como estos.
